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La mujer enfrenta múltiples barreras para alcanzar su independencia económica a través de la participación en el mercado laboral. Diferentes factores lo explican. una de ellas es la violencia sexual reproductiva.
Entender por qué hablamos de algo tan básico, como es la inclusión de las mujeres en el campo laboral, hoy, para las nuevas generaciones, algo cada vez más normalizado, exige irnos al inicio de aquel momento de la historia en que se permitió: la división sexual del trabajo en el mundo. En explicación de Silvia Federici, la autora del libro ‘Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria’, esto no es otra cosa que el aislamiento de las mujeres de la actividad productiva para cumplir el trabajo doméstico y reproductivo, actividades que como la escritora indica, son necesarias para reproducir y mantener la vida.
Y es que esta columna y, en sí, este especial sobre cómo van los números de la inclusión laboral de las mujeres en países de Iberoamérica no tuviese cabida si en el siglo XII, nosotras no hubiésemos sido desplazadas de la actividad productiva para, adentrarnos, en labores netamente domésticas. Pero, ¿qué pasó? Cuando la economía feudalista se acaba y llega el capitalismo, el curso de la vida femenina sufre varios cambios, entre ellos, esa división sexual en la que las mujeres quedaron relegadas. Esto podría llamarse, como dicen los economistas, un “falla del mercado”, claro, sin reconocerse.
Los siglos pasaron y las mujeres, hoy, luego de muchas luchas propias, están logrando ese conquista en la vida laboral, sin embargo, aún con muchas piedras en el camino y bajo condiciones que se no se ajustan a las más vulnerables.
Actualmente, además de encontrarse datos que siguen revelando esa ausencia de la fuerza laboral femenina, las cifras están cada vez girando hacia cuestionamientos mucho más profundos y de carácter casi que “científico”, como, por ejemplo, temas de brecha salarial, de cómo las mujeres dedican más tiempo al hogar y al cuidado de los niños que los hombres, que la maternidad se ha vuelto un factor de desventaja para ellas, y que el trabajo doméstico, tal cual como plantea Federici, debe ser remunerado.
Cuando todo esto queda claro, se entiende por qué es deber de la sociedad, del estado, y de las empresas abrir espacios de inclusión femenina en la esfera laboral. Esto debe darse, a tal punto, de que ese derecho, que se arrebató, se vuelva a dar de manera orgánica, pues en algún momento de la historia las mujeres fueron grandes productoras agrícolas.
“Las empresas deberían tener políticas de reclutamiento pensando en que las mujeres tenemos desventajas laborales. También debería existir incentivos para contratarlas por parte del gobierno y erradicar malas prácticas como preguntar sobre la vida familiar de las postulantes. Muchas siguen siendo rechazadas porque dicen que quieren tener hijos como parte de su proyecto de vida. Las mujeres podemos conquistar muchas áreas de trabajo que eran pensadas solo para los hombres”, expresa Viviana Bohorquez, directora de Jacarandas.
Cuando todo esto ocurra, algún día, la mujer no será un tema, y la sociedad podrá hablar de personas, y no de violencias de género.
En cuanto a la representación política, se encuentra en la posición 84, con 16% de los escaños parlamento ocupados por mujeres
Hay que decir que Brasil tiene una brecha de género de 72,6%, de acuerdo con datos extraídos de Expansión para 2023