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¿Cuánto tiempo estamos ansiosamente expuestos ante una situación que nos exige tener una opinión puntual de las cosas? Es más, más que una opinión, una postura determinada sobre ellas; tajante, absoluta y por ahí, si es extrema, mejor.
La posibilidad que nos brinda la conectividad de hoy tiene amplios beneficios, por supuesto, pero esa misma inmediatez, también nos inhibe y expone ante una situación brutal, algo así como a un afán nervioso, una tempestad, un deseo que se transforma en necesidad de resolver posturas, ecuaciones, decisiones, posiciones a la mayor brevedad, de manera aún más inmediata, aniquilando los espacios de cuestionamiento, exploración, ponderación y reflexión, tan valiosos y necesarios en la construcción de una opinión e invitándonos a omitir variables importantes en la edificación del criterio, el fundamento, el soporte y la base.
Evidentemente el mundo de hoy premia la rapidez por encima de la profundidad, es mucho más valioso responder rápido a comprender, nos estamos negando la bella oportunidad de observar la vida con mayor amplitud y olvidamos que las decisiones rápidas, también pueden ser parte de un atajo que a mediano plazo nos desvían y alejan de las realidades que verdaderamente buscamos.
Vivimos apresurados, con apuros permanentes por resolver posturas políticas, ideológicas, gerenciales, de género, vivimos entre la euforia y el arrepentimiento y hemos omitido que no se trata de llegar al puerto al que otros ya han llegado y descubrir así lo que otros ya descubrieron, ese camino engañoso es respuesta a la ansiedad que convoca la urgencia extrema, un rumor apocalíptico se ha ido apropiando de las respuestas y nos ha apartado de descubrir el saber interno, cosa imposible de conocer en medio del vértigo y el frenetismo.
Hemos olvidado el valor de la pausa y sin ella el de la serenidad, la pausa sin duda es un acceso a la claridad, no es una renuncia, ni una pérdida de tiempo, no solo es un descanso, es un espacio donde la lucidez puede surgir, es una forma vital de quitarle fuerza a la presión y volumen al impulso, no todo lo que parece urgente realmente lo es, debemos reformular la urgencia para recuperar la atención, pues la división mental causada por la sobre información ha impuestos cargas en todos los aspectos de la vida, cargas que matan y aniquilan.
La inmediatez es un espejismo cargado de tortura que parece ser imprescindible pero realmente perturba, en tiempos tan pensados, con tanta densidad y extremo, con desafíos permanentes, la pausa es un llamado necesario, nos permite ver con nitidez en medio de la niebla, la pausa es un regulador emocional que evita la saturación, la pausa da espacio al análisis, contempla perspectivas diferentes, considera impactos, nos brinda mesura, evita que todo sea transaccional, abre espacio para conversaciones esenciales, es un acto de sensatez, la pausa no es obstáculo para la vida moderna, es una forma de ejercer control y orden sobre nosotros mismos, ambos, fuerza fundamental para el equilibrio.