Los parques y los puentes, los espacios de las pequeñas invasiones en las ciudades

Desde el primer semestre la palabra invasión ha estado en la agenda no solo del Cauca. Hace cuatro meses, en ese departamento se empezaron a registrar las primeras ocupaciones ilegales por parte de indígenas a terrenos agroindustriales.

Desde entonces las ocupaciones y las denuncias han sido constantes, pero hay otro tipo de invasiones que no son tan grandes en términos de expansión , pero que no dejan de ser importantes: las que están en las ciudades y que responden, en su mayoría, a ocupaciones que se producen por la necesidad de encontrar vivienda en los parques o de conseguir dinero en las calles y puentes.

Esta tendencia se puede comprobar en la capital del país, con un estudio que realizó Bogotá Cómo Vamos, en él se ve que las ocupaciones ilegales monitoreadas por las autoridades distritales desde 2009 avanzan en una curva ascendente. Para 2021 se encontraron más de 30.000 ocupaciones ilegales a lo largo de los polígonos de monitoreo en las periferias de la ciudad.

Pero la cifra se estima que pasa los 80.000 espacios invadidos si se suman fenómenos en Cali y Medellín, donde también la Policía Nacional ha recopilado las denuncias de ocupaciones en parques públicos, faldas de los puentes, e incluso viviendas desocupadas que su propietario ha dejado en abandono.

En el caso de Bogotá, de ese grupo de 30.000 invasiones, la gran mayoría se concentró en la zona Sur Occidente y, en menor medida, en las zonas Sur Oriente y Norte. Felipe Mariño, director de Bogotá Cómo Vamos, dijo que “este es un fenómeno que viene desde hace años en Bogotá, de hecho, el crecimiento de las ciudades se da muchas veces por estos asentamientos irregulares que se empiezan a consolidar y se legalizan“.

“Hay una percepción que se basa en que lo público, al ser de todos, termina siendo de nadie porque no existe la capacidad institucional para garantizar que ese espacio público sea para el disfrute de todos”, aseguró Fernando Rojas, politólogo de la Universidad de los Andes.

Para Rojas esto se debe a que “como el espacio público está disponible, cualquier persona que sienta la necesidad o vea la oportunidad de poner un negocio, de armar un cambuche, de ampliar su casa, lo hace” y añadió que “se han hecho esfuerzos para evitar que la gente se apropie de ese espacio público y se hacen unas operaciones de restitución que generalmente terminan en choques entre la población y las autoridades”.

Esa ocupación que, en su mayoría tiene como objetivo producir dinero, también se explica con la necesidad de mostrar un producto y que tenga el mayor alcance para peatones. “Muchas personas llegaron del campo a la ciudad a exhibir sus productos, por eso es que se apropian del espacio público”, dijo Rojas.

Estas ocupaciones también están muy relacionadas a la inseguridad, pero Rojas aseguró que “en el espacio público, entre más personas fluyan, hay un mayor intercambio de ideas y comportamientos”. El analista planteó dos escenarios: en el primero, el espacio público está vacío y genera una sensación de miedo; en el segundo, el espacio público es caótico, “cuando tienes una invasión de vendedores ambulantes a las que se suma el flujo de personas y se convierte en un lugar atractivo para la inseguridad”.