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El postre cuesta entre $1.000 y $5.600 en las tiendas del mercado.
Escoger un helado por sabor favorito casi siempre termina siendo una tarea fácil, pues hoy las heladerías permiten combinar, escoger entre galleta o vaso y hasta adicionar toppings. Pero ¿qué pasa si pasamos a elegir por precio, servicio o experiencia?
Para Juan Pablo Granada, presidente de Index Costumer Value, “los helados son una compra netamente impulsiva que está motivada por un plan familiar o de descanso, por lo que en general, es un producto muy poco sensible al precio”.
Aún así, LR visitó cinco heladerías en la Zona T para comparar su oferta en helados sencillos. McDonald’s, Burger King, Oma, Crepes & Waffles y Mimo’s fueron las escogidas.
La semana pasada, sobre las 7:00 p.m., llegué a McDonald’s del Centro Comercial Andino. Para mi sorpresa solo habían dos personas en la fila de postres. La agilidad respondió a que ese punto cuenta con una fila aparte para la isla de helados, por lo que no tuve que esperar otras órdenes de comida.
Pedí un cono de vainilla sencillo. La cajera amablemente dijo que eran $2.200, pagué, recibí mi factura y al instante la crema de helado blanco y abundante estaba dando vueltas sobre la galleta. Lo recibí y califiqué con excelente la rapidez y sabor de McDonald’s.
Salí de Andino y caminé hasta llegar a Burger King. Por la hora, la caja de postres ya estaba cerrada, así que pasé a otra en la que solo estaba yo. Pedí un cono sencillo y, también amablemente, el cajero me cobró $1.000. Pagué y fui hasta la isla de postres a pedirlo. Quien atendía verificó la factura y al poco tiempo recibí el helado. Lo probé y puse un excelente al precio y al sabor, pese a que de salida empezó a derretirse.
Salí y caminé hasta llegar a Crepes & Waffles y un celador me recibió, pregunté por la heladería y muy amablemente dijo que estaba enseguida. Me dirigí a la caja y aunque la cajera estaba ocupada, me atendió al poco tiempo. Pedí un cono de un sabor y pagué $3.900 por él.
Fui con el recibo hasta la heladería y con el número de turno me pidieron que seleccionara un sabor. Pedí el de vainilla para hacerlo comparable. La mujer detrás de la barra atendió el pedido, formó muy bien el cono y me lo entregó envuelto en una servilleta como en los otros locales. Luego de probarlo, califiqué con excelente el sabor del helado, la galleta crocante y la posibilidad de haberme quedado a comer.
Mi penúltima parada fue Oma. Llegué y una mesera me recibió diciendo que era un placer atenderme. Preguntó si quería una mesa pero me dirigí directamente a la caja.
Pedí un helado en cono pero me dijeron que solo vendían en vaso y que el más sencillo tenía dos sabores. Pedí uno de esos y la señorita dijo que costaba $5.600. Tal vez por la hora la crema estaba derretida, así que ella se dio vuelta y lo cambió por uno completamente nuevo. Puso la cucharita y me lo entregó “con mucho gusto” en la barra. El cambio de helado y la amabilidad de la cajera me llevaron a calificar con excelente el servicio y la calidad del postre.
Mi última parada fue en Mimo’s. Me acerqué a la caja y la persona me preguntó qué deseaba. Hice el mismo pedido y ella me cobró $3.900. Puso a funcionar la máquina y salió un cono mucho más grande que los demás, aunque sobre una galleta un poco menos crocante. Por eso califiqué con un excelente el tamaño y el servicio.
Granada explicó que se trata de experiencias distintas. “No es igual un helado gourmet para disfrutar en un sitio, que comprarlo en una isla para llevar”.