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Como suele suceder con la mayoría de actividades productivas, la industria de la belleza está sujeta a los cambios en las dinámicas de vida de cada individuo, a sus hábitos, sus costumbres y, por supuesto, sus esquemas de trabajo. Con la llegada de la pandemia, y la transformación natural en los modelos de operación laboral, la disposición del tiempo de las personas cambió y, con ella, sus preferencias en el consumo de productos de maquillaje, del cuidado capilar y de la piel.
Así, y como una forma de dedicarse un espacio para sí mismos, se empezó a evidenciar una marcada tendencia de usuarios y usuarias que reemplazaron los salones de belleza por tratamientos en casa, desarrollando un conocimiento y una sensibilidad hacia su cuidado; algo que en la prepandemia era sencillamente impensable e inviable para la gran mayoría de personas.
De esta manera, productos como alisados capilares, tintes y tratamientos, en el caso del cuidado del pelo; mascarillas, exfoliantes, sueros y vitaminas, en el caso del cuidado de la piel; e ingredientes más amigables, con mayores tipos de protección e hidratación, para el caso del maquillaje, presentaron alzas considerables, que, en algunos casos, como el de los ojos, consecuencia del uso del tapabocas, alcanzaron índices históricos en materia de comercialización.
Tal tendencia no se trató de un cambio coyuntural, pues, como se ha venido observando a lo largo de este año, el modelo de trabajo híbrido parece ser el nuevo esquema dominante. De hecho, según Alejandro Alzate, gerente Comercial de Pei AM, cuatro de cada cinco arrendatarios de dicha compañía afirmaron que el trabajo híbrido es el tipo de modelo que planean conservar.
En ese sentido, y puesto en otras palabras, las personas van a seguir contando con tiempo en casa para realizarse sus propios tratamientos de belleza y cuidado personal, aspecto que, sumado a la bonanza de figuras públicas e influencers que comparten tutoriales y buenas prácticas de belleza por plataformas digitales, podría seguir incrementando este rubro de negocio a ritmos más altos de los que se tienen hoy en día.
También es importante considerar el comportamiento de los canales digitales en este sector, un mercado que particularmente ha estado ligado al tema experiencial, y que antes de la pandemia, precisamente por esa misma razón, tenía una participación mínima en el total de las ventas. Ahora, en un escenario cada vez más similar a la prepandemia, dicho canal ha crecido cerca de cinco veces su volumen durante el desenlace del coronavirus, para consolidarse como un canal complementario a la vía tradicional: la presencial, que sigue y seguirá siendo la principal.
Con esto dicho, y para terminar de responder al titular de esta columna, el mercado de la belleza se dirige hacia una era de un consumidor mucho más consciente, proactivo e informado sobre su cuidado personal y su apariencia física. Atrás quedó ese usuario que encontraba en la rutina una excusa para desatender su propio cuidado. Hoy, y sin el ánimo de generalizar, la industria está ante personas más preocupadas por el bienestar de los productos en su cuerpo, por la calidad de los ingredientes y por la sostenibilidad de los procesos que hay detrás de cada referencia.
Por eso, desde Prosalon, a través de sus marcas Cromantic, Blind y Canal Distribución, también respondemos a estos cambios en las tendencias de consumo de una manera proactiva, para que, indistintamente del rumbo que pueda estar tomando el mercado, la calidad de la experiencia siempre esté por delante.
Si se cuenta con un buen presupuesto, hay figuras que cuestan $11 o $12 millones, y los más económicos del mercado llegan a $30.000 o $24.000
Del total de encuestados, 67% aseguraron haber realizado pagos regulares por un suscripción o servicio de deporte o fitness en los últimos dos años