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Tuve la suerte de dar con un muy buen libro estas vacaciones de navidad. En realidad parece más una investigación académica agrandada, pero es de una pertinencia absoluta. Se llama “La Ley y la Trampa en América Latina: porque optar por el debilitamiento institucional puede ser una estrategia política” y es escrito por María Victoria Murillo profesora de la Universidad de Columbia, Steven Levitsky, profesor de la Universidad de Harvard y Daniel Brinks, profesor de la Universidad de Austin.
Creo desde hace muchos años que uno de los mayores grandes problemas para el progreso no solo de Colombia sino en general de los países latinoamericanos, es la debilidad de sus instituciones formales. He escrito en el pasado sobre ese tema y es uno de los que más me apasiona. Mas allá de recomendar su lectura, hay algunos elementos que se describen en el libro y que creo que se aplican a nuestro país.
Uno de los principios que se espera sea observado en regímenes democráticos en los que rige un Estado de Derecho y las instituciones son robustas, es el de que los funcionarios públicos van a hacer todo lo que puedan para que se cumplan las leyes y se respete la constitución. Sin embargo, de acuerdo con los autores, en aquellos con instituciones débiles, son los mismos funcionarios los que deciden no aplicar las normas. Claro que en los países con instituciones fuertes hay funcionarios que no cumplen con este deber. Seguro hay más de uno que acepta sobornos o se deja comprar, pero en términos generales, quienes llegan al poder respetan las reglas establecidas.
Caso contrario de lo que vemos muchas veces aquí. Se me vienen dos episodios a la cabeza. La aprobación de la reelección y el triunfo del “no” en el referendo respecto de las negociaciones de la Habana. En ambos eventos los funcionarios públicos con mayor poder en el país decidieron que a pesar de las normas, lo que debía primar eran sus deseos, seguramente porque consideraban que eran los mejor para el país. En el libro ese tipo de actuaciones las denominan como “window dressing” o “instituciones puramente decorativas”, porque a pesar de la existencia de instituciones formales los actores estatales simplemente no aplican las reglas que estas establecen.
No quiero imaginarme el despelote que se hubiera armado en el Reino Unido si el Primer Ministro David Cameron, o su sucesora Theresa May, hubieran decidido un día que el referendo sobre mantenerse o no en la Unión Europea debía echarse para atrás, porque iba en contra del camino que ellos pensaban era más conveniente para su país.
Hace ya casi 10 años que James Robinson y Daron Acemoglu publicaron “Porque Fracasan los países: los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza”, un libro en el que establecían las causas del atraso de países como el nuestro y lo atribuían a la ausencia de instituciones políticas y económicas estables y robustas. El libro de María Victoria Trujillo y la investigación que lo soporta va en la misma dirección e incluso va un poco mas allá: la debilidad institucional le sirve precisamente a aquellos que se benefician de ésta, por lo que de manera consciente o no, la han convertido en una estrategia.
Siendo las cosas así, cómo hacemos para fortalecer las instituciones si cualquier acción en ese sentido va en contra de aquellos cuyas decisiones tienen un mayor peso en la construcción de las mismas?