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Me cuenta el joven aprendiz de “El Río y la Roca” que una mañana en la montaña lejana, contemplaba cómo el río fluía con fuerza y sin parar; encantado con su forma, siguió su curso hasta ver cómo se encontraba con una enorme roca en su camino, llamó su atención cómo el río continuó y no se detuvo, por el contrario, corrió alrededor de la roca con profunda suavidad.
Esta escena le hizo acercarse a su maestro y preguntarle: “¿Maestro por qué el río no intenta con su fuerza mover la roca?”. Me cuenta que el maestro le respondió: “El agua no necesita romper la roca, al fluir alrededor de ella sigue su camino sin forzar nada, poco a poco y con el tiempo la roca se desgastará”.
La metáfora del agua en el taoísmo, filosofía y tradición espiritual china, representa uno de sus principios esenciales, el “Wu Wei”, término que concentra sus bases en fluir con el orden natural del universo, sin forzar en exceso, y según ello, entender que el poder no está en la fuerza, sino en la constancia, en la capacidad de adaptarse y de fluir, así pues, el agua representa el camino de la no resistencia, de la no acción forzada, de actuar con la idea de superar los obstáculos, respetando la naturaleza de la vida. En “Wu Wei”, el sabio no lucha contra la corriente, se mueve con ella de manera efectiva para permitir que todo suceda.
La hermosa metáfora del agua nos invita a pensar en la importancia de ser como ella, flexible y adaptable con las circunstancias de la vida para superar y disolver la dureza y la rigidez de ciertas situaciones que debemos enfrentar, ser como el agua para fluir sin detenernos, nos ayuda a vencer las dificultades sin violencia y a concebir la abundancia como un proceso continuo, pues las oportunidades y la prosperidad llegan de manera natural si no hay bloqueos o resistencia, el agua no tiene forma propia, es flexible, está asociada también con ciertos procesos de paciencia y perseverancia, lo que nos es supremamente útil apropiar para comprender que todo tiene un momento adecuado y una forma de resolverse, sin rendirnos, pero sin generar presiones innecesarias e inadecuadas.
Creo firmemente en el diálogo de dos mundos, el de los hechos y el de sus interpretaciones y significados más profundos, me pregunto entonces en esta ocasión: ¿En qué áreas del camino nos estamos resistiendo al flujo natural de la vida? ¿En qué situaciones debemos soltar el control y permitir que las cosas tomen su curso espontáneo y adecuado? ¿Podremos algún día ser como el agua? ¿Acaso no somos, en un altísimo porcentaje agua? Científicamente está comprobado, si conectamos con el agua y su significancia, todo puede circular en nuestra vida en el sentido correcto, el agua representa el poder de la evolución, nos expone una enorme capacidad renovación y cambio, es la memoria de la transformación, es el verdadero lenguaje de la vida.
La lluvia ha regresado y, con ella, el agua y su metáfora, alegría en los embalses, en las plantas hidroeléctricas, luz y esperanza en la seguridad energética y, por supuesto, alegranza en el espíritu por sus múltiples alegorías.