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Debemos afrontar desde la valentía personal y directiva la incertidumbre. Nadie estaba preparado para una coyuntura como la que estamos viviendo, ni la comunidad científica, ni tampoco los grandes teóricos de la economía, ni las empresas. No nos imaginábamos una pandemia en un mundo de fronteras casi inexistentes: una pandemia global.
¿Qué hacer ahora? ¿Cómo sacar a flote nuestras familias, nuestras organizaciones e, incluso, nuestra propia vida en medio de la desazón que sorpresivamente nos ha traído este 2020?
Hace apenas unos meses nos enfocábamos en el crecimiento de nuestras organizaciones teniendo en cuenta las variables propias de una economía colombiana que, en medio de las dificultades y con el esfuerzo y la recursividad que nos caracteriza, logró sobresalir en 2019, ser ejemplo para la región y proyectarse muy bien para el presente año.
Sin embargo, pareciera que las cifras de las últimas semanas no pudieran ser más desalentadoras. En su más reciente informe, Fedesarrollo estimó el “crecimiento” de nuestra economía entre un -2.7% y un -7.9%, cifra sin precedentes en lo negativo y que resulta, como mínimo, desoladora. Además, tengamos en cuenta el contexto en el que se da esta mala noticia: según el reporte del COVID-19 Dashboard, diseñado por el Center for Systems Science and Engineering de John Hopkins University, el dato de contagiados supera los 5’100.000 en todo el mundo. Las muertes, cuando usted lea este artículo, habrán tristemente superado las 340.000 y seguirán en aumento.
Los ejecutivos que sobresalgan serán aquellos que pongan en práctica toda la experiencia acumulada durante los momentos de tormenta en el pasado, o que, sin tenerla, sean tan abiertos, flexibles e imaginativos para diseñar lo que será avanzar en esa nueva normalidad. Pero, no será suficiente. Es hora de crecer en todos los ámbitos de la vida, de aprovechar el tiempo en familia o con nosotros mismos para redescubrirnos y aprender a valorar lo esencial, para entender y disfrutar esos nuevos básicos en tantos aspectos y dimensiones.
Hoy el panorama parece lleno de adversidades, pero… ¿hemos explorado lo suficiente? ¿Somos hoy en día estratégicos y activos, o la angustia nos arrastró a alguna de estas peligrosas orillas: la indiferencia, el micromanagement o peor aún, la parálisis? ¿Y sí estaremos dispuestos a reenfocarnos? ¿Y tendremos el entusiasmo o la motivación para hacerlo? Y si aún nos cuesta visualizarlo, recordemos la frase que Mario Benedetti hizo famosa: “Cuando teníamos todas las respuestas, nos cambiaron las preguntas".
Miremos con más detenimiento el horizonte cercano. A pesar de las noticias, cifras y datos desalentadores, hay luces de esperanza. Aquel ejecutivo que dirija con determinación, coraje, alegría y confianza no solo sobrevivirá, sino que estará a la vanguardia de una nueva generación empresarial que posiblemente será recordada como la más valerosa y creativa al momento de superar verdaderas crisis. Recordemos que la organización se permea de las actitudes y ejemplos de sus directivos y, en ese sentido, hoy más que nunca el destino de las organizaciones corre por cuenta de quienes están al frente.
Las nuevas generaciones de ejecutivos cuentan con una alta dosis de innovación cuyo resultado ha sido un sinfín de soluciones creativas para un mundo que no solo debe reponerse al virus, sino a las devastadoras consecuencias generadas por la incertidumbre. Con satisfacción pensemos que la mayoría de esas ideas y soluciones han surgido de verdaderas habilidades directivas y de la profunda motivación para superar esta calamidad.
No necesariamente hay que volver a la normalidad. Las circunstancias nos obligaron a salir de ella, pero de nosotros depende sacar el máximo provecho, no solo empresarial sino para mejorar como personas. Debemos compartir cada vez más, ser solidarios y si ya lo éramos, debemos serlo aún más. Darle más cabida a la compasión y a la tolerancia. Podemos, empezando con quienes nos rodean hacer que se convierta en una realidad diaria y constante la expresión alemana: “Alegría compartida es doble alegría. Tristeza compartida es media tristeza”.