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Para nadie es un secreto que el COVID-19 ha acelerado muchísimos procesos y tendencias en el mundo entero; según firmas expertas como Mckinsey & Company, en 5 meses el mundo ha evolucionado el equivalente a 10 años, en lo que se refiere a digital. Uno de los temas más relevantes y visibles en Colombia ha sido la transformación digital en la que muchas compañías y sectores, como el sistema financiero, por ejemplo, ya veníamos trabajando.
Esta aceleración se ha convertido en una oportunidad, pero además nos ha entregado a quienes trabajamos en el sector una responsabilidad y un propósito superior para trabajar inspirados en los nuevos valores de la sociedad, en donde lo esencial se ha vuelto prioridad y en donde la economía colaborativa y la reactivación económica son fundamentales para el progreso de nuestro país. Igualmente, nos ha permitido estar más cerca de nuestros clientes, facilitarles su día a día y estar a la vanguardia generando soluciones que acompañen verdaderamente sus necesidades.
Con el propósito de atender adecuadamente este fenómeno, se nos exige como sector entregar servicios ágiles, flexibles, y sobre todo oportunos. En esta misma línea, tenemos la responsabilidad de garantizar un servicio de calidad en todo el sentido que abarca esta palabra como confianza y seguridad para los clientes, simplicidad en los procedimientos, y por supuesto una infraestructura tecnológica preparada para la atención permanente.
La pandemia aceleró el impulso por reducir el efectivo, pero este sigue siendo un país del efectivo y la muestra está en que el 82% del gasto de los hogares se hace con esta forma de pago. El crecimiento del e-commerce se ve limitado por falta de acceso y aceptación de medios de pago, la gente puede tener la plata, pero no tiene como pagar en línea y la muestra está en que 50% del e-commerce es off-line, pago en efectivo, contra entrega o en un punto de recaudo.
Para sumar a la situación, vivimos en un país, en el que según el último CONPES, Política Nacional de Inclusión y Educación Económica y Financiera, tan solo el 36,6% de los colombianos tienen un crédito formal, en general tenemos bajo acceso a financiamiento y alta informalidad del crédito, lo que exige a quienes trabajamos en el sector una reinvención e innovación constante para facilitar la vida de los colombianos.
La inclusión digital es la democratización del acceso a tecnologías de información para mejorar las condiciones de vida y en el sector financiero, esta aceleración tecnológica se ha configurado como una palanca para la inclusión financiera, un propósito por el que apostamos día a día en Tuya, que se materializa en una oferta de servicios financieros que al final del día le abre las puertas del sistema a poblaciones que aún se encuentren excluidas o subtendidas por el sector. Billeteras digitales, tarjetas adaptadas a las distintas realidades, créditos digitales, chatbots, la creación de un ecosistema para que el cliente encuentre todo en un mismo lugar, son algunas de las promesas de valor que hacen parte de esta realidad de la banca digital.
De acuerdo con el Índice de Calidad de Vida Digital 2020, una investigación global sobre la calidad de bienestar digital en 85 países, los colombianos debemos trabajar más que el promedio mundial para poder costear las conexiones de internet móvil. Si bien hay que reconocer que en los últimos años se han tenido avances en la materia, y hoy ya tenemos alrededor de 24,3 millones de conexiones a internet, todavía hay brechas que cerrar para hablar de una verdadera inclusión digital.
Claramente, esta transformación tecnológica que impulsa la inclusión digital, y esta a su vez la inclusión financiera, tiene que estar acompañada de una enorme estrategia de educación que permita interiorizar el uso de la tecnología, humanizar lo digital y propicie un acompañamiento real; no es solo generar y ofrecer la tecnología en el sistema, es acompañar para el correcto y responsable uso de la misma, entendiendo que aún existen brechas en términos de adopción digital impulsadas en muchos casos por la desconfianza que todavía tienen algunos grupos poblacionales hacia la tecnología.
Lo anterior, se traduce en una gran tarea que tenemos frente al empoderamiento de nuestros consumidores, un empoderamiento que trasciende el uso responsable de los distintos productos financieros y por supuesto de la tecnología que hoy ponemos en sus manos, entregándoles conocimiento, información y poder para que tomen las mejores decisiones.
Finalmente me parece importante aclarar que la responsabilidad para superar los retos que vivimos en Colombia frente a la inclusión digital en el sistema financiero, no debe caer sobre un actor particular. Esto se logrará realmente bajo un trabajo articulado en el que participemos los distintos actores del sector privado, los nuevos jugadores del sector financiero, el sector público y por supuesto de la academia. De esta manera y sumando esfuerzos, experiencia y conocimientos podremos cerrar las brechas y llegar a soluciones que nos acerquen cada vez más a la inclusión financiera de los colombianos apalancada en la banca digital.