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El nuevo gobierno tiene el reto de impulsar la economía naranja
“Muy mal”. Así es como responde el expresidente Andrés Pastrana a la pregunta de cómo deja Santos al país tras ocho años de gobierno. Además de sus desacuerdos con varios de los puntos de lo acordado con las Farc, el exmandatario critica el haber permitido el crecimiento en los cultivos ilícitos y dice que el narcotráfico es la peor amenaza para la paz. En lo económico, Pastrana tampoco está de acuerdo con lo hecho por la administración de Santos, y le parece increíble que luego de tres reformas tributarias y una bonanza petrolera, el país esté sumido en una “crisis fiscal”.
Por eso, el nuevo gobierno debe poner en orden la casa, empezando por las modificaciones a los acuerdos de paz y la desnarcotización de la relación con los Estados Unidos, para lo cual Pastrana considera necesario un Plan Colombia 2.0. Además, Duque deberá impulsar la economía naranja, y aunque una reforma tributaria parece inminente, el expresidente dice que solo la comparte si es para bajar los impuestos y mejorar la formalidad.
Alicia Arango dijo en la W que el programa que se iba a implementar era el de Iván Duque. ¿Eso quiere decir que la alianza suya y de Marta Lucía Ramírez con el Centro Democrático fue puramente mecánica y no programática?
El programa que se va a implementar es el que el presidente Iván Duque y su vicepresidente Marta Lucía Ramírez le presentaron al país durante la campaña. Por él votamos 10,4 millones de colombianos. Ese programa tiene un eje principal, fijado por el Presidente Duque: se concentra en las cosas que nos unen como país y no en las que nos dividen.
En torno a ese programa, que recoge los principios y los valores que tradicionalmente hemos defendido, como la guerra sin cuartel contra la corrupción y el narcotráfico, el fin de la “mermelada” y de la parcelación del poder del Estado en cuotas burocráticas, el fortalecimiento y la depuración de la Justicia, la recuperación de la institucionalidad, la modificación de los acuerdos de paz para que se sometan a la Constitución, la exigencia de que las Farc reparen a las víctimas y paguen penas reales y proporcionales a los crímenes cometidos, la oposición a que los autores de crímenes atroces lleguen al Congreso sin haber pagado por sus delitos, entre otros aspectos, se estructuró la Gran Alianza por Colombia que llevó al doctor Duque al poder. Si este no es un acuerdo programático, totalmente alejado de elementos burocráticos, entonces no sé qué será un “Acuerdo Programático”.
¿Qué participación tendrá el Partido Conservador en el nuevo gabinete, hubo algún acuerdo al respecto?
¡El único acuerdo es que este gobierno debe ser muy fuerte contra la corrupción y el narcotráfico! El Presidente debe gobernar con los mejores y los más honestos, y ojalá con un cambio generacional.
¿Ha hablado usted con los representantes del partido o su presencia en esta colectividad es más simbólica que práctica?
Mantengo una comunicación fluida y permanente con la señora vicepresidente, la doctora Marta Lucía Ramírez, quien por su investidura y porque logró que el partido cerrara filas en su apoyo, es sin duda la persona llamada a liderar en este momento al Partido Conservador y dirigir el complejo proceso de purificarlo y renovarlo.
El Partido Conservador debe renovarse, debe cambiar. Debe demostrarle al país su capacidad de luchar contra la corrupción y como dice el refrán, eso empieza en casa. Yo he sido muy crítico de la posición de varios dirigentes que sobrepusieron sus intereses a los del partido, pero creo que es hora de fortalecer las instituciones y entre ellas los partidos, como el mío, con tantos años de historia y de luchas por la democracia.
El cambio en el partido es ahora. Hay que trabajar para que llegue la necesaria y urgente renovación de los liderazgos internos, y para empoderar a los jóvenes conservadores y a las valiosas mujeres que están dando la batalla por la transparencia y por el fortalecimiento del partido en cada región del país.
Si no tiene la voluntad firme de renovarse y de regresar a las viejas fuentes ideológicas que le dieron origen, desaparecerá. Lo digo con dolor y con una tristeza profunda, pero esa asociación de mezquinos intereses personales y burocráticos, que enloda el concepto de la “política” confundiéndola con la mecánica labor de conseguir puestos y contratos, no es el partido de Ospina, de Laureano, de Misael Pastrana, de Álvaro Gómez.
Si el conservatismo acepta entrar a la sala de cuidados intensivos, yo acompañaré el proceso de renovación desde la condición de consejero que los estatutos me asignan. Pero no tengo pretensión ninguna de asumir cargos o funciones de poder dentro de la colectividad. Aspiro solamente a que se abran las ventanas para que entre el aire fresco de la renovación, con gente joven, con mujeres, que no estén contaminados de clientelismo ni de corrupción.
¿Qué rescata usted del acuerdo de paz?
El país sabe que soy un luchador por la paz. En mi gobierno me jugué todo mi capital político por alcanzarla y no me arrepiento. Pero la paz se logra solamente uniendo a los colombianos en torno a ella.
Es una lástima que el propósito de Santos fuera su Nobel de Paz y no la unión de los colombianos alrededor de los acuerdos. La negociación con las Farc fue de espaldas al país y por eso Santos perdió el plebiscito. En ese momento le ofrecimos apoyo, pero él no quiso rectificar. La consecuencia más grave de su mezquindad y de su falta de liderazgo es la gran polarización en la que deja al país.
El acuerdo tiene cosas rescatables. Trajo el desarme de las Farc, así sea parcial, y creó instrumentos valiosos como la Comisión de Búsqueda de Personas Desaparecidas y la Comisión de la Verdad, de la cual esperamos una verdad objetiva y no ideologizada y deformada por la izquierda.
¿Y las fallas?
He criticado la impunidad que crea el acuerdo, la desarticulación de la JEP con la justicia ordinaria y he pedido insistentemente que las Farc entreguen las rutas del narcotráfico, los contactos y toda la información que le permita al mundo arreciar la batalla contra los terribles flagelos del tráfico de cocaína y el tráfico de armas. Los hechos de Guacho, Santrich y muchos otros nos están dando la razón a quienes dijimos que el acuerdo prefirió hacerse el de la vista gorda con respecto al narcotráfico.
Preocupa el aumento de los cultivos de coca, ¿está de acuerdo con la aspersión aérea?
El gobierno Santos deja a Colombia inundada de coca. Este es un gravísimo problema social y de seguridad nacional.
El narcotráfico ha sido el cáncer de Colombia durante 50 años. Cuando empecé mi gobierno había cerca de 180.000 hectáreas sembradas de coca y con el Plan Colombia y sus diferentes programas sociales empezamos a reducirlas hasta llegar, en el gobierno del presidente Uribe, a 40.000 hectáreas.
Lo que debemos preguntarnos es ¿por qué pasamos de 40.000 a 250.000 hectáreas de coca durante el gobierno de Santos? La respuesta es clara: Santos no solamente acabó con la fumigación como una concesión a las Farc, sino que acabó con los demás programas del Plan Colombia con los cuales se debería llevar a estas zonas importantes programas sociales y productivos.
Ahora hay un nuevo auge del narcotráfico.
¿Y qué se debe hacer?
¡Hoy el narcotráfico es el mayor riesgo para la paz! Por ello es clave un Plan Colombia 2.0, pero ello requiere un gran acuerdo internacional. Una segunda fase de ese Plan Colombia, acorde con las nuevas realidades del país, requiere recuperar el liderazgo internacional contra el tráfico de cocaína que se perdió por haber enterrado el Plan Colombia y por la inundación de coca y la ingenua aceptación de Santos de terminar la erradicación forzosa que le conviene a los carteles, a Guacho y a los de las Farc que siguen en el narcotráfico.
Los campesinos de Colombia hoy son víctimas de unos carteles internacionales del narcotráfico y una posibilidad como los planes sociales de un Plan Colombia 2.0 puede ser su mejor alternativa.
La responsabilidad compartida, que fue el eje del Plan Colombia durante mi gobierno, necesita que los consumidores de cocaína de Estados Unidos y de Europa acepten su responsabilidad y nosotros la nuestra. Eso permitirá unir esfuerzos en la lucha contra este flagelo.
Hay que ser claros. Es la demanda la que genera la oferta. Si bien es cierto que Estados Unidos ha venido reduciendo el consumo de cocaína desde la década de los 90, aún hay cerca de cuatro millones de consumidores que generan un negocio ilegal de miles de millones de dólares con la consecuente desestabilización de países como Colombia, México y los países centroamericanos. Incluso, una buena parte del caos en Afganistán es culpa de los consumidores de heroína en Estados Unidos y Europa, cuyo vicio permite el florecimiento del tráfico de heroína en ese país.
Muchos colombianos no saben lo que significó el Plan Colombia. ¿A qué le atribuye ese desconocimiento?
Por el contrario. Yo creo que son muchísimos los colombianos que saben que fue el Plan Colombia y la combinación de sus estrategias militares y sociales lo que evitó que ganaran los violentos.
Pero lo más importante del Plan Colombia fueron sus programas sociales: familias en acción, empleo en acción, jóvenes en acción, proyectos productivos y otros que acompañaron la presencia militar y de policía en esas regiones que estaban dominadas por el narcotráfico y abandonadas por el Estado colombiano. La erradicación es apenas un elemento de un plan para derrotar a los carteles de la coca. El Estado debe retomar ese liderazgo que se perdió en los últimos años, no solo en lo militar, sino especialmente en lo social.
¿Qué modificaciones son las que se le pueden hacer al proceso de paz, en dónde está el tema crucial?
El mismo día que el NO ganó el plebiscito, fui el primero en decir públicamente que había que construir sobre lo construido. Hubiera sido más simple decir que el acuerdo había expirado y que no había nada más que hacer, pero reitero que soy un convencido de la paz que une.
Le puedo dar algunos ejemplos de ajustes: en la mayoría de colombianos hay un enorme sinsabor por el verdadero tratamiento a las víctimas, especialmente a las miles de víctimas de las Farc. Ellos, como victimarios, acabaron siendo el centro de los acuerdos y no las víctimas, como debería ser.
Por otra parte, la misma JEP se ha encargado de demostrar que requiere ajustes, no para desmontar la justicia transicional sino para articularla con la justicia ordinaria. También existe en el mundo una enorme preocupación por la participación política en el Congreso de miembros de las Farc responsables de crímenes de guerra o delitos de lesa humanidad. Nadie desconoce que deben participar en política, pero primero deben cumplir las sanciones proporcionales a los atroces crímenes cometidos. ¿Acaso alguno de los países garantes permitiría que un criminal de guerra, sin haber sido juzgado, fuera miembro de su parlamento?
Pero mirando lo general, el primer cambio es lograr un verdadero acuerdo político sobre el futuro de los acuerdos. Este es el único seguro para que la paz sea real y sea factor de unión.
¿Cómo deja Santos al país tras ocho años de gobierno?
Mal. Muy mal. Una enorme bonanza petrolera desperdiciada y no una, sino tres reformas tributarias que paradójicamente dejan un gran déficit fiscal. La última reforma se hizo para eliminar todos esos inventos de las dos primeras, el Iman, el Imas, el Cree. Ni para qué sigo. Es increíble que Santos le eche la culpa de la crisis fiscal a la caída de los precios del petróleo. Eso es como el que se gana la lotería, la despilfarra y luego le achaca su pobreza al hecho de que nunca volvió a coger el número ganador.
Las empresas que generan empleo han debido soportar mientras tanto ese mal manejo y reglas cambiantes que impiden invertir con confianza. Se perdió la confianza inversionista y la estabilidad legal como base de la inversión se vio muy afectada.
¿Cuál es la percepción que se tiene de la economía nacional en el exterior?
La percepción es que Colombia tiene una población muy emprendedora. Afuera están listos a invertir en Colombia si el gobierno endereza al país y Colombia se aparta de los populismos. El presidente Duque tiene la oportunidad de poner todos estos emprendedores a trabajar. Creo que tiene muy claro que en la economía naranja hay enormes posibilidades.
Colombia debería ser una potencia en desarrollos tecnológicos. Tenemos imaginación y emprendimiento para hacerlo. Por ejemplo, deberíamos promover varias zonas especiales para que los jóvenes emprendedores en tecnología tengan todas las facilidades del caso. Que tal, por ejemplo, algo así como un “Silicon Café, un Silicon Calima, un Silicon Caribe”, entre otros.
El potencial de Colombia en el tema de la economía naranja es enorme. La creatividad de nuestros jóvenes en todas las áreas es muy grande y esa es la base de una economía diferente, pujante. Estoy seguro de que el nuevo gobierno hará un enorme esfuerzo en este campo.
La economía naranja y la reindustralización deben ser los pilares de una nueva era económica con más y mejores empleos, especialmente para los jóvenes y las mujeres. Desde luego, para este objetivo se requiere una mayor estabilidad legal y los incentivos adecuados.
¿Es usted partidario de una nueva reforma tributaria?
Solamente si es para bajar impuestos, generar empleo y formalizar la economía.
El tema de pensiones se ha agudizado en los últimos años. ¿Qué debería tener la reforma pensional?
Avanzar en el desmonte de privilegios y megapensiones sería un paso interesante. También hay que concentrarse en ampliar la clase media con trabajos formalizados que coticen a pensiones. Necesitamos un mayor número de personas cotizando para su retiro, así se fortalecería el sistema. Allí podría haber unos incentivos.
¿Cree usted en la necesidad de unificar las cortes y crear una súper corte?
Creo que la justicia debe ser una de las prioridades para el presidente Duque. Si la justicia ordinaria no mejora su operación, la verdadera convivencia no va a ser posible. La reforma a la justicia no puede ser solo pensando en las altas cortes. Debe iniciarse desde los jueces municipales y de circuito con capacitación, tecnificación, mejor infraestructura, mejores jueces y fiscales; pero, sobre todo, con una decisión política de la propia Rama Judicial para luchar contra la corrupción.
Cuando se selló la alianza con Uribe, ¿se habló de programas y de temas relacionados con la agenda legislativa?
Esta alianza se selló con la intención de cambiar el rumbo de nuestro país hacia una democracia más real, una lucha sin cuartel contra la corrupción y una defensa de las instituciones.
Las bases programáticas de la alianza quedaron consagradas en un documento público firmado por los dos a finales del año pasado.
¿Qué lo acerca a Uribe y qué lo distancia?
Nos une el interés de una Colombia más prospera, con mejores empleos, con planes sociales sólidos, con una justicia que opere para todos los ciudadanos y unas instituciones robustas, sólidas y creíbles.
Como en toda democracia, disentimos en algunos temas, pero el interés del país está por encima de las diferencias.
¿Qué va a pasar con Unasur?
Además de Maduro y de Samper, ¿a quién más le importa Unasur? Solo hay que ver los recientes escándalos por los gastos excesivos. Ya no tiene ni sede.
Debemos recuperar la importancia de la OEA. Finalmente lo que nos debe importar es la Carta Democrática, hoy tan amenazada desde Unasur.
¿Qué solución hay para el tema de migración de venezolanos hacia Colombia?
Hay que tener pantalones para llamar a la narcodictadura de Maduro por su nombre en todos los foros nacionales e internacionales.
El problema no es únicamente la migración de venezolanos que huyen de las condiciones de hambre en las que Chávez y Maduro han sumido a Venezuela por ya largos 20 años. El problema para nosotros es que el interés de Venezuela es desestabilizar también a Colombia. La única solución es la caída de esa narcodictadura y el retorno de la democracia a Venezuela. Este sigue siendo un tema crítico que requiere del liderazgo internacional de Colombia por ser el país más afectado.
Pero Colombia no puede olvidar que Venezuela recibió en los últimos 40 años a colombianos que migraron a ese país por diferentes causas, en especial por la violencia. Hoy debemos ser generosos y crear condiciones especiales para que los venezolanos que llegan a Colombia puedan tener salud, una alimentación básica y un trabajo honesto. En otras palabras, creo que debemos generar un programa especial de migración y de preferencias para apoyar a los hermanos venezolanos.
¿En qué estado cree que están las relaciones con Estados Unidos?
Se perdió la cercanía que logramos con el presidente Clinton y el presidente Bush y la mayoría del Congreso norteamericano. ¿Usted sabe cuántos congresistas norteamericanos nos visitaron durante los últimos ocho años ?
Todo lo que habíamos logrado para desnarcotizar la agenda con los americanos se perdió. El presidente Santos y su canciller Holguín prefirieron voltear los ojos para apoyar la narcodictadura en Venezuela por años en vez de fortalecer la agenda comercial y política. Esto nos llevó a tener de nuevo una agenda totalmente narcotizada como en las épocas de Ernesto Samper.
El reto del presidente Duque será enorme en materia relaciones con los Estados Unidos. Debemos regresar a la agenda de negocios y comercio.
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