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Ocampo es un economista no ortodoxo que tiene prestigio en el exterior y además, línea directa con los organismos multilaterales
En un Inside LR realizado en agosto de 2020, en medio de lo peor de la pandemia, José Antonio Ocampo, uno de los economistas colombianos más prestigiosos en el exterior, señaló que para crecer a tasas sostenidas de 5%, el país debía pensar en unas reformas muy grandes.
“Para mí, el tema crítico es revertir la desindustrialización, que requiere una política agresiva de diversificación de exportaciones, porque lo que hemos aprendido es que la dependencia petrolera no nos dejó muy bien”, dijo este economista caleño de 69 años, formado en Estados Unidos, donde obtuvo su doctorado en la prestigiosa Universidad de Yale, y con una amplia trayectoria en el país.
Considerado como un economista que se aparta de la línea ortodoxa, que ha sido la imperante en el país, especialmente desde los 90, Ocampo fue designado por el presidente electo, Gustavo Petro, para liderar el empalme con la administración saliente, y todo indica que se perfila como el eventual ministro de Hacienda, un cargo que ya ocupó a finales de la década de los 90, durante el controvertido mandato de Ernesto Samper Pizano.
Al frente de una cartera por la que han pasado 13 ministros desde 1990, lo que arroja un promedio de 29 meses para cada uno de ellos, Ocampo, además de coordinar el empalme, tendrá cuatro retos de política económica. Primero, estructurar una reforma tributaria estructural, que eleve el recaudo entre $50 y $75 billones, según explicó Petro. Se trata de una cifra que más que duplica el proyecto que lo costó el puesto a Alberto Carrasquilla.
A la fecha, la reforma más ambiciosa que se ha hecho en el último decenio es la de 2021 cuya meta de recaudo proyectado es de $15,2 billones. Las anteriores oscilaban entre $7,1 y $12,5 billones.
“En muchos casos las tasas son altas, pero los beneficios tributarios también lo son, lo que significa que la carga tributaria está mal distribuida”, dijo Ocampo en una columna.
En una coyuntura en la que la inflación se ha aproximado a niveles de dos dígitos, Ocampo tendría que coordinar la política económica con sus colegas de la Junta Directiva del Banco de la República, para lograr un aterrizaje suave y evitar “choques de trenes”.
Para un Gobierno que considera fundamental disminuir la brecha de calidad de vida que hay entre las ciudades y el campo colombiano, Ocampo tendría que tener influencia en otras carteras claves como la de Agricultura, que él mismo desempeñó durante la administración de César Gaviria, cuando la apertura generó tanta controversia entre los gremios del sector y aquellos que consideraban que el campo no estaba listo para competir con las importaciones y bienes subsidiados.
En un país al que dos de las principales calificadoras de riesgo (Fitch Ratings y Standard & Poor’s) le quitaron el grado de inversión, Ocampo también tendría el reto de recuperarlo, para lo cual debería “mantener políticas prudentes en lo fiscal”, según las palabras de Renzo Merino, vicepresidente y analista senior de Moody’s, que considera fundamental el papel que jugarán el Emisor, el Congreso y las Cortes en la salvaguardia de la estabilidad política y macroeconómica, uno de los grandes activos de la economía colombiana.
En la misma columna publicada en El Espectador, Ocampo puntualizó que el mayor reto del nuevo Gobierno “es la superación de las desigualdades sociales. Los retos son esencialmente de largo plazo y exigen lograr mayor gasto público social y mayor eficiencia en todos los ámbitos”.
Consolidar la reactivación y cerrar brechas sociales, los desafíos
En una sociedad polarizada y fracturada por la campaña electoral, los expertos consultados por LR sostienen que el nuevo Gobierno deberá construir consensos sociales y políticos para sacar adelante las reformas prometidas sin comprometer la estabilidad económica del país. De ser designado en la cartera de Hacienda, Ocampo ha señalado que Colombia necesita políticas de desarrollo más activas, con una fuerte apropiación regional, ya que las que se han puesto en marcha son modestas.
El plan de inversión del país tiene por objeto la sustitución de los ingresos procedentes de la exportación de combustibles fósiles
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