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La mujer enfrenta múltiples barreras para alcanzar su independencia económica a través de la participación en el mercado laboral. Diferentes factores lo explican. una de ellas es la violencia sexual reproductiva.
Lo que he aprendido al trabajar por una mayor participación de las mujeres en posiciones de liderazgo en el sector empresarial es que existe una desinformación, falta de conocimiento y poca comprensión de lo que una mujer enfrenta para llegar al mercado laboral.
Frecuentemente escuchamos decir que la inequidad de género es cuestión del pasado, que está superado y que no tenemos de qué preocuparnos. No es así, y es todo lo contrario. La mujer enfrenta múltiples barreras para alcanzar su independencia económica a través de la participación en el mercado laboral.
De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo la tasa de participación laboral de la mujer (mujeres económicamente activas sobre el total de mujeres en edad de trabajar) fue de 47% en el 2021, mientras que para el hombre la tasa fue de 74%. Las mujeres tienen más probabilidad de trabajar en empleos informales, de baja remuneración y con menos protecciones laborales. ¿Qué puede explicar esto? Diferentes factores inciden en esta realidad. Un aspecto fundamental está en el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos.
La autonomía de la mujer en la decisión de tener o no hijos, cuántos y con qué frecuencia, es un tema crucial. Esta discusión, que empezó en la década de los sesenta, aún sigue en curso y gran cantidad de mujeres aún no pueden acceder a estos métodos a causa de la pobreza, de no tener acceso a la información, de ser víctimas de violencia basada en género y de falta de cobertura en salud sexual y reproductiva, especialmente en zonas rurales.
Una mujer en condición de pobreza o vulnerabilidad económica, que a edad temprana queda en embarazo, encuentra difícil ingresar al mercado laboral, y un segundo embarazo generalmente la conlleva a las labores del cuidado por el resto de su vida.
La violencia de género representa otro aspecto crucial. Actualmente se estima que una de cada tres mujeres sufrirá violencia física o sexual en el transcurso de su vida, y en situaciones de guerra o desplazamiento, y en general, ante instituciones de seguridad débiles, aumentan las posibilidades de que las mujeres y niñas sufran violencia de género.
Las consecuencias generalmente son devastadoras y permanentes. Otro factor que incide en el acceso al mercado laboral está en la educación. Se han hecho grandes esfuerzos al respecto, y el promedio dice que hoy el acceso a la educación entre hombres y mujeres es similar. Sin embargo, para la mujer de escasos recursos, las labores de cuidado representan la principal barrera. Llegar al mercado laboral ya es un logro importante para una mujer.
Allí, igual la esperan desafíos como las brechas salariales de género, prevalentes en nuestro país y en la región, que implica una menor compensación por trabajos similares, diferencia explicada únicamente por el género. Además, están los sesgos inconscientes y prejuicios que le dificultan su ascenso a posiciones de liderazgo.
Entender la brecha de género como un problema sistémico permite comprender la necesidad de seguir trabajando en esto. No en vano el Foro Económico Mundial asegura que nos tomará de dos a tres siglos alcanzar la equidad de género en el mundo.
No podemos dejar que esto nos tome varias generaciones. Por eso es necesario trabajar desde el sector privado y desarrollar políticas públicas necesarias que ayuden a reducir esta brecha y nos permita como sociedad disfrutar de los beneficios que se obtienen cuando la población logra empoderar a la mujer y garantizar su independencia económica. Beneficios que se traducen en mayor desarrollo económico y un mejor desempeño de las organizaciones gracias a la diversidad en su talento humano.
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