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Para el director del Dane, Juan Daniel Oviedo, las medidas de confinamiento son inoportunas justo al comenzar el año
Tras los gastos de las fiestas decembrinas, la temida ‘cuesta de enero’ va a ser este año, si cabe, aún más dura. Las ya habituales subidas de precios que marcan el nuevo año estarán acompañadas en 2021 de las medidas de restricción anunciadas por los gobiernos locales que buscan contener el ritmo de los contagios de covid-19, pero que tienen bajo mínimos a la capacidad de compra de los colombianos en medio de uno de los peores ejercicios económicos del país.
El director del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), Juan Daniel Oviedo, aseguró que las cuarentenas focalizadas como las decretadas en Bogotá son un riesgo para el desempeño económico y podrían revertir la tendencia ya positiva que se empezaba a vislumbrar.
¿Qué efectos tiene cerrar 2020 con la inflación anual más baja de la historia?
El resultado de la inflación de 1,61% de 2020 es mixto. Por un lado, vemos que la pandemia ha llevado a que exista una mayor presión sobre los productos farmacéuticos como los jarabes para la tos o la vitamina C, entre otros. También hay unos elementos que señalan un debilitamiento de la demanda porque el confinamiento llevó a que la gente no se movilizara o dejara de ir al cine, entre otros, lo que afectó a los precios del transporte y la recreación y cultura. Y, finalmente, vemos otro grupo de bienes y servicios que fueron estimulados por los días sin IVA, como el vestuario y los electrodomésticos.
¿La inflación iría aumentando a medida que se recupere la economía? ¿Podría haber un riesgo de deflación?
En ese horizonte mixto, si vuelve a haber confinamiento habría que establecer medidas compensatorias como las que fueron efectivas durante 2020 para poder estimular la demanda y que los precios no sigan disminuyendo.
¿Son sostenibles para la economía las nuevas cuarentenas focalizadas que se están decretando en ciudades como Bogotá?
Son un riesgo muy importante para el desempeño económico del país. Recordemos que las medidas focalizadas de finales de julio y de las dos primeras semanas de agosto en Bogotá llevaron, incluso, a que la senda de reactivación no solo de la capital, sino de toda la economía, se frenara.
Entonces, esta segunda ola de medidas sanitarias lleva a que tengamos un riesgo muy alto, a que veamos un retroceso en el avance de la agenda de reactivación. Esto no solo es una hipótesis. Veamos el ejemplo de Inglaterra que entra a su tercera cuarentena y ya se está estimando una nueva recesión en el primer trimestre de este año.
Es decir, ¿Colombia no aguantaría otro cierre total antes de la llegada de la vacuna para el covid-19?
Exactamente. Sobre todo, en un país que tiene altamente concretada la generación de valor agregado en sus principales centros urbanos en donde recordemos que en prácticamente Bogotá, Antioquia y Valle del Cauca se encuentra 50% del PIB de la economía colombiana.
En concreto, ¿cómo impactarían esas cuarentenas focalizadas a la tasa de desempleo?
Con estas medidas, Bogotá perdería ese impulso o lo que llamamos el ritmo de reactivación. Entre marzo y agosto de 2020, la ciudad vio reducida su población ocupada en unas 885.000 personas en promedio; y entre septiembre y noviembre se perdieron 430.000 puestos de trabajo. El efecto drástico se podría dar, por ejemplo, en la localidad de Engativá donde hay una concentración importante de actividades económicas.
¿Qué sectores se verían más afectados?
El comercio y la manufactura. Por ejemplo, el efecto del comercio es doble en Suba o Usaquén que son localidades altamente residenciales. Ahí no solo está la demanda que compra las cosas, sino buena parte del comercio minorista de empresas de vestir, que al no ser considerado esencial debe cerrar.
¿Y hasta ahora cómo han visto la recuperación del mercado laboral?
Los niveles de desempleo de noviembre de 13,3% se ven casi similares a los de febrero, cuando la tasa fue de 12,2% antes de la pandemia; sin embargo, es natural que en febrero haya más desocupados porque tenemos una estacionalidad y es que la economía apenas está andando.
Entonces, técnicamente habría que acudir a las tasas desactacionalizadas donde la de febrero fue de 10,9% y la de noviembre de 14,9%. Con lo cual, todavía vemos una diferencia de cuatro puntos.
Si históricamente enero es un mes difícil puesto que toca hacer frente a las subidas de precios, ¿cómo cree que se resienta este año la capacidad de compra?
Las cuarentenas aparecen en un momento en el cual ya varios cartuchos de la economía en materia de asignación de recursos para subsidios a servicios públicos u otros elementos que han sido utilizados para compensar este estancamiento de la demanda pueden ser más limitados.
Sobre todo, en un momento muy prematuro en la agenda de reactivación. Enero es mes crítico en donde no hay estacionalidad de la demanda, pues en el país es normal que en noviembre y diciembre la gente compre ropa, regalos o comida para las celebraciones. Además, este año esas celebraciones se dieron en un periodo de posconfinamiento.
¿Se podría decir entonces que esta ‘cuesta de enero’ podría ser más empinada de lo habitual?
Sí, porque nos confinan en un momento en el que las indexaciones no se hacen descompuestas mes a mes, sino que se aplica la cifra de 1,6% en su totalidad. Las medidas de confinamiento son inoportunas justo al comenzar el año.
¿Ayuda el hecho de que se está buscando promover la desindexación de la economía con el salario mínimo?
Sí, un elemento importante es que hay cosas que se están aislando de la indexación del salario mínimo y ya están siendo indexadas con la Unidad de Valor Tributario (UVT), que sigue la inflación de ingresos medios, o con el IPC. Por ejemplo, las multas de tránsito, las sanciones judiciales y los copagos para salud van a estar indexados con la inflación y no con el mínimo.
¿Cuántas personas disminuyeron sus comidas diarias debido a la pandemia?
En la primera ronda de Pulso Social que hicimos vimos que 1,6 millones de hogares de las 23 ciudades principales dejaron de ingerir tres comidas al día en 2019 y pasaron a tener solo dos este año. Para la ronda cuatro, que fue la de octubre, esa cifra fue de 1,2 millones, y para la cinco, se llegó a 1,8 millones.
Al contrario, los hogares que antes de la cuarentena tenían una comida al día, que son unos 8.673 hogares, buena parte de ellos, 1.914, pasaron a consumir tres comidas al día. Eso significa que los mecanismos compensatorios y las ayudas a hogares vulnerables también tuvieron efectos.
En la última encuesta de Pulso Social se determinó que 69,5% de los y las jefes de hogar y sus cónyuges no tenían posibilidades de ahorrar alguna parte de sus ingresos. ¿Cómo afecta esto en medio de la pandemia?
Efectivamente, y aunado a ello, está que en 19,6% de los y las jefes de hogar nos dijeron que ni siquiera tenían ingresos. Eso significa que tenemos una situación crítica y las medidas que se están tomando deben ir acompañadas de unos mecanismos de transferencias monetarias no condicionadas para compensar a los que no van a poder salir a buscar el sustento diario de sus hogares.
¿Qué más le preocupa al Dane en estos momentos?
Que todavía en noviembre de 2020 cerca de 42% de los jefes de hogar consideraba que la situación económica durante los próximos 12 meses iba a seguir igual.
Adicional a ello, que 70% de los jefes de hogar en noviembre veía menores probabilidades de comprar bienes de consumo básico o artículos de primera necesidad como alimentos, ropa o zapatos que hace un año. Ello a pesar de los días sin IVA.
Usted dijo que la idea de modificar la edad de retiro de los hombres es una discusión necesaria. Tal y como está la pirámide poblacional colombiana, ¿en cuántos años habría que empezar a preocuparse porque cada vez son mayores los grupos de población adulta?
La proyección de largo plazo nos permite establecer que en 2048 el país va a pasar de una situación de polo demográfico a impuesto demográfico, en la cual la fuerza laboral crecerá más lentamente que la población dependiente (de menos de 15 años y de más de 60 años).
Eso significa que en 2048 tendremos una situación de estrés y para ese año debería haber una reestructuración del esquema de solidaridad pensional.
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