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Analistas 20/03/2025

Movimiento

Yamid Amat Serna
Creador conceptual

Tomé un café recientemente con un físico, con una médica, con una psicóloga, con un filósofo y con un empresario. Los abordé para conocer y entender su posición sobre el movimiento; fueron horas de fascinante aprendizaje. Mi aproximación a ellos vino a raíz de un comentario que me formuló un buen conocido cuando se enteró de alguna de mis decisiones actuales. Me dijo: “Eh, tú sí no te quedas quieto”. Reconozco que no alcancé a detectar la intención en su tono, pero sí me llevó a investigar un poco más al respecto del tema. Entonces, serví la mesa y los invité.

De la charla con el físico entendí que el movimiento es una propiedad fundamental del universo. Desde la mecánica de Newton hasta la relatividad de Einstein, incluyendo las estructuras cuánticas, la física ha descrito con lujo de detalles como todo en el cosmos está en constante cambio y como nada está realmente en reposo.

La conversación con la doctora me enseñó que el movimiento es sinónimo de vida, pues desde la célula más simple hasta el organismo más complejo, todo ser vivo se mueve de alguna manera; el cuerpo humano es un sistema dinámico en constante cambio.

La psicóloga expuso su respuesta basada en las emociones, pues bien es cierto que las emociones no son estáticas; por el contrario, fluyen, cambian y evolucionan. El movimiento emocional es necesario para procesar experiencias, para adaptarnos a nuevas realidades y para encontrar equilibrio. Cuando una emoción se estanca, el bienestar se ve afectado. La tristeza, la alegría, el miedo, la rabia no son estados permanentes.

El filósofo me advirtió que el movimiento ha sido tema central de estudio y análisis en la filosofía básica y profunda, pues el pensamiento está asociado a la transformación, a la evolución y a la construcción del sentido de la vida, y en ello, por supuesto, el movimiento es insumo fundamental

El empresario fue más pragmático, dejó planteado en el ambiente que, desde su experiencia, el éxito no es para quien espera, sino para quien se mueve, según él, en los negocios como en la vida, la inmovilidad es el mayor riesgo; “los mercados cambian, las oportunidades no esperan, si no te mueves, alguien lo hará por ti, la clave no es adaptarse, sino adelantarse.”

Todos me nutrieron, corroboraron un instinto que me acompaña y me dice que la naturaleza nos muestra que el movimiento es la norma, que la inactividad todo lo atrofia, que nada esta quieto nunca, ni el universo, ni el tiempo, que movernos es existir, es sentir, es trasformar, que cada cambio es un acto de presencia, que el movimiento es lenguaje, que todo se desplaza, que todo vibra, que todo se modifica, que no es posible detener la vida a cambio de la comodidad, que todo lo que se estanca; se pudre. El cuerpo inmóvil se debilita, la mente rígida se marchita, el ser en inacción no trasciende a sus creencias limitantes, la ausencia de movimiento hace que el aprendizaje sea esquivo, que se pierda la perspectiva, el hombre que no se mueve se desvanece, las empresas en quietud se hacen obsoletas, reducen sus competencias y desaparecen, sin dinamismo la inversión se paraliza, la productividad se viene a pique y las oportunidades se reducen.

En el movimiento habita la renovación, la fuerza que opaca el miedo, la valentía, la creación, la libertad, la prosperidad, la vida en su máxima expresión, el presente, la posibilidad inesperada, el conocimiento y el aprendizaje, la evolución. Crecer implica moverse.

Nada que esté vivo permanece inmóvil; lo que no se mueve se paraliza, lo que se paraliza se marchita, lo que se marchita desaparece. En la naturaleza, en el cuerpo, en los negocios y en la vida, moverse no es una opción, es la única manera de existir; solo quien se moviliza avanza, la pregunta no es si debemos movernos, la pregunta es: ¿qué nos detiene?