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Es un hecho: la nueva realidad aún no se devela por completo. El deseo, más que la racionalidad, nos impulsaba a creer que con el final de 2020 también se acababa una crisis, que ahora luego del primer mes de 2021 vemos como se alarga. Sin embargo, los gobiernos, los empresarios, accionistas, directivos y en general, toda la sociedad estamos inmersos en la misión de reconstruirnos a partir de la incertidumbre y de este extraño ambiente que ha traído la pandemia y sus consecuencias. El panorama aún es complejo, pero finalmente en las dificultades, es donde realmente nos damos cuenta de qué estamos hechos.
La ventaja de hoy es que ya tenemos una buena idea de lo que se trata el tema de la pandemia y de cómo buscar mover nuestros negocios y orientar nuestras actividades.
El desarrollo de las vacunas se llevó a cabo en tiempo récord y aunque nuestro país está rezagado en la entrega e inicio de la vacunación, debemos aprovechar esta circunstancia para crecer en aprendizaje, experiencia, responsabilidad y observación a los demás. El cuidado propio, de nuestras familias y de toda la sociedad debe ser todavía un objetivo prioritario. Es hora de mirar lo que ha ocurrido en España, Reino Unido y otros países donde el proceso de vacunación ya inició y, no ha sido particularmente “de mostrar”.
Con respecto a las organizaciones que dirigimos, los retos se acrecientan y los desafíos pueden convertirse en oportunidades. El año pasado descubrimos, para bien y para mal, que era no solo posible sino necesario tomar decisiones en medio de la tormenta; una crisis que azotó sin precedentes los nuevos modelos económicos y organizacionales que con esfuerzo se venían descubriendo y construyendo.
Se aceleró la implementación tecnológica y quienes lo hicieron más rápido hoy cuentan con una ventaja competitiva en un frente estratégico que llegó para quedarse. No obstante, la tecnología no puede ocupar un único punto en las agendas de los accionistas, las juntas y los presidentes de las empresas.
¿Cuáles serán nuestros propósitos directivos y estratégicos para este año que ya inició y transcurre sin clemencia con cifras económicas y sociales que aún no tienden a mejorar?, ¿hemos observado nuestras estructuras (seguramente diezmadas) para así determinar si podrían quedarse siendo más livianas?
A diario, el entorno y hasta los mismos competidores propician posibilidades para abrir nuevos mercados, ¿ya lo habíamos notado?
El papel de las juntas directivas es y será determinante. Es necesario que los miembros de éstas estemos cada vez más preparados y que la apertura al cambio no se reduzca a una moda sino a una consciencia plena del rumbo en el largo plazo. A pesar de las circunstancias, las juntas cuentan con la responsabilidad de visualizar y ubicar a su organización en un futuro que exigirá del mundo empresarial un desarrollo ambiental, económico y social; en otras palabras, un desarrollo verdaderamente sostenible. Con base en lo anterior, la experiencia nos lleva a afirmar que el mejor balance (costo-beneficio) que se puede hacer para una organización se fundamenta en el diseño, balanceo e inversión en la mejor junta directiva posible, con importante presencia en ella de miembros independientes y de orígenes diversos.
Nuestro entorno clama por organizaciones sólidas, sostenibles, con propósito y, sobre todo, más humanas. Al respecto, la semana pasada en el Foro Económico Mundial enfatizó el profesor Klaus Schwab: “necesitamos movernos a un mundo que sea mucho más consciente del bienestar de la gente”. En este sentido y si queremos afrontar el futuro minimizando riesgos cuyas consecuencias serían irreparables, el ser humano no debería perder su protagonismo.