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Hace más de dos años, Yorselys Escobar llegó desde Venezuela con su familia. Su destino final era Ecuador o Perú, pero se radicaron en Pasto
En estos momentos de aguda crisis social, económica y política es indispensable tener empatía y ser solidarios con los que más sufren, pero no se rinden. Lean por favor este caso de superación que conmueve por las enormes dificultades que ella y su familia han sufrido, y por su coraje para salir adelante. Yorselys Yezenia Escobar nació en Maturín, Estado Monagas, Venezuela, hace 35 años. Tiene dos hijos, de 12 y ocho años, y vive en Pasto con ellos y su nueva pareja.
¿Hace cuánto llegó a Colombia y por qué salió de Venezuela?
En 2018, llegué con mis hijos y mi pareja actual a Cúcuta, escapando de la dura situación económica de mi país y de amenazas a mí por “guarimbera” (quien protesta contra el Gobierno) y al padre de mis hijos, un militar que se ha rebelado contra sus superiores por el trato injusto que le dan.
El plan original era seguir al sur para radicarnos en Perú o en Ecuador, pero finalmente nos organizamos acá.
¿Cómo fue ese proceso de instalarse junto a su familia en Colombia?
Muy duro, sufrimos mucho en Cúcuta, Bogotá, Bucaramanga y a la llegada a Pasto, porque no teníamos dinero para comer ni para pagar un alojamiento. Dormíamos en las calles y pedíamos en los restaurantes que nos regalaran las sobras. Y muchas veces nos tocaba pedir plata para conseguir algo de comer o para comprar caramelos y ganar algo con su reventa.
Mi esposo se enfermó, los niños lloraban todos los días y yo me deprimí. Quería regresar a Venezuela porque, al menos, allá tenía a mi madre, quien lamentablemente falleció hace pocas semanas por desnutrición, y teníamos dónde dormir. Estábamos desesperados.
¿Cómo lograron salir de esa pesadilla?
Una noche, tarde, caminando los cuatro en medio de la lluvia por la carretera en las afueras de Bucaramanga, un señor en una camioneta se detuvo y nos preguntó para dónde íbamos. Le respondimos que por favor nos llevara a donde fuera y nos contestó que iba para Pasto.
En la terminal de transportes de esa ciudad nos dedicamos al rebusque. Recogíamos frutas que los pasajeros y los puestos de comida dejaban, las limpiábamos y vendíamos ensalada de frutas. Pero esa plata no nos alcanzaba, tuvimos que seguir mendigando dinero y comida, y revendiendo dulces.
De nuevo, gracias a Dios, otra persona se apiadó de nosotros. La señora Yolanda, quien tiene un negocio en ese terminal, vio en las cámaras de seguridad que nosotros recogíamos frutas por la noche y en la madrugada. Me buscó, me dijo “usted es una berraca para trabajar”, le compró medicinas a mi esposo y le dio unos zapatos, nos pagó el arriendo de un mes y nos regaló una estufa y colchones. También me dio dinero para comprar una caja de icopor para poder ser vendedora ambulante de ensaladas de frutas, crispetas y tortas.
Luego, un señor ecuatoriano me permitió vender café, agua aromática y chocolate en su negocio de venta de papas sancochadas con pellejo frito de cerdo. Me enseñó después a hacer su plato, me regaló un bulto de papas y $20.000 para comprar pellejos. Llevo dos años como independiente y ganó cada mes un poco más del equivalente al salario mínimo. He tomado algunos cursos sobre emprendimiento, porque mi sueño es tener con mi pareja, que es chef, un restaurante de comida venezolana, colombiana y peruana.
En los peores momentos, ¿cómo pudo reunir fuerzas para seguir luchando?
Pensando en mis hijos, imposible darme por vencida sin lograr darles un alojamiento, comida y educación. Hoy atienden virtualmente a la escuela, una vecina les presta su celular para las clases. Me armé de valor y decidí nunca rendirme.
Me ha ayudado mucho también tener una buena actitud, soy alegre, sonriente y servicial, y eso les gusta a mis clientes.
Como mujer y como migrante, ¿cuál ha sido el trato recibido en Colombia?
Agradezco la solidaridad y el trato respetuoso que hemos recibido en este país. Pero ojalá haya más apoyo, porque hay mucha gente que está sufriendo demasiado. Todos debemos ayudar al prójimo necesitado. Si tengo arroz y veo que alguien padece hambre, le doy la mitad, porque yo sé lo terrible que es tratar de dormir uno y los hijos con hambre.
Como venezolana, a pesar de que algunos compatriotas han delinquido, siento que los colombianos se dan cuenta de que la gran mayoría de los que llegamos somos gente trabajadora, honesta y preparada. Yo tengo dos títulos, soy licenciada en Educación y especialista en Evaluación Ambiental.
¿Quiere mandarle algún mensaje a los demás venezolanos que han migrado a Colombia?
Que se fijen metas y persistan hasta alcanzarlas. Si uno busca y rebusca, tarde o temprano encontrará algún tipo de trabajo que le permita vivir con dignidad.
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