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La estabilidad, continuidad en las políticas y las estrategias a largo plazo, que para cualquier empresa son condiciones ineludibles, en la Industria Licorera de Caldas (ILC) no parecen ser la norma.
Ayer se conoció que la junta directiva de la firma, que tiene nuevos miembros y que entró con el gobierno de Julián Gutiérrez, posesionado como gobernador de Caldas el pasado cuatro de septiembre, le pidió la renuncia al gerente de la destilería, Miguel Trujillo, quien estará en el cargo hasta el próximo 31 de octubre.
Trujillo entra a acumular lo que ya se ve como un anti-récord, en la ILC, de ser el tercer gerente que pasa por la empresa en menos de un año -el 9 de octubre de 2012 las riendas de la licorera las llevaba Francisco Quintero- y el sexto en los últimos seis años.
Quien sea designado en el cargo, que entraría a ocupar a partir del primero de noviembre, será entonces el tercer gerente nombrado en los últimos doce meses y el cuarto en propiedad, que ocupará la silla de la destilería entre 2012 y 2013. De enero a marzo del año pasado, hubo un gerente encargado. Si se hace el promedio de solo el último año, en la ILC se nombra un gerente cada cuatro meses.
Trujillo duró en el cargo siete meses y aunque los resultados en ventas de la ILC lo favorecen, porque no sólo paró la caída en la colocación de ron y aguardiente, sino que incrementó las ventas por primera vez en cinco años, la junta directiva en cabeza del Gobernador, decidió pedirle la renuncia. El mismo Trujillo le dijo a LR que son decisiones naturales “y hay una administración que quiere tener un nuevo gerente. Este tipo de empresas se mueven más por lo político que por lo técnico y cada quien elige con quien quiere trabajar”.
El mismo Gutiérrez dijo, cuando fue electo gobernador, que iba a trabajar con la gente de su confianza. Y en efecto, Trujillo reconoció que con el Gobernador no tuvo ‘química’. En círculos políticos se señala que el mandatario tenía afán de mover las fichas en la ILC porque en noviembre entra a regir la Ley de Garantías. “No me queda un sabor amargo porque cumplimos una tarea”, sostuvo el gerente saliente, pero sí reconoció que ese vaivén e inestabilidad administrativa no le conviene a la ILC porque no hay continuidad en metas y en políticas. La Licorera tiene proyectado vender este año unos 23 millones de unidades y 70% se hacen en los tres últimos meses del año. “La Licorera sí necesita una reforma y cambios estructurales si se quiere que no se cierre. A la junta le voy a dejar un estudio de la reestructuración que debe hacerse”, dijo.
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