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Entrevista con Alejandro Corrales, cafetero de Belén de Umbría en Risaralda.
¿Cómo le fue este año?
Para mí es el más difícil de toda mi historia cafetera. Hemos tenido crisis y hemos pasado por todas. Pero esta época es la peor. Nunca había tenido una crisis tan fuerte.
Entonces, ¿los subsidios no han ayudado a aliviar la situación?
Los subsidios no son garantía de que yo esté produciendo por encima de los costos de producción. Y la explicación a mi afirmación, de que este es mi peor año, está en que por primera vez cuando vendo el café estoy por debajo de mis costos. Es decir, en los once meses de este 2013, siempre he vendido a pérdida. Mis costos están entre $65.000 y $70.000 por arroba. En 2012 vendí por encima de mis costos y el subsidio era solo de $2.000 en el último trimestre. Hoy estamos vendiendo a menos de $40.000 y recibimos $16.500 en auxilio. Esa es la radiografía de los cafeteros del país.
¿Cómo va a salir de esta?
Los cafeteros no tenemos la opción de decir me retiro. Tenemos que seguir en el negocio y aumentar la productividad hasta donde podamos y ya hay muchos que estamos llegando a los umbrales y no es posible incrementarla más. Ese margen de maniobra que tenemos para enfrentar la crisis, que es aumentar la productividad y reducir los costos, se nos está acabando. Pero el cafetero no tiene el músculo para decir, paro de ser cafetero y me vuelvo citricultor. La esperanza es que el Gobierno vea la importancia en lo social y económico del sector y lleve el auxilio (PIC) a los costos de producción, mientras pasa la crisis que espero sea coyuntural.
Pero la Fedecafé parece más optimista…
El gerente no es fiel representante de los cafeteros. Una cosa es tener positivismo y esperar que la situación cambie, pero otra es que en momentos cruciales, cuando se bebe hacer una radiografía clara y real de la crisis, no se haga. Él (Luis Genaro Muñoz) no hizo el diagnóstico que debió hacer.
Las cifras oficiales dicen que el café impulsó el PIB…
Ingresos se puede mostrar. Aumenta la producción entonces incrementa el dinero movido pero eso no garantiza la utilidad. Se puede ver que la cosecha pasó de 7,8 millones de sacos a más de 10 millones este año. Pero a los cafeteros no nos quedó esa plata y es triste ver que las cifras muestran una cosa y en el campo se ve otra muy distinta. Es muy fácil decir que hay menos pobreza desde Bogotá.
¿Qué hay que hacer con la institucionalidad?
Debe ser capaz de reformarse. Debe volver el gremio a controlar y ser el dueño de la Federación que necesita tener personas que interpreten las necesidades de los cafeteros. Debemos ser capaces de reorientar la caficultura para encontrar las soluciones. No podemos pretender que todo cambie y que nuestra Federación quiera seguir siendo la misma.
¿Y eso incluye la gerencia?
El actual gerente no garantiza ningún cambio y la base cafetera lo siente distante. Si bien no va a subir el precio en la Bolsa de Nueva York o la tasa de cambio, si renuncia, hay que tener un gerente con nuevas propuesta y con capacidad de unir el gremio para empezar a buscar soluciones.