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La habichuela es un tipo de fríjol que se caracteriza por tener vainas tiernas, que una vez cocidas se pueden consumir enteras y sin abrir. En otros países se las conoce con otros nombres como habas o judías acompañadas por el apellido ‘verdes’. En algunas zonas de Centroamérica y el Caribe se habla incluso de habichuelas ‘rojas’, para referirse a nuestro fríjol común.
En Colombia, según datos del Ministerio de Agricultura, la producción de habichuela se concentra en la cordillera Oriental, donde los departamentos de Cundinamarca, Huila, Santander y Tolima concentran más del 65% de la producción nacional. Sin embargo, necesario advertir que Cundinamarca concentra un 39,2% del total, y que en los municipios de Ubaque, Cáqueza y Choachí se produce el 42,3% del total departamental.
En términos de producción anual, Colombia produjo entre 2006 y 2010 una media de unas 53.000 toneladas, registrándose picos como las 62.134 toneladas cosechadas en 2008, y valles como las 47.166 toneladas recogidas en 2010.
Este año se vivió asimismo el peor rendimiento de la década del 2000, elevándose el promedio nacional a apenas 8.143 kilogramos por hectárea, siendo que hasta entonces se venían registrando cifras más cercanas a los 10.000 kilogramos. De hecho, durante este periodo se registró una muy intensa estación lluviosa.
Respecto a la relación que puede haber entre la humedad y la habichuela, el especialista de Corpoica Germán Sánchez León advierte que los cultivos de esta planta no se deben realizar en terrenos que se encharquen, pues existe un riesgo alto de que se pierdan. En ese sentido, insiste en la necesidad de realizar buenos drenajes, para lo cual los surcos se deben orientar con desnivel que permita evacuar por medio de la gravedad el exceso de agua.
Sin embargo, Sánchez advierte que es necesario mantener un sentido de las proporciones. Esas recomendaciones son particularmente importantes en las primeras etapas de la planta. En efecto, en el momento de la siembra es preferible regar previamente el suelo si está muy seco y, en general, durante las primeras etapas de la planta es necesario mantener una buena humedad, pues es en este periodo que se da el proceso de llenado de la vaina.
Por su parte, Sánchez también señala que “hay que tener una buena preparación de la tierra para eliminar malezas, malas hierbas, larvas e insectos que cumplen una parte de su ciclo en el suelo”. A su vez, si este es demasiado compacto es necesario soltarlo, pues de lo contrario el desarrollo del cotiledón puede verse comprometido.
En términos de semillas, es posible realizar acciones que prevengan o disminuyan el impacto de enfermedades y plagas. Por ejemplo, es recomendable adquirir nuevas semillas para cada siembra, y no guardar las de cosechas pasadas. Del mismo modo, para evitar los virus, Sánchez recomienda que estén certificadas y que ya vengan tratadas por el ICA.
En cuanto al rango de alturas en las cuales es posible sembrar las plantas, este va de los 100 a los 2.000 metros sobre el nivel del mar, y la temperatura en la cual estas pueden desarrollarse oscila entre los 16 y los 22 grados centígrados. Para la cosecha, que comienza hacia el día 50 y termina alrededor del 75, es necesario escoger el momento oportuno para cada sección de la planta.