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El regreso digital de la revista nos obliga a preguntar si el mercado no está listo para otro tipo de iniciativa que pueda competir con grandes medios tradicionales
El anuncio del regreso digital de Cambio, revista que marcó un hito en el periodismo colombiano, obliga a plantearse la pregunta de si esta no está condenada a convertirse en otra publicación de nicho, para una élite.
Hay muchas de estas publicaciones en ese mismo nicho de mercado, pero su sostenibilidad financiera es dudosa, en un entorno de recesión pandémica caracterizado por la minúscula y reñida torta publicitaria que dejan Facebook y Google y las limitaciones, en especial en un país como Colombia, de los modelos de suscripción, en el que tiene concentradas sus esperanzas Cambio.
También obliga a preguntarse, desde la ingenuidad, si el mercado no está listo para otro tipo de iniciativa que pueda competir con los grandes medios tradicionales, y algunos nuevos nativos digitales que, querámoslo o no, son dueños de la mayor porción de la audiencia.
Y es que uno podría ser víctima del ‘Síndrome de Adán’ (creer que antes de él no había nada) cuando enuncia como gran valor diferenciador “reunir un sólido grupo editorial que haga sentir la diferencia a través de la investigación, el análisis y la opinión; que busque un enfoque descentralizado y joven de la información”, como dijo Daniel Coronell al hacer el anuncio del regreso de Cambio en su columna de opinión en Los Danieles.
Esa descripción corresponde, precisamente, a lo que vienen haciendo hace tiempo, incluso años, muchos nativos digitales, pero cuyos tráficos (audiencia) son relativamente marginales (de nicho, por lo pequeños), si se comparan con los de los medios tradicionales, pero algunos de ellos con una gran influencia.
¿Por qué los medios tradicionales son el punto de referencia para la comparación? Porque la mayoría de estos nativos digitales se ofrecen como una alternativa a ellos, y tienen una visión crítica de su trabajo.
Federico Gómez Lara, director designado de la nueva Cambio, por ejemplo, le dijo a W Radio que una serie de socios e inversionistas (del nuevo proyecto) “compartían nuestra preocupación por lo que estaba pasando en la prensa escrita (léase, medios tradicionales)”.
¿Acaso esa descripción de buen periodismo que hace Daniel Coronell no corresponde a lo que hace Lasillavacía? ¿Acaso esa descripción no corresponde a Diario Criterio, novísimo emprendimiento digital donde participan muchos ex-Semana? ¿Acaso esa descripción no corresponde a lo que hace parte de la Liga Contra el Silencio (Baudó, 070, Consejo de Redacción, ColombiaCheck, CrossMediaLab, Cuestión Pública, Delaurbe, El Malpensante, Cola de Rata, Mutante, Pacifista, Rutas del Conflicto, Vorágine, entre otros)?
La lista es larga. Valdría la pena hacer un inventario, como también valdría la pena hacerlo de los llamados ‘nativos sociales’, emprendimientos periodísticos que nacieron y viven en las redes sociales.
El mismo Coronell reconoce la existencia “de tantas personas que están haciendo periodismo independiente” y plantea la posibilidad de “juntarnos, de mirar bajo una sombrilla, la forma de informar mejor a los colombianos para que puedan tomar las decisiones que sean más convenientes para su vida y para el futuro del país”.
Aquí la pregunta que surge es: ¿Cuál es la naturaleza de la sombrilla que propone Coronell? ¿La de un empleador que ‘robará’ o reclutará esos talentos que hacen buen periodismo? ¿La de la unión temporal en ciertas coyunturas informativas, por ejemplo, para la cobertura electoral de 2022?
A juzgar por otra declaración que dio en W Radio, pareciera que esto último es lo que propone:
“Ustedes saben que hay diferentes grupos periodísticos que han surgido en los últimos años y que han hecho un trabajo muy destacado, vamos a tocar la puerta de ellos y esperamos tener su respaldo para que Cambio sea una sombrilla en la cual podamos caminar pasos juntos; algunas veces no iremos juntos, pero todas las veces que podamos respaldarnos y darle un apoyo al periodismo independiente y serio, lo haremos”.
Para ser innovadora la propuesta de Coronell debería ser mucho más radical. La sombrilla que debería proponer es unión permanente de todos estos emprendimientos para, como dicen los que saben de gerencia, optimizar el uso de recursos y eliminar las redundancias y el retrabajo. Es decir, un modelo colaborativo.
Hace unos pocos días en su cuenta en Instagram, en un gesto de transparencia, Lasillavacía presentó datos reveladores sobre su nómina y fuentes de financiación, que permiten hacer un ejercicio teórico.
De acuerdo con esas cifras, Lasillavacía tiene 32 empleados. Aunque no los discriminó por área, probablemente entre 17 y 20 son de contenido, dedicados a hacer periodismo. Diario Criterio tiene 15 periodistas y editores de planta y 3 audiovisuales. Las2orillas puede tener un número parecido (pregunté y no me dieron la información).
Cuando se suma el recurso periodístico de estos 20 o 30 emprendimientos, su número, 200 o 300 periodistas, podría rivalizar con el de los medios tradicionales.
Compartir conocimiento y experiencias sería un primer paso. Coordinar periodísticamente estos equipos, compartir información, complementarse, armar equipos, sería el siguiente.
Pero el concepto de compartir recursos puede llegar más lejos: sumados estos emprendimientos podrían, por ejemplo, adquirir un sistema de administración de contenido sofisticado como Arc, del WashingtonPost, o contratar una asesoría en SEO (optimización para posicionarse en motores de búsqueda) de alto nivel, en vez de hacer gastos individuales. Serían costos compartidos. Los tráficos sumados (audiencia) podrían incluso ser comercializados por un equipo compartido.
La enumeración de obstáculos para concretar esta propuesta, hay que reiterar, hecha desde la ingenuidad (y probablemente una utopía), arranca con la arrogancia y los egos, en los que somos expertos los periodistas (el mejor negocio es comprar uno por lo que es y venderlo por lo que se cree).
Si se logran aplacar, luego vendría propiciar escenarios de diálogo, que es el equivalente a alinear 20 micos para una foto, a ver si es posible enunciar coincidencias para trabajar, como la independencia, el rigor, la investigación, etc., e identificar fortalezas relativas.
Por eso, la primera pregunta que se formularían todos aquellos que podrían participar en una propuesta de trabajo conjunto es: ¿Y por qué tiene que ser la sombrilla de Daniel Coronell y la de Cambio, y no la nuestra? La pregunta es válida, y muchos podrían argumentar que él es el nuevo en la plaza, que “no nos está colonizando, ni descubriendo” ¿Cuál es el valor agregado que ofrece esa sombrilla? No cabe duda de que Coronell, además de gran periodista, tiene liderazgo y experiencia gerencial, y habilidad para los negocios, pero no es el único con esas características.
¿Podrían estar los contenidos de todos bajo una marca conjunta, manteniendo la propia identidad, en un solo sitio web? ¿Cómo se mantienen las autonomías? ¿Cómo sería el modelo de funcionamiento? ¿Cómo repartir los ingresos? ¿Cómo manejar los conflictos? ¿Habría que aliarse solo con aquellos con los que hay afinidad ideológica, o se puede llevar el concepto de pluralismo, enunciado como principio fundamental por el nuevo director Gómez Lara, al extremo?
Por eso, la propuesta se plantea desde la ingenuidad, porque las respuestas no son fáciles.
Pero el beneficio sería la posibilidad de crear modelos económicos sostenibles en el tiempo, en lo que Lasillavacía, por ejemplo, ha demostrado que hay que diversificar los ingresos porque los aportes de los lectores (de donde vendrían las suscripciones) no son suficientes. En su caso, estos solo dan cuenta de menos de 10% de los ingresos.
Lo otro con lo que hay que pelear es la percepción, común entre todas estas publicaciones de nicho (de ese nicho), de que su excelente trabajo periodístico riñe, no es compatible, con el gran tráfico (la gran audiencia), al que descalifican, como lo hizo Gómez Lara, al definirlo como “esclavitud del clic”. Una crítica que luce un poco arrogante y que también los condena al nicho.
Paradójicamente, cuando Gómez Lara justificó por qué el nombre de Cambio citó la anécdota de por qué el comerciante Ray Crok compró McDonald's, si habría podido montar su propia operación, y la respuesta fue “the name” (el nombre). Una referencia afortunada, porque McDonald's no se especializa en platos sofisticados para paladares exclusivos, sino en comida rápida, producida en forma masiva, que es el equivalente de otros tipos de contenidos menospreciado por casi todos estos emprendimientos, como el entretenimiento, el deporte, el crimen, pero que podrían ser la puerta de entrada a sus propios contenidos. Hay experiencias exitosas, incluso locales, que lo demuestran. Así, se deberían plantear alianzas con emprendimientos periodísticos en otras áreas como el entretenimiento, el deporte (en particular, fútbol), tecnología, medio ambiente… que podrían ser secciones de ese gran medio que entraría a disputar el gran tráfico a los medios tradicionales.
También habría espacio para la curaduría y la agregación de contenido, haciendo caso a lo que Jeff Jarvis, uno de esos gurús que inventa frases inteligentes, dijo: “cubra lo que sabe, enlace el resto”, y que podría ser ajustada con otra no tan inteligente que dice: “genere el contenido original que quiera, agregue el resto”.
La gente no solo vive de temas trascendentales (investigaciones, análisis, opinión…), por excelentes que estos sean; la vida, por fortuna, está llena de otras vivencias cotidianas, temas livianos, incluso intrascendentes, que nos permiten hacerla más llevadera, reírnos de las dificultades.
En el fondo, además, es una contradicción de estos emprendimientos creer que su trabajo riñe con el gran tráfico, las grandes audiencias.
Detrás de los principios que los orientan, díganlo o no explícitamente, está una defensa de la democracia, y esta, por definición, no es de élites, de nicho, sino de audiencias masivas.
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