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¿Está recorriendo Colombia un camino similar al del viejo continente al satanizar esa técnica que ampliaría reservas por 22 años?
En una columna publicada en el Washington Post, Daniel Yergin y Carlos Pascual, 'vicechairman' y vicepresidente de S&P Global, revelan que hace una década Vladimir Putin denunció la revolución del “fracking” como una amenaza, con el fin de agravar la dependencia de Europa de las importaciones del gas y el petróleo rusos.
“Tenía razón en preocuparse. Si Estados Unidos no hubiera pasado de importar 60% de su petróleo a convertirse en el productor número uno del mundo y, este año, en el mayor exportador mundial de GNL, Europa ahora podría ser su rehén”, sostienen los expertos al subrayar que el gas y el petróleo son las grandes fuentes de dinero para la financiación de la guerra de Rusia.
“Si Europa cortara los envíos por completo, calculamos que le costaría al Kremlin, a los precios actuales, más de 250.000 millones de dólares al año. ¿Es posible hacerlo sin causar un dolor económico masivo y desestabilizador?”, agregan.
En una coyuntura en la que Europa enfrenta un escenario de racionamiento energético, por su dependencia de las importaciones del gas y el petróleo rusos, Yergin y Pascual señalan que “separar completamente a Europa de la energía rusa dependerá de la gestión hábil de la escasez de energía y la turbulencia resultantes. Para tener éxito se requiere algo que hasta ahora ha faltado en gran medida: la colaboración entre el gobierno y la industria”.
En Colombia, donde el fracking es objeto de controversia a pesar de que Ecopetrol está realizando los primeros pilotos, ex ministros como Juan Carlos Echeverry han planteado que el país está recorriendo un camino que tiene características similares a la situación europea.
“La historia de Europa se parece a la de Latinoamérica: primero acabe con su industria de hidrocarburos; en el caso de ellos era el gas; en el nuestro, petróleo. Y luego, caiga en las manos de Putin”, señaló Echeverry en una columna en La Silla Vacía, en la que recuerda que hace 20 años Europa producía más gas de lo que Rusia exportaba, pero desde entonces la producción cayó a menos de la tercera parte.
El expresidente de Ecopetrol subraya que para independizarse de Putin, Europa tendría la alternativa de extraer el gas no convencional, con perforación horizontal y fracking, lo cual le habría dado 60 años de independencia energética.
Sin embargo, tal como lo denunció el secretario general de la Otan, Anders Fogh Rasmusen, las ONG ambientalistas europeas, animadas por una campaña mediática atribuida a Rusia, movieron a la opinión pública y a sus gobiernos a prohibir el fracking, recuerda el exministro.
De acuerdo con el análisis de Yerguin y Pascual, la “autosanción” (refinerías que se niegan a usar petróleo ruso, bancos que no brindan financiamiento) ya está reduciendo las compras europeas de energía rusa. Ahora se están discutiendo los altos aranceles a la importación de energía rusa, destinados a obligar a Rusia a obtener descuentos masivos para que su petróleo sea competitivo.
Sin embargo, señalan que separar completamente a Europa de la energía rusa dependerá de la gestión hábil de la escasez de energía y la turbulencia resultantes. Para tener éxito se requiere algo que hasta ahora ha faltado en gran medida: la colaboración entre el gobierno y la industria.
“Los gobiernos de EE.UU. y Europa deben colaborar con las empresas a diario, compartiendo información, para coordinar la logística compleja y las cadenas de suministro de un mercado petrolero de casi 100 millones de barriles por día. Estamos en tiempos de guerra, y eso significa volver a la colaboración entre el gobierno y la industria de la Segunda Guerra Mundial y los "acuerdos voluntarios" de la Guerra de Corea y los "comités de emergencia" de la Crisis de Suez de 1956, que en ese momento incluían exenciones antimonopolio temporales para permitir flujo de información crítica entre el gobierno y las empresas”.
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