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El concepto tradicional de explotar los tratados de libre comercio a través de las ventajas comparativas hoy en día está más que revaluado.
David Ricardo explicaba que los países poseen ventajas comparativas cuando producen un bien o bienes a un menor costo de oportunidad (dejar de hacer otros bienes donde el país es menos productivo en favor del bien donde se existe más productividad a nivel doméstica), con relación a otros países que producían, los mismos bienes, si esa relación es inferior en mi país (a nivel de coste de oportunidad), tendremos una ventaja comparativa a nivel internacional. En términos prácticos lo que pretendía explicar Ricardo consiste en que un país debe concentrarse en la producción de bienes donde hay mayor eficiencia y dejar la producción de otros bienes de lado. Si este proceso es más barato en mi país, en relación con el extranjero que produce los mismos bienes surge la famosa ventaja comparativa.
Con este contexto gran parte de los países del mundo negocian los tratados de libre comercio, a fin de explotar y exportar sus ventajas comparativas. De grosso modo, este modelo de comercio tuvo un gran sentido al exportar bienes donde somos eficientes, en el caso colombiano commodities y algunos bienes del sector secundario como los textiles, autopartes y otros.
Sin embargo, las exportaciones generadas por este tipo de comercio dependen altamente de la oferta y demanda internacional del bien, así como de la tasa de cambio entre las diferentes monedas, no generan innovación ni mejoran la distribución del ingreso.
Adicionalmente, Krugman (2006) explicó que el fenómeno del modelo de gravedad del comercio internacional podría aumentar el comercio entre dos países como “la analogía con la ley de la gravedad de Newton: igual que la atracción de la gravedad entre dos objetos cualesquiera es proporcional al producto de sus masas y disminuye con la distancia, el comercio entre dos países cualesquiera es, permaneciendo todo lo demás constante, proporcional al producto de sus PIB y disminuye con la distancia”. Esta frase implica que el grado de crecimiento del comercio entre dos países depende de los PIB de los países que conforman los TLC y la distancia entre los mismos.
Este modelo quiere decir que debemos buscar socios comerciales con un gran poder de compra, sin embargo, el costo del transporte (o sea, el valor de la distancia entre los centros de producción y el consumidor, en términos de fletes), afectan de manera importante la competitividad de un producto.
Entonces, ¿cómo aprovechar los TLC que Colombia ha firmado? La respuesta es sencilla pero difícil de implementar: a través del desarrollo del comercio intra- industrial que se define como las exportaciones e importaciones simultáneas de bienes de una misma industria.
En términos prácticos los países desarrollados se exportan e importan simultáneamente los mismos bienes. ¿Por qué se da este fenómeno? Todos los bienes están diferenciados y un mayor grado de diferenciación implica que los consumidores no lo compran por su precio sino por su valor agregado y el servicio que este presta.
Según Moscoso y Vásquez (2004), “en teoría, el comercio intra-industrial puede acrecentar las ganancias del comercio gracias a una mejor explotación de las economías de escala, más que sobre el aprovechamiento de las ventajas comparativas derivadas de la producción”.
Aprovechar economías de escala
La importancia del comercio intra-industrial se centra en el mejor aprovechamiento de las economías de escala, así como en el desarrollo del valor agregado de los productos exportables. En términos prácticos, los países ricos exportan su ventaja competitiva entre sí, o sea productos de alto valor agregado.
Por el contrario, los países pobres exportan sus ventajas comparativas con los países ricos e importan sus ventajas competitivas de los países desarrollados que en la práctica son bienes con alto nivel de diferenciación.