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El sector agropecuario tiene un crecimiento de 4,4%
Los datos del Producto Interno Bruto (PIB) del segundo trimestre de 2017 muestran una frágil recuperación de la actividad económica, pero también ponen en evidencia dificultades estructurales que no se han superado. Entre junio de 2016 y junio de 2017, el PIB creció 1,3%, que es una tasa relativamente baja si se compara con lo sucedido desde 2010. La economía está lejos de logros anteriores, como el del segundo trimestre de 2011, cuando el PIB creció 6,4%.
En la coyuntura actual todavía se siente el duro golpe ocasionado por la caída de los precios del petróleo y de la minería. Y este choque ha sido muy fuerte porque durante los años de las bonanzas no se crearon las condiciones propicias para estimular los desarrollos industrial y agrícola. En la composición del PIB se observa que los leves avances que se han conseguido todavía no son suficientes para fortalecer los cimientos de la estructura económica.
En el último año, junio 2016-junio 2017, el mayor crecimiento se presentó en el sector agropecuario (4,4%). Se destaca el avance de los cultivos transitorios y permanentes, así como el mejor comportamiento de la actividad pecuaria (leche sin elaborar, huevos, aves de corral). Parecería como si, por fin, la devaluación del peso comenzara a tener efectos positivos en la producción agropecuaria. También puede estar contribuyendo a este resultado, las políticas gubernamentales que buscan la ampliación de la hectáreas sembradas. Pero estos logros no son suficientes porque todavía no se toman medidas que permitan consolidar la productividad y la competitividad agropecuaria. En el campo siguen siendo escasos los bienes y los servicios públicos, falta asistencia técnica, el crédito es caro, las vías son inadecuadas, la asistencia técnica es limitada. En el censo agropecuario se encontró que 69,5% de los productores están en unidades productivas (UPA) de menos de cinco hectáreas. Para que estas pequeñas fincas sean eficientes se requiere modificar de manera sustantiva las prioridades de la política agropecuaria.
Afortunadamente, la mayor oferta de alimentos de origen doméstico ha contribuido a reducir la inflación. Esta tendencia se irá acentuando a medida que disminuya la importación de alimentos básicos y, en esa medida, se pueda evitar el efecto perverso que tiene la devaluación en el precio de los bienes importados. La relación entre producción de alimentos y menor inflación muestra, además, que el diagnóstico de las autoridades monetarias no era adecuado, y que en lugar de una inflación originada en factores de demanda, habría que buscar las causas del alza de los precios en el encarecimiento de la oferta de alimentos importados.
Los servicios financieros también contribuyeron a mejorar el PIB, con un aumento de 3,9%. Esta variación debe leerse con cuidado, ya que si a los bancos y al sector financiero les va bien porque la tasa de interés es alta, o porque la especulación se ha intensificado, ello no es bueno para el resto de sectores.
Preocupa la caída del petróleo, de la minería y, en general, de la actividad extractiva (-6%). Y, finalmente, la industria sigue rezagada (-3,3%). A diferencia de lo que sucede con el sector agropecuario, la devaluación todavía no ha tenido el impacto necesario para reactivar la producción industrial. Quizás este sea el mayor daño ocasionado por la enfermedad holandesa que vivió el país durante los años de la bonanza. La economía todavía no logra dar un salto adelante y continúa subsumida en una especie de letargo estructural.
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