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El papa tiene 14 millones de seguidores en su twitter en español
Si existe una entidad abocada a la comunicación, la imagen y los públicos esa es la Iglesia Católica. En la esencia misma de la institución eclesiástica está la necesidad de transmitir mensajes. El intercambio no es simple. Supone también la emisión y recepción de símbolos, emociones, sentidos, trascendencias.
La historia de los medios que la Iglesia ha empleado para la difusión de sus mensajes es extensa. Incluye papiros, códices, imprentas, periódicos, folletos y un largo etcétera que encuentra en el siglo XX dos novedades: el esplendor de las técnicas de comunicación audiovisual y la cultura de masas.
A partir de la década de 1940, prensa, cine, radio y televisión estuvieron a disposición del Vaticano para su prédica. Pio XII (1939-1958), conocido por su histrionismo, fue el primer papa mediático de nuestra era. Pese a sus prevenciones morales, abrió en 1949 la estación televisiva de la Santa Sede, la tercera en Europa; creó la Comisión Pontificia de Cinematografía, Radio y Televisión en 1954 y formuló en 1957 la encíclica Miranda Prorsus, dedicada a los recursos informativos. Su funeral fue el primero en trasmitirse por televisión, en 1958, año a partir del cual el tradicional Habemus Papa, que entonces anunció a Juan XXIII, empezó a ser seguido por creyentes y no creyentes desde la comodidad de sus casas. Desde la doctrina católica los medios tienen una vocación: servir a Dios.
Lo particular del Papa Francisco no está en el uso de medios de comunicación sino en su oportuna inserción al mundo digital y su modo asertivo de llegar a las masas. En su cuenta de twitter en español alcanza más de 14 millones de seguidores, en inglés tiene 13 y en italiano casi 5. Curiosamente, el valor de su twitter no está en el número de seguidores, sino en los records de retuits que logra acumular. “Los correos electrónicos, los mensajes de texto, las redes sociales, los foros, pueden ser formas de comunicación plenamente humanas”, señaló en 2016.
Y aunque también alerta sobre los riesgos y limitaciones del internet, destaca su capacidad de crear una “cultura del encuentro”, donde se está dispuesto a dar y recibir, indicó en la 48º Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.
El Papa Francisco es un líder global convertido en fenómeno mediático. En un país de mayorías protestantes como Estados Unidos, alcanza, según el Pew Reserch Center, una popularidad de 80% entre los católicos y 70% en el total de la población. El rostro de Francisco es reproducido y comercializado en masa en estampas, tazas, libretas, llaveros, camisetas y todo tipo de merchandising.
Entre tanto su discurso suele ser contundente tanto en foros internacionales, políticos o eclesiásticos como en feligreses de a pie. El público no se circunscribe a los católicos. La estrategia de comunicación varía en función del receptor. Sin embargo, sus palabras suelen apuntar a la sencillez del lenguaje, sin restar profundidad a los significados. No duda en ser gráfico y apelar a ejemplos y metáforas. Así quedó demostrado en su encuentro con los jóvenes en la Plaza de Bolívar. El tono es doctrinal, su esencia es de líder religioso, pero no cae en dogmatismos. Los matices del contenido son variables, en ocasiones conservador y en otras es muy progresista. Y pese a la espontaneidad que le caracteriza, en el uso del lenguaje no verbal es experto.
En Francisco la forma y el fondo importan. Sus gestos comunicativos son asertivos. En un evento masivo rompe el protocolo, se acerca a la gente y se toma una selfie. O se convierte en tendencia por su cara de tedio en una foto oficial con Donald Trump.
En su visita a Colombia, el Papa Francisco no ha usado eufemismos para referirse al núcleo de la agenda: la paz. Es claro e incluyente, pastoral y político. La diversificación de medios, pero en especial su carisma y versatilidad para emplearlos, remiten a sus palabras: “quien comunica se hace prójimo, cercano”.
Aunque la tecnología juega un papel crucial, muchos consumidores colombianos continúan valorando la experiencia de compra tradicional.