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La coyuntura actual le pega al crecimiento a través de dos frentes: la turbulencia de los mercados internacionales y la difícil situación que el país tendrá en el mercado interno
La rápida propagación del Covid-19 y la histórica caída de los precios del petróleo ha provocado altos niveles de incertidumbre en los mercados financieros, que ahora temen una crisis de la economía real. En menos de dos semanas, se han evidenciado fuga de capitales, pérdida de valor de distintas monedas frente al dólar, importantes caídas en diferentes índices de todo el mundo y un efecto de pánico generalizado. Este contexto amenaza el proceso de recuperación en el que se encontraba la economía colombiana, y deja entrever los problemas estructurales de las finanzas públicas.
La coyuntura actual le pega al crecimiento a través de dos frentes: la turbulencia de los mercados internacionales y la difícil situación que el país tendrá en el mercado interno. En lo que respecta al primer punto, sectores como el minero-energético, y en una menor medida la agroindustria y la manufactura se verán gravemente afectados, en parte por la desaceleración de la economía global, que induce a una disminución en la demanda de los productos que habitualmente exportamos.
Esta situación profundiza los deficientes resultados que el país ha tenido en materia de comercio internacional, con unas exportaciones con bajo crecimiento (0,3% en el cuarto trimestre de 2019) y un déficit en cuenta corriente en aumento (llegando a ser en 2019 de 4,3% del PIB según las cifras del Banco de la República).
En lo relacionado con las repercusiones sobre el mercado interno, sectores como el comercio verán reducido su crecimiento, debido al aumento del precio del dólar y un posible brote inflacionario (de acuerdo con las últimas cifras publicadas por el Dane, la canasta básica se encareció 0,67% en febrero de 2020, mientras que hace un año solo había aumentado 0,57%), que reflejan la dependencia de los colombianos sobre los bienes importados, cada vez más encarecidos con el alza de las divisas.
De igual forma, a medida que el Covid-19 avanza y se generaliza el aislamiento por contacto al interior del país, se empieza a presentar una fuerte afectación en las cadenas de producción, drásticas caídas en la mano de obra, y afectaciones en sectores como el turismo, el comercio, el entretenimiento y el transporte (aéreo, terrestre y marítimo).
La menor actividad económica del país no sólo descarta la proyección de 3,5% que había hecho el gobierno respecto al crecimiento de la economía para 2020, sino que además genera fuertes preocupaciones en lo que respecta a los niveles de desempleo, que a enero de 2020 ya representaban 13%.
El escenario de las finanzas públicas colombianas no es más alentador. La dependencia de mercados altamente inestables como lo son el petróleo o el carbón, denotan la volatilidad a la que están sometidos los ingresos nacionales. La disminución de los precios se traduce en una disminución del ingreso fiscal para Colombia; según cálculos presentados a comienzos del año pasado, por cada dólar menos en el precio del petróleo, el país deja de recibir $350.000 millones.
Este contexto desfavorable reduce el margen de maniobra del Gobierno en el frente fiscal. Situación que se complejiza con el encarecimiento de los pagos de la deuda - resultado del precio del dólar, donde 100 pesos adicionales en la tasa de cambio encarece los pagos en aproximadamente un billón de pesos -; y de los menores ingresos tributarios, producto de la disminución de la carga impositiva de las empresas en la reciente reforma.
El actual contexto internacional deja a la economía colombiana con un panorama incierto.
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