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Qué la desigualdad es uno de los mayores problemas de Colombia no es difícil de aceptar. Múltiples estudios sobre el tema publicados por el Banco Mundial o la Ocde entre otros, registran el poco avance que hemos logrado y la persistencia de situaciones que avergüenzan. De acuerdo con un estudio de la Ocde difundido a principios de este año y sobre el que hicieron eco varios medios de comunicación, para que una familia colombiana salga de la pobreza tienen que pasar 11 generaciones.
Mas allá de sí somos el país más inequitativo del mundo, como muchas veces se repite por parte de algunos, hacemos parte de una región en la que la mayoría tenemos indicadores y problemáticas similares y de gran complejidad. Y aunque desde hace décadas hemos escuchado con frecuencia el lanzamiento de agresivas políticas y programas para enfrentarla, las recetas que hasta el momento hemos utilizado no han probado ser eficaces para solucionarlo. Hoy no estamos mucho mejor que hace cuarenta años, a pesar de que aquí en el país hemos avanzado en frentes complementarios como la lucha contra la pobreza o la cobertura en salud.
Muy influido por esta realidad tuvimos un resultado electoral que llevó a la Presidencia a la propuesta que en teoría más preocupación tenía con resolver esta situación. Desde su victoria, las declaraciones de sus distintos representantes han reiterado la intención de tomar medidas que logren transformar lo que políticas anteriores no han logrado, de ahí el eslogan de “el cambio”. Y sí. Repasando las prioridades legislativas que se han anunciado se viene la reforma tributaria, la numero 22 desde 1990, la reforma rural integral, la reforma a la salud, la creación del Ministerio de la Igualdad, el paso de la Policía Nacional a un nuevo ministerio, la reforma política, y muchas más.
Estas propuestas, la mayoría de las cuales apenas están en etapa de diseño, buscan promover la equidad en el campo, en temas de género, en acceso a la salud y en general, generar mayor igualdad. Bienvenidas todas las que de manera eficaz logren mejorar el acceso a oportunidades que, durante décadas si no siglos, han estado limitadas para la gran mayoría de los colombianos.
Pero no se puede descuidar el otro lado de la ecuación. Si no hay creación de riqueza no hay nada para repartir. Por eso sorprende que, con tantas propuestas, hasta el momento no se hay conocido ninguna orientada a simplificar y hacer menos restrictiva la regulación existente, o a mejorar la productividad o a ampliar la competencia. Pareciera que la visión predominante en la nueva administración es quitarle a unos para entregarle a otros en lugar de enfocarse en ampliar las oportunidades para que multiplicar las oportunidades, para que se abran nuevas empresas, para que se pueda acceder con más facilidad a financiamiento para el emprendimiento, para que se pueda exportar más o se pueda generar mayor valor a través de la innovación. Eso es el verdadero cambio.
Quedarse en lo primero vende mejor, es más fácil y crea una masa dependiente de recibir lo que se le quita a los que más tienen. En nuestra región abundan ejemplos. Hace ya algunos años un artículo del Financial Times hablaba de la “fábrica de la pobreza” en que uno de los partidos políticos de Argentina se había convertido gracias a su política redistributiva. Si esta le conseguía votos, lo que había que hacer era mantener a los votantes en la pobreza y generar una dependencia.
Es evidente que hay q acabar con la desigualdad en Colombia. Para esto no solo hay que trabajar en repartir mejor, sino en aumentar lo que se puede repartir. Esperemos que este gobierno sea consciente de este equilibrio.