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Analistas 03/05/2022

Metales verdes

Simón Gaviria Muñoz
Exdirector de Planeación Nacional

La moda es decir que toda la minería es mala, los opinadores parecen sintonizados con el medio ambiente y en contra del gran capital. Si bien es verdad que el carbón térmico tiene sus días contados, solo la minería verde hace posible la transición energética. Actualmente 70% del PIB mundial tiene alguna meta para ser carbono neutro hacia 2050, pero hoy no hay suficientes metales para lograrlo. Prohibir la minería verde o su exploración sería tremendo error ambiental, esto sin tener en cuenta que más de medio millón de familias viven de la minería, en muchos municipios desde antes que llegaran los españoles.

Estos metales verdes son: aluminio, cobalto, cobre, litio, níquel, plata y zinc. Según la Agencia Internacional de Energía, la generación solar y eólica, podría pasar de 9% a 70% en 2050. Solo para 2030, la demanda de metales verdes se multiplicará siete veces para satisfacer la transición energética. Colombia está lleno de cobre y plata, pero hay buenos indicios de níquel, aluminio y zinc. Hay que hacer paneles solares, baterías y hélices, pero ¿por qué no en Colombia? Habrá que producir 10 veces más vehículos eléctricos y 31 veces más estaciones de carga. A parte de ser fundamental para la sostenibilidad, es una oportunidad económica.

La más reciente bonanza minero-energética duró de 2007-2014. Esta fue menos duradera que la que viene, dado que dependía mayoritariamente del ascenso económico de China. Mientras tanto, este nuevo ciclo de demanda de metales verdes no solo refleja avances tecnológicos, sino que es jalonado por muchas economías que requieren de estos insumos.

La producción minera tendrá que incrementar 500% para lograr un futuro sostenible, es decir, requiere una inversión de más de US$35 billones. Para no hablar que los precios de estos minerales, los cuales han aumentado más de 140% en el último año.

Para los metales verdes no existe minería artesanal como en el oro o el carbón. No solo su complejidad de producción es mayor, sino que su envergadura es mucho más grande, un proyecto pequeño de cobre requiere inversiones de US$500 millones. Aún así, es probable que existan comunidades dependientes de la explotación de las mismas reservas. Los depósitos en Colombia son polimetálicos, en otras palabras, donde hay plata puede que también exista oro, cobre o platino. Vincular comunidades a esta nueva prosperidad será el reto de política pública pendiente, pero porque sea difícil no significa que no se deba hacer.

La transición energética para descarbonizar la economía obliga a rediseñar la política pública. Inclusive China y EE.UU. están empezando a ver la consecución de minerales verdes no como un tema sostenible sino de seguridad nacional. Entendiendo los retos que genera la minería verde, es mejor administrarlos que negarlos. Ya sabemos lo que ocurre cuando el prohibicionismo se mezcla con altos precios internacionales en el territorio.

Hay que invertir en conocer mejor el subsuelo y diseñar un esquema de regalías que refleje mejor instancias de precios altos. El proceso de explotación debe aplicar los estándares ambientales más altos y alcanzar emisiones netas cero. Colombia tiene que contribuir a detener el calentamiento global. Si en el proceso miles de compatriotas salen de la pobreza, aun mejor.

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