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No hay propósito regional de América Latina ni de Colombia. Ninguna gran idea, ni proyecto que convoque más allá del estrecho interés nacional. Al superar conversaciones de guerra fría, con Carta Interamericana y sin Tratado de Libre Comercio de las Américas, hay agotamiento multilateral. La agenda de oposición a los abusos de Nicolás Maduro en Venezuela, aunque bien intencionada, es incompleta como compás de relaciones internacionales. Cenicienta en los debates presidenciales, esta vez las relaciones internacionales no deben ser ignoradas, los candidatos nos deben decir para dónde van. Estamos a la deriva.
Un proceso de integración económica al estilo de la Unión Europea para las Américas está varado. Entre los países del Alba, la militancia proteccionista, y el sentir Anti-Yankee mataron el libre comercio desde Canadá a la Patagonia. Los esfuerzos sub-regionales como Mercosur y Comunidad Andina son más obstáculo que avance. Al no profundizar con la Alianza del Pacífico nos quedamos sin propósito regional. Con la equivocada decisión de no participar del Acuerdo Transpacífico, área de comercio de la Alianza del Pacífico (sin Colombia) más Canadá, Australia, y el este de Asia menos China, quedamos en nada. Se rechazaron motores de crecimiento que van a más de 6% del PIB.
En 40 años no ha cambiado la participación de exportaciones ni importaciones como porcentaje del PIB en Colombia. El incremento del comercio de valor agregado en países emergentes aumentó 19%, toda América Latina solo 0,1%. Sin la prospectiva de ingresar en cadenas de valor internacionales, el comercio no será una fuente de crecimiento ni para bien ni para mal. La tramitología nacional hace difícil exportar o importar. En Colombia los productos tardan dos días más en trámite logístico que en los otros países de la Alianza Pacífico.
Ahora sin opciones de libre comercio, se podría desarrollar una agenda de integración de mercados. Con casi los mismos operadores, se podrían integrar los mercados de telecomunicaciones. La eliminación de costos de roaming y la reducción tarifaria en celulares son mangos bajitos. Se neutralizaría la posición dominante de operadores en varios mercados.
Al país le convendría integrar su mercado de energía con Centroamérica, Ecuador, Perú, y Chile. Si el despacho fuera por eficiencia, nuestras hidroeléctricas reinarían. Al mismo tiempo, no sería necesaria nuestra holgura en generación, en época de El Niño la integración permitiría suplir nuestras necesidades energéticas con despachos internacionales. En el cumplimiento de las metas de la COP21, tendría sentido un solo mercado regional de bonos de carbono. Ya estamos tarde en crear una bolsa de valores regional.
El potencial de integración de mercados tiene más ejemplos: los servicios médicos, la acreditación educativa, la competencia bancaria, etc. No es que la Cancillería y Ministerio de Comercio que han liderado pierdan su relevancia, pero sin consensos en comercio o política, les tocará cooperar más. La integración regional del futuro va a requerir de presidentes pragmáticos y propósitos claros. Puede que avanzar para toda la región sea imposible y nos toque empezar solo con algunos vecinos y Centroamérica, pero tendríamos nuevamente propósito.