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Aunque la meta era tener un nivel de llenado de 70% para 2024, hasta finales de marzo Chingaza sigue lejos de llegar a la meta
El 11 de abril de 2024 marcó el inicio del racionamiento de agua en Bogotá, ante el bajo nivel de los embalses que ha puesto en riesgo el suministro hídrico en la capital. Aún así, después de casi un año aún es incierto el futuro de esta medida pese a las precipitaciones de las últimas semanas.
La Alcaldía de Bogotá junto con el Acueducto habían trazado en junio de 2024 una meta de llenado de 70% de los embalses para octubre de ese año. A pesar que el último bimestre de 2024 estuvo marcado por lluvias y que el Ideam preveía que la primera temporada de lluvias de este año se extendiera desde marzo hasta la segunda semana de junio, el promedio de llenado de los agregados se ubicó en 59,37% según los cálculos de la CAR Cundinamarca.
Particularmente, el sistema Chingaza que, de acuerdo con la Alcaldía abastece 70% de la demanda de agua de la capital del país, muestra un crecimiento paulatino pero insuficiente para que se levante la medida de racionamiento: hace un año, este agregado estaba a 16,97% y hasta ayer estaba en 39,37%, es decir ha recuperado 22,4 puntos porcentuales tras un año.
De acuerdo con Alfred Ballesteros, director de la CAR Cundinamarca, el hecho que este agregado no aumente su nivel de llenado pese a las recientes precipitaciones es que estas ‘no caen’ en la zona de influencia ni en sus cuencas abastecedoras, sino que se han concentrado en las zonas urbanas de la capital del país.
“Que los embalses suban de nivel depende entonces que llueva en zonas de páramo y altas montañas, donde nacen los ríos”, dijo Ballesteros.
Al respecto, la gerente de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, Natasha Avendaño, agregó que existe una barrera natural que crea las condiciones de precipitaciones paralelas entre Bogotá y su fuente de abastecimiento de agua.
“La sabana bogotana está ubicada en la región Andina mientras que el páramo de Chingaza hace parte de la Orinoquía. Están divididos por la cordillera oriental, lo que genera regímenes de lluvias distintos”, señaló Natasha Avendaño.
Desde la óptica de los expertos, la situación en los embalses también se debe a los procesos de captación de agua en los sistemas. Según Angie Tatiana Ortega, docente de la facultad de ingenierías de la Universidad de América, “estos sistemas no están diseñados para almacenar grandes volúmenes de agua de manera inmediata”.
Como alternativa, Ortega propuso la ampliación de la capacidad de recepción del recurso en zonas urbanas para su uso en actividades como el riego, la limpieza u otros usos no potables.
“A mediano plazo, se deberían restaurar áreas naturales como páramos y bosques, que son cruciales para la regulación hídrica y la recarga de acuíferos. También restaurar los páramos de Chingaza y Sumapaz, que son cruciales para la regulación hídrica. Estos ecosistemas captan y almacenan 85% del agua que consume Bogotá”, concluyó la docente universitaria.
En diciembre de 2024, el Acueducto de Bogotá hizo un balance sobre el avance de las medidas y el compromiso de cada localidad con el ahorro de agua. Según la entidad, Candelaria, Engativá y Puente Aranda fueron las localidades con el mayor ahorro del recurso el año pasado; ahorraron cada uno 12,93%, 12,79% y 10,78% frente al consumo antes del racionamiento.
Por clase de uso, el consumo no residencial bajó 9,8%, el multiusuario se redujo en 7,4% y el residencial en 7,2%. Las áreas de prestación más ahorradoras fueron Tocancipá (8,3%) y Bogotá (8,1%) y las menos ahorradoras Gachancipá (3,4%) y Zipaquirá (2,8%).
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