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La economía colombiana creció 2% en el segundo trimestre de este año. La mayoría de analistas espera que el crecimiento del PIB para este año sea a lo sumo 2,5%. Tanto el Banco de la República como el Gobierno revisaron a la baja su expectativa de crecimiento para 2016. Los rasgos más sobresalientes detrás de esta cifra son: el sector minero se halla en contracción, el sector comercio refleja el debilitamiento en la demanda, y la construcción menos dinámica.
Sin embargo, el problema no es realmente el año 2016, ni 2017, pues con alta probabilidad los próximos dieciocho meses exhibirán aún tasas de crecimiento de los negocios poco auspiciosas. El problema del crecimiento es lo que puede pasar en los próximos cinco años.
El choque petrolero, del que se habla hace ya 2 años, reveló a una economía colombiana menos sólida de lo que se esperaba. Se demostró una dependencia mayor que la estimada, en los ingresos derivados del petróleo, las exportaciones, y en la tasa de cambio, y por ese canal, en la riqueza de los colombianos. Es equivocado pensar que el petróleo y la minería pesan sólo 7% del PIB. El canal cambiario y el impacto sobre la inversión llevan a que el peso del petróleo sea mucho mayor sobre la actividad económica.
Al contraerse el sector minero energético, como resultado de la dramática caída del precio del petróleo, se ha hecho evidente que no existe un sector lo suficientemente sólido para reemplazar al sector petrolero como dinamizador de la economía. La construcción, que unos años atrás crecía a tasas de dos dígitos, presentó un crecimiento de apenas 1% en el segundo trimestre, reflejando tanto el impacto de la menor construcción por parte del sector petrolero, cómo la menor disponibilidad de recursos fiscales para estimular el sector con programas como el de viviendas gratis.
La industria presentó la mayor tasa de crecimiento (6%), resultado en su mayoría atribuible a la Refinería de Cartagena, que estuvo cerrada la mayor parte del año pasado. El resto de la industria (a excepción del sector de bebidas), aun exhibe un crecimiento débil. El efecto base de Reficar podría agotarse a lo largo de los próximo doce meses, por lo que su impacto sobre la industria manufacturera declinará.
Los efectos indirectos se sienten en el sector comercio, que creció 1,4%, lo que se explica con un desempleo que muestra señales preocupantes, y un menor consumo privado.
En el corto plazo la economía colombiana no cuenta con un sector lo suficientemente dinámico para jalonar la actividad económica. La paz, que tanto anhelamos todos los colombianos, se va a encontrar con una economía débil, a la que se le pondrá el peso adicional de financiarla. Sin duda el sector petrolero será el principal beneficiado de la paz, en la medida que se acaben los costosos ataques a oleoductos. Sin embargo, otros detractores de la actividad minera, como los conflictos con las comunidades pueden exacerbarse ante la validación a la protesta social.
El entorno petrolero no va a cambiar en el corto plazo; los más optimistas esperan que el petróleo alcance US$80 en el próximo lustro. Los precios permanecerán bajos y el tipo de cambio débil. Para que la economía vuelva a crecer se debe estimular la inversión privada y la innovación, reducir la dependencia en el gasto público, promover la competencia, reducir los costos de producción de la industria y facilitar el acceso a nuevos mercados. Sólo con una economía sólida, jalonada por el optimismo del sector privado, podrá realmente materializarse el dividendo de la paz.