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En los tiempos de festividades se suelen presentar picos más altos en las consultas psicológicas y psiquiátricas, porque para muchas personas los incrementos de interacción y otros factores agregan presión
¿Sabe usted cuáles son los meses del año con mayor dinamismo comercial? Como seguramente lo habrá sospechado, el escalafón lo lidera diciembre, cortesía de las festividades navideñas.
A este mes le sigue noviembre, por cuenta de las promociones de los Black Days; luego está junio, por el Día del Padre; posteriormente, mayo, gracias al Día de la Madre; y finalmente, enero, por la temporada de descuentos y rebajas.
¿A qué viene este dato? Pues bien, así como a lo largo del año existen fechas e hitos en el calendario que generan picos en el comportamiento de las personas para adquirir ciertos bienes y servicios, con la demanda de terapias y consultas asociadas a la salud mental también sucede algo parecido; la diferencia está en que esta tendencia opera bajo unas necesidades puramente emocionales, en lugar de obedecer a un estímulo de mercado: oferta y demanda.
Por ejemplo, en el fin de año y la temporada navideña, época que paradójicamente se ha asociado al júbilo y el intercambio social, es común que se presente un pico considerable en las solicitudes de consultas por psicología y psiquiatría, ya que para muchos el exceso de reuniones y compromisos familiares, el incremento en el tráfico, el aumento en los gastos, la presión laboral por el cierre de año e, incluso, la expectativa de disfrute, pueden sentirse como una presión adicional. Adicionalmente, una ruptura amorosa, la pérdida de un familiar, el estar de estar lejos de sus seres queridos, un despido o cualquier otra dificultad, que per se ya supone un grado considerable de adversidad, podría sentirse aún mayor por el hecho de ocurrir durante una temporada de encuentro y festividad, como lo es la navidad -así, en efecto, se sintió para muchos el fin de año del 2020, la primera navidad durante la pasada pandemia generada por el virus del covid-19-.
Particularmente este año, marcado por una alta inflación, una política monetaria contractiva (altas tasas de interés), un deterioro importante del crecimiento económico, una fuerte caída en la inversión extranjera; y, en términos generales, de incertidumbre y retos en lo que tiene que ver con lo monetario, es natural que incida en las angustias financieras de las personas al momento de planificar su navidad.
En ese sentido, y por más que cueste creerlo, si se considera que estas fechas podrían ser para más de uno un tiempo de dificultad, y que hay varias personas considerando por estos días iniciar un proceso de psicología, psiquiatría, coaching o cualquier otra corriente orientada al crecimiento personal, vale la pena sumarse a la solución y contribuir a desmitificar los procesos de salud mental: no más tabú.
Iniciar un tratamiento de salud mental, cualquiera que sea su escuela, es un proceso no lineal: confuso, con inseguridades y lleno de opiniones desinformadas por parte de terceros. Por eso, es que sumarle tabú y estigma al proceso de aquel que quiere trabajar en su bienestar no tiene caso; basta con animarlo o, en su defecto, guardar silencio y escucharlo activamente.
Esa es, precisamente, nuestra misión en Selia, que como plataforma que conecta a pacientes con especialistas certificados para permitir terapias virtuales, buscamos resignificar el acto de ir a terapia: el ejercicio de trabajar en sí mismo, una auténtica inversión en el bienestar a largo plazo; y que ahora, gracias a la tecnología, se puede hacer desde cualquier lugar.
Si se cuenta con un buen presupuesto, hay figuras que cuestan $11 o $12 millones, y los más económicos del mercado llegan a $30.000 o $24.000
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