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El gerente del banco de la República, Leonardo Villar, dijo que se mantiene la independencia de la entidad y que la inflación no tiene periodo presidencial
Al gerente general del Banco de la República, Leonardo Villar, no le ha tocado tan fácil como a sus antecesores. Los primeros días del próximo enero cumplirá su tercer año al frente de la banca central independiente colombiana, que tiene el mandato constitucional de mantener el poder adquisitivo del peso y, por ende, controlar la inflación, justo en un momento en que la variación de precios se convirtió en un auténtico problema de mil cabezas. Y la única receta siempre a mano, subir las tasas de intervención monetaria, ha sido criticada por su poco impacto y ser nociva para la economía del consumo y la inversión.
Hablamos con Villar sobre los fundamentales económicos, pero sobre todo los retos que se tienen por delante al lado de un Gobierno Nacional que le ha pedido en varias oportunidades bajar las tasas y acercarse más a la realidad económica nacional.
¿Cómo va el sistema de pagos interoperables inmediatos?
Ha habido avances muy importantes en el país por parte de algunas entidades financieras para pagos inmediatos, pero se han quedado como lo que típicamente la literatura llama jardines cerrados, que son desarrollos para hacer pagos al interior de una entidad.
El gran reto es generar interoperabilidad. En el Plan de Desarrollo recuperamos una función para el Banco que es la de ser regulador de sistemas de pagos de bajo valor para propósitos de garantizar la interoperabilidad, significa que podamos regular que esas transacciones que se hacen entre personas en Colombia no estén limitadas a que sean en un determinado Banco.
Estamos en el proceso de reglamentarlo y ya estamos recibiendo las ofertas para el sistema que operaremos nosotros como Banco Central para conectar a todos los bancos.
¿Quiénes están interesados?
Ya está en licitación. Esperamos que para octubre tengamos asignado el contrato. Es algo que hemos venido discutiendo con todos los agentes que participan en el mercado, tanto los que tienen sistemas de pago en esos jardines cerrados, como los bancos que no participan de ellos y que están interesados en que se desarrolle algo interoperable. Se creó un foro el año pasado, tuvo unas conclusiones en diciembre y una segunda fase se hizo este año.
¿Entran todos los neobancos?
Sí, por ejemplo Nubank, que está iniciando operaciones en Colombia, que por ahora es una Compañía de Financiamiento, pero que tiene expectativas de crecer, como lo hizo en Brasil.
¿Se esperaría que para 2024 ya haya humo blanco en el proyecto?
Esperaría que para 2024 sí, pero los desarrollos toman un tiempo. La idea es que el contrato con el proveedor de los sistemas se asigne y después viene todo un desarrollo. Uno de los temas principales es armar un directorio que unifique la información de todas las personas.
Hay una hipótesis de que en Colombia no funciona subir tasas por la economía informal. ¿Usted qué dice?
En Colombia funciona como en otras partes y está funcionando. Una característica de la política monetaria que la hace muy ingrata es que los impactos se ven con un rezago significativo y el comportamiento de la inflación depende de muchas cosas.
La política monetaria termina siendo la clave para detener la inflación en el mediano plazo, pero hay factores que pueden alterar el comportamiento de la inflación temporalmente. Nosotros empezamos a subir las tasas en septiembre de 2021, al principio muy suavemente y mucho más tarde que otros países de la región. Los efectos de eso, en general, hubiera esperado que se empezaran a manifestar entre nueve y 18 meses más adelante, entre finales y mediados de 2022, pero 2022 nos cogió con muchos impactos de fenómenos internacionales: por un lado, la invasión de Ucrania, con la subida de precios que implicó; y la continuación de una devaluación del peso muy fuerte que venía desde 2021, que en los demás países se ajustó, pero aquí no, en parte porque la situación fiscal no se corrigió. Entonces los impactos de la política monetaria restrictiva se demoraron mucho más.
¿Pero usted en general cree que aquí funciona la política de manejo de tasas como sucede en todo el mundo?
Colombia no es diferente y funciona con esa característica de que los impactos son rezagados, como en todas partes del mundo, y ya lo estamos empezando a ver. Ahora, el mecanismo a través del cual funciona es frenar la demanda y eso es a veces doloroso, pero subir las tasas de interés es la manera a través de la cual se reduce el estímulo monetario a la demanda.
En una economía informal, ¿la noticia de que se subieron las tasas termina pegándole a un porcentaje bajo de la población?
Yo creo que termina pegándoles a todos a través de canales muy diversos. A las personas bancarizadas les afecta, pero afecta también las decisiones de las empresas de si gastan o ahorran y si aplazan las inversiones. Esas decisiones dependen mucho de la tasa de interés y lo cierto es que cuando se sube, la demanda se reduce. Eso tiene sus costos, se refleja en la desaceleración de la economía en el corto plazo, pero también termina generando una reducción de la inflación; y en el largo plazo también termina siendo benéfica para el crecimiento.
¿Las expectativas de que baje o no la inflación tienen algún efecto?
Cuando se sube la tasa de interés y la gente percibe que eso va a implicar que baje la inflación, las tasas de largo plazo tienden a volverse más controlables.
Y una cosa que hemos tenido en este periodo es que las tasas de largo plazo también han aumentado pero mucho menos que las de corto plazo, porque la gente espera que la inflación retorne hacia la meta. Y tal como ha pasado en otros países del mundo, la subida de las tasas de interés ya está generando un efecto de reducción de la inflación.
Como rector de la política monetaria del país, ¿con qué inflación y con qué tasa se siente cómodo al final de este año?
En el mediano plazo, la Junta y yo nos sentimos muy cómodos con una inflación de 3%, lo que pasa es que no creemos que sea razonable forzar una caída tan drástica y tan rápida de la inflación porque podría resultar demasiado costoso a corto plazo. Por esa razón, lo que hemos hablado desde finales de 2022 es ir haciendo un ajuste, fuerte y doloroso, pero gradual, que nos lleve a niveles de 3% para finales de 2024.
Las proyecciones que hay hoy de los analistas y lo que está implícito en los mercados para final de este año, es que la inflación estaría algo por debajo de 9%. Yo esperaría que esas proyecciones se sigan ajustando hacia la baja, pero eso no significa que con eso estemos tranquilos, porque lo importante es que se esté moviendo en la dirección de llevarnos hacia una inflación mucho más baja, del orden de 3%.
¿Con una inflación de 9%, estamos hablando de tasas de 9%?
No, como la meta es que la inflación siga bajando y que nos lleve hacia 3%, desafortunadamente para lograr ese proceso de ajuste nos toca mantener las tasas reales relativamente altas, entonces la magnitud de las tasas en el proceso es difícil decirla. Pero seguramente van a ser tasas superiores a la inflación.
¿Cuando la inflación llegue a la meta, en cuánto estará la tasa?
Cuando ya esté en un nivel de inflación de largo plazo, digamos 3%, la tasa de interés de política puede ser muy inferior a la que tenemos hoy, mucho más parecida a la que teníamos en la pandemia.
Antes de la pandemia la llegamos a tener por debajo de 2%, en 1,75%, pero posiblemente eso no se pueda repetir en condiciones normales. Sí cabría esperar que, cuando la inflación esté estable, alrededor de 3%, haya una tasa de interés alrededor de 5% o 6% para las operaciones a un día, para que la tasa que fija el Banco de la República sea sostenible.
Los dos ministros de Hacienda que a usted le han correspondido en la administración del presidente Petro, José Antonio Ocampo y Ricardo Bonilla, le han insistido en bajar las tasas. ¿Ha sentido alguna presión del Gobierno en la política monetaria?
Los dos, en cierto momento, han expresado preocupación por las tasas altas y una voluntad que todos tenemos de que en el mediano plazo podamos tener tasas más bajitas. Con José Antonio Ocampo estuvimos en varias decisiones en las que la tasa se subió y en algunas no estuvo de acuerdo y lo expresó, y en otras sí lo estuvo. Pero en general, estuvo de acuerdo con la necesidad de ajuste de las tasas de interés, por las circunstancias que estábamos viviendo.
El ministro Bonilla llegó en un momento en el que la tasa ya se había estabilizado y ha estado de acuerdo con la política que hemos seguido. Las votaciones en las dos juntas que hemos tenido con el ministro Bonilla han sido unánimes. Y él ha insistido en un deseo que tenemos todos de que ojalá pronto tengamos las condiciones adecuadas para poder comenzar a bajar. Pero también ha sido muy explícito en que tenemos que ser muy cautos en no comprometernos con algo que depende de muchas variables que tendremos que ir mirando en cada una de las juntas en las que se tomen decisiones.
Uno de los temores que se tenían con la llegada del presidente Petro es que se metieran con la independencia del Banco de la República. ¿El tema le preocupa?
La razón por la que la mayoría de los bancos centrales son independientes en países avanzados y emergentes a los que les está yendo bien hoy, es precisamente porque se les quiere dar un mandato específico de la inflación que mire con una perspectiva de tiempo más larga de lo que típicamente tienen los gobiernos de turno. Eso hace que sea muy frecuente que haya discusiones, totalmente legítimas, sobre lo que plantean los bancos centrales, en Colombia, en Estados Unidos, o en Europa, o en cualquier país del mundo.
Ahora, en el caso colombiano, mi interpretación de la posición del presidente Petro la dio él muy claramente en una reunión que yo tuve cuando él era candidato, era con el Fondo Monetario Internacional, que quería lo que llaman un seguro político de los candidatos porque se iba a renovar la línea de crédito flexible para Colombia; y el candidato Petro, en su momento, dijo algo que puedo repetir porque él lo ha dicho públicamente, y es fue miembro del M19, que participó de una manera muy destacada en el acuerdo nacional que se reflejó en la constituyente de 1991, que le dio la independencia y la autonomía al Banco de la República. Ahora, ¿quiere decir eso que esté de acuerdo con cualquier decisión del Banco de la República? No, ni para el presidente Petro ni para ninguno de los presidentes que me han tocado a mí, cuando era codirector o cuando estaba en Fedesarrollo.
¿La autonomía del Banco ha funcionado?
La autonomía funciona porque el Banco tiene un mandato muy claro, y los codirectores y la Junta Directiva actúan respondiendo a ese mandato, que está establecido en la constitución, en la Ley. Y segundo, porque los codirectores son nombrados por los presidentes, pero en una forma en la que un presidente, en principio, cambia a dos de los cinco codirectores durante su periodo. Pero incluso cuando cambia otros, los cambia más al final.
La inflación no tiene periodo presidencial y por eso es tan importante separar el horizonte de análisis de quien toma las decisiones monetarias mirando la inflación, para evitar que las decisiones se tomen, por ejemplo, mirando la financiación del gasto público.
¿Le preocupa el fantasma de emitir?
Los bancos centrales son emisores, nosotros emitimos todos los días: cada año 1.000 millones de billetes y 1.000 millones de monedas. Pero, además, la cantidad de dinero aumenta por muchos mecanismos.
El problema no es si se emite o no, el problema es cuál es el criterio con el cual se emite. El Banco de la República emite con el propósito de permitir que la economía funcione adecuadamente y que la inflación esté bajo control alrededor de la meta que se ha impuesto.
Yo emito para que la tasa de interés se mantenga en aquel nivel en que la Junta Directiva del Banco de la República definió como apropiado. Al emitir con ese criterio, de fijar la tasa de interés de corto plazo, se busca que la inflación converja a la meta y no se busca que se financie una determinada cantidad de dinero para el Gobierno, porque esas decisiones dirigidas, o al Gobierno o al sector agropecuario, son importantes, pero que debe tomar el legislativo o el ejecutivo, el Banco Central es una entidad técnica que no debe tomar decisiones sobre asignación de recursos.
El mandato de emisión entonces va ligado a la tasa…
Nosotros damos lo que la economía nos pida para que la tasa esté en ese nivel, que ahora está en 13,25%. Ahora, ¿cómo lo hacemos? Hay diferentes mecanismos, compramos títulos de deuda pública, en algunas circunstancias podemos comprar dólares, podemos hacer operaciones de crédito a un día a los bancos… Entonces ese el criterio que tenemos para fijar cuánto le damos a la economía en el día a día, y no cuánto necesita el Gobierno, ahí está la gran diferencia. El que manda a emitir es el mercado, pero en última instancia es una decisión de la Junta, que es la que decidió cuál es la tasa de interés que estamos buscando.
La tasa de cambio para ustedes es inherente a la política, ¿cómo entender que el dólar Petro nunca se sostuvo sobre $5.000 y ahora vemos que el peso es una de las monedas emergentes más revaluadas?
El dólar se ha comportado en respuesta a los mercados sin intervención del Banco de la República.
El Banco ha tomado la decisión, que a mi juicio ha sido muy acertada, de dejar que fluctúe libremente, no ha tratado de evitar los movimientos del dólar. Obviamente cuando fluctúa puede tener implicaciones sobre la inflación e, indirectamente, influye en las decisiones que nosotros tomamos en la Junta Directiva sobre la tasa de interés, pero no tratamos de fijar una tasa de cambio.
Hoy, afortunadamente, el ancla la tenemos en la meta de inflación y no tenemos que fijar la tasa de cambio, permitiendo que actúe como el colchón que ajusta muchos fenómenos internacionales, nacionales, expectativas, cambios en los precios del petróleo...
¿Qué hizo que se devaluara tanto la tasa de cambio en algún momento?
Creo que hubo muchos factores, en realidad la tasa de cambio del peso frente al dólar empezó a devaluarse muy fuerte en 2021, coincidiendo con la pérdida del grado de inversión de Colombia. Aunque hubo fluctuaciones para un lado y para el otro, si uno compara el comportamiento del peso contra otros países latinoamericanos parecidos al nuestro, lo que encuentra es que desde 2021 y durante todo 2022 nos mantuvimos excepcionalmente depreciados. Creo que en buena medida eso correspondió a una percepción de deterioro fiscal y, en algún momento, expectativas muy inciertas sobre cuál era el futuro de la economía Colombiana.
Yo diría que eso llegó a su punto más complejo en octubre de 2022. A partir de ahí ha habido una reversión de esa depreciación, que se volvió particularmente fuerte en los últimos cuatro meses, a pesar de lo cual todavía hoy la tasa de cambio está un poco más depreciada con respecto a lo que teníamos hace dos años, si lo comparamos con lo que tienen países como Chile, Brasil, México y Perú…
Pero yo entendería que lo que ha habido en el periodo reciente es una normalización de una depreciación excesiva que se había dado antes por razones que se han ido corrigiendo: las expectativas fiscales hoy son mejores, la situación de la política monetaria, las expectativas de inflación están mejorando, entonces nos hemos vuelto a acercar a situaciones acordes con lo que ha sucedido en otros países de la región, aunque la percepción de riesgo país sobre Colombia todavía tiene un deterioro con respecto a lo que teníamos hace dos o tres años, que es mayor a lo que han tenido otros países de la región.
¿La economía subterránea afecta a la tasa de cambio?
Seguramente la afecta en términos del nivel, porque no hay duda que Colombia tiene una economía subterránea.
Dicen estudios que representa 3% del PIB, ¿es muy exagerado?
Es muy difícil cuantificar el impacto de la economía ilegal, precisamente porque, al ser ilegal, los datos tienen que ser estimativos, que implican supuestos muy arriesgados, pero hay muchos factores para decir que las exportaciones ilegales de Colombia son significativas, generan recursos y esos por sí mismos posiblemente generan una fuerza hacia la apreciación del peso de manera estable.
Ahora, buena parte de esa ilegalidad de exportación se compensa, en sus efectos sobre la tasa de cambio, con una ilegalidad de la importación, porque mucho de ese dólar que se genera en los mercados ilegales se va para contrabando o para sacar capitales de los narcotraficantes, que también buscan el refugio y mueven sus recursos tratando de obtener el mayor beneficio, y tienden a colocarlos en otros países. Entonces terminan manifestándose en salida de capitales de esos mismos narcotraficantes o beneficiarios del narcotráfico, y en financiación del contrabando de importación. Entonces el impacto neto sobre la tasa de cambio puede que no sea tan grande.
Lo segundo es que es muy difícil asociar los cambios en la tasa de cambio con los cambios en la exportación del narcotráfico. Las tendencias recientes de la tasa de cambio creo que se pueden explicar esencialmente por factores macroeconómicos, internacionales…
¿En cuánto cree que cerrará la tasa de cambio?
La peor manera de desacreditar a un banquero central es ponerlo a adivinar cuál va a ser la tasa de cambio en el futuro, entonces prefiero pasar.
¿Por qué le huimos a la discusión de la dolarización?
Yo tengo una convicción muy fuerte de que tener una moneda propia permite hacer políticas que suavizan los ciclos económicos. Nosotros pudimos, por ejemplo, en la crisis del covid, hacer una política monetaria fuertemente expansiva y eso creo que fue uno de los factores que facilitó que la economía saliera bien.
No hay que olvidar que Colombia en 2021 recuperó plenamente el nivel de actividad económica previo a la pandemia; y en 2022 recuperó los niveles que habría tenido si no hubiera habido pandemia. Hoy estamos por encima de la tendencia que había antes de la pandemia, incluso con bajo crecimiento.
Si uno revisa los países con dolarización, o son pequeños o son países que en su momento tuvieron desordenes monetarios tan grandes que la única opción era dolarizar.
¿Qué ha pasado con las sucursales?
Las sucursales se volvieron agencias culturales, entonces la actividad cultural ahora es mucho más nacional, que antes era mayormente Bogotá.
¿La Luis Ángel Arango participa? ¿Está llegando a todas esas sedes?
Es la mamá de todas las bibliotecas y una cosa muy bonita es que todas tienen un número base libros grande, algunas con especialidades, pero todas están conectadas. Cualquier persona va allá y pide un libro y le llega. Y eso, aparte de que directamente con la Luis Ángel cualquier persona puede pedir por internet y le llegan a la casa. Pero aparte de eso, la Luis Ángel está conectada con todas las sedes culturales, que son 29, por ejemplo para la música. La gestión cultural es impresionante.
¿Cuántos economistas trabajan al servicio de la economía colombiana desde el Banco de la República?
Deben ser del orden de 400.
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