Los viajeros cada vez se sienten más aprisionados en el aeropuerto El Dorado, que se quedó pequeño ante la alta afluencia de pasajeros, y a esperas de una ampliación que parece del reino del ‘Nunca jamás’. Con las cárceles sucede más o menos lo mismo. Hace 10 años el Gobierno viene entregando obras y remodelaciones, pero nunca suficientes ante la alta afluencia de criminales que compran tiquetes a la prisión a diario, gracias a nuestro deteriorado orden público.