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El exnegociador de Colombia ante la Ocde, Sebastián Trujillo, recordó el proceso del país para ser admitido en el bloque
Después de casi siete años, a finales del mes pasado Colombia fue oficialmente aceptada en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), pero en ese proceso hubo personas que estaban detrás de las negociaciones para que esto se lograra.
Constantemente, representantes de Colombia tenían que explicarle a la Ocde cómo se estaban adoptando cambios en el país, y al mismo tiempo, debían justificarle a la opinión pública el porqué se tenían que hacer ciertas reformas.
Sebastián Trujillo es el exnegociador de Colombia ante ese bloque, y recordó que en el proceso se tocaron temas que levantaron ampolla y hasta tenían coste político; pero después de todo, dijo, valían la pena, pues hoy el país tendrá un mayor respaldo internacional.
¿Cómo justificar el proceso y hasta la inversión de Colombia en pertenecer a la Ocde?
Colombia se podrá comparar con todos los estándares de política de la organización y las reformas que diseñe de aquí en adelante serán bajo estándares internacionales, además podrá solicitar asesoría, eso es un beneficio. Tener ese sustento será valioso para construir reformas. Los funcionarios públicos podrán ir a capacitarse, sentarse con sus pares del mundo. Pero la Ocde también es un sello de políticas públicas, algo así como el grado de inversión.
¿Qué reformas de la Ocde, recuerda que fueron difíciles de tramitar en Colombia?
La Ley de licores tardó mucho tiempo, políticamente fue muy cotosa, eso fue difícil sin lugar a duda. La política de chatarrización de transporte, ahí en eso entró a complicarse con temas como el paro de la época. La gente decía: esto es Cundinamarca no Dinamarca, para muchos temas que llegaban.
¿Cuáles con peso político?
Al final los temas de las farmacéuticas como son sensibles para la opinión pública despertaron pasiones y los titulares era que nos arrodillábamos a las farmacéuticas, pero era básicamente un proceso de regulación; políticamente fue muy álgido. Y hubo otra que no costó tanto pero fue significativa, y era la del gobierno corporativo de las empresas públicas, tocó expedir un Conpes y sacar a todos los ministros de empresas del Estado, entonces decían mucho que por qué no tener ministros en las juntas directivas.
¿Entonces sintió que previo a oficializarse el ingreso ya había impactos locales?
Claro. Por ejemplo hay otro, y es el de las resoluciones del presidente o circulares de los ministros, estas, antes se firmaban de un día a otro. La Ocde nos pidió estandarizar eso y no se pueden publicar decretos sorpresa. La incertidumbre para empresarios era enorme, ahora se pueden hacer comentarios.
¿Pese a que EE.UU. es un aliado, dificultó el proceso?
El delegado de EE.UU. sabía qué pasaba con la informalidad en Colombia, contratación y derechos sindicales. Pero el mejor aliado muchas veces se convierte no en el obstáculo, pero sí en el juez más crítico. Nos conocía muy bien, en particular en esos comités tenía un liderazgo natural. Muchas veces no sabíamos qué pensaba la administración Trump.
¿Cómo justificaban sugerencias impopulares de la Ocde, aquí en Colombia?
La Ocde sugirió el salario por regiones, pero cuando uno veía esto tenía que explicar que había temas difícil de plantear en un debate natural.
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