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Por fortuna, desde que se alcanzó con la Constitución de 1991, nunca ha estado en peligro, hasta ahora, la independencia y autonomía del Banco de la República para cumplir el objetivo constitucional fundamental que le ha sido dado: la preservación de la estabilidad de precios, esto es, el control de la inflación.
Sin embargo, como entidad del Estado colombiano, esa autonomía e independencia para nada significa aislamiento, sino que las políticas monetaria, crediticia y cambiaria deben guardar armonía con la política económica general del Gobierno y debe consultar el programa macroeconómico. Para facilitar esta coordinación, el ministro de Hacienda preside la Junta Directiva, con voto pero sin veto.
Nadie como el presidente Duque ha sido respetuoso del modelo del emisor, pero eso no significa que el mandatario no tenga la obligación de velar por ese equilibrio para procurar por el bienestar de la gente por la vía del crecimiento, redistribución del ingreso y la generación de empleo y en esos términos puede y debe llamar la atención sobre eventuales excesos del Emisor. Ni más faltaba que Duque se hiciera el desentendido. Otros mandatarios han sido más duros con la junta, al calificarla de una “urna de cristal”, ajena a los intereses del país. Caso Santos en 2014-15.
Pero al Banco ahora sí hay que llamarle la atención seriamente luego de su decisión de aumentar en un 100% la tasa básica de interés en solo cuatro meses (2,5% a 5%), aumento exagerado, demasiado rápido y muy riesgoso, que podría afectar muy negativamente el buen desempeño de la economía colombiana luego de la pandemia.
Peor que la enfermedad
Tan es claro que un aumento en la tasa de interés produce daño a la economía, que la misma Reserva Federal (Fed) fijó la tasa en un rango de 0,25 a 0,50% ahora en marzo en un primer aumento desde 2018, reduciendo su previsión de crecimiento económico de 4,0 a 2,8% y advirtiendo que la economía está en un nivel muy fuerte que resiste el aumento y el desempleo es muy bajo. En concordancia bajó el PIB 1,2% con solo 0,25 de aumento en la tasa. Y tampoco lo mostró como pecado o fracaso el revisar hacia arriba la inflación como lo hizo la Fed de 2,6 a 4,5%.
Nadie discute que la tasa de interés es el principal instrumento monetario para frenar la inflación, siempre y cuando esta resulte de un problema de demanda coyuntural, sobre el cual hoy hay serias dudas pues la evidencia es contundente acerca del rompimiento de las cadenas de logística y transporte por la pandemia, el aumento de los precios internacionales de las materias primas y ahora la guerra de Rusia-Ucrania, grandes proveedores de alimentos, insumos y minerales, cuyos precios se han desbordado. Las cifras lo dicen claro: 75% de la inflación colombiana (6,45%), en 12 meses a marzo, proviene de alzas en alimentos, transporte y tarifas de agua, luz, gas y combustibles. Así, se puede seguir subiendo la tasa de interés y no tendría efecto sobre el costo de vida.
Ajuste injusto
Y algo que va más con la introducción a Perogrullo. Mientras la tasa agregada va en 8,5% (4,36 a marzo) el costo de vida para los pobres y vulnerables pasa de 10% y 5% en el trimestre. No es serio creer que entre los pobres hay un problema de exceso de demanda que hay que corregirla, cuando la realidad es que la pandemia los golpeó muy fuerte como lo demuestra el aumento de la pobreza, amortiguada en parte por los oportunos subsidios oficiales.
La rapidez del aumento de la tasa es otro asunto que debe explicar el Banco. Los problemas internacionales en la cadena de suministro se conocen desde mediados del año pasado y se hubiese podido a actuar en forma más gradual cuando seguramente creyó con razón que el fenómeno era resultado meramente externo y no de demanda interna. Parece que ahora desesperadamente cree que la estrangulación de la economía es el camino. Una salida que puede costar demasiado y la crítica va también en el sentido de por qué no haber regulado el aumento de la devaluación que ocurrió en el segundo semestre 2021 y que ascendió a 16% en los dos meses. Hoy ya pensar que este año va a crecer el PIB 6% no es realista.
El criterio del Constituyente y el legislador sobre la independencia y autonomía del banco emisor, cuidándolo de no comprometer el objetivo fundamental de preservar la estabilidad de precios está enfocado a que puede negarse a atender requerimientos que eventualmente pudiera formular el Gobierno para cubrir faltantes fiscales y no en poner el riesgo el empleo y producir el menos impacto en al desempeño económico.
No queda claro el camino de darle un mazazo tan duro a la economía que podría estancar el crecimiento y no bajar la inflación, más cuando el mismo BR lo dice en la sustentación: “A diferencia de episodios inflacionarios del pasado, que en su mayor parte obedecieron a fenómenos climáticos, en esta ocasión la principal causa del incremento de la inflación ha sido de origen externo, lo que la ha hecho especialmente impredecible” y luego reafirma: “La Jdbr es consciente de que los incrementos de la tasa de política no contendrán las presiones inflacionarias de origen externo. Es claro que las presiones externas sobre los precios que se han venido produciendo en los últimos meses solo se corregirán a medida que se normalicen las cadenas de suministro”. Por eso no se entiende la decisión.
¿Por qué no pensar en aceptar un poco más de inflación sin exponer tanto al crecimiento y el empleo que son factores determinantes en la paz social y bienestar de los colombianos luego de la pandemia?