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Así es la agenda económica que plantea el demócrata para los próximos cuatro años
Lo primero que hizo fue calificar de “falsa” la victoria que los votos electorales le daban a Biden. Lo segundo, fue anunciar que iría a la Corte Suprema
La reacción del actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien buscaba la reelección, no fue sorpresa. Bien lo había advertido mucho antes de las elecciones, con pleno convencimiento, que si no ganaba un segundo período presidencial denunciaría fraude. Así lo hizo.
El mandatario estaba tan seguro de su victoria que antes de la jornada electoral convocó para la misma noche del martes 3 de noviembre una fiesta en la Casa Blanca con 200 invitados.
A la mañana siguiente ya tenía toda la artillería montada para activarla por redes sociales y discursos. Lo primero que hizo fue calificar de “falsa” la victoria que los votos electorales le daban a Biden. Lo segundo, fue anunciar la nueva intención de los republicanos: “iremos a la Corte Suprema de EE.UU.”, advirtió sin dar detalles de la estrategia legal. Y lo tercero, demandó el conteo de votos hecho por el correo.
Su clara intención de detener el proceso se hizo oficial en Arizona, que aporta 11 votos electorales; luego pasó a Wisconsin (10 votos electorales) y al final del segundo día de la jornada electoral pasó a Michigan (16 votos). Finalizando la semana impugnó también el conteo en Georgia.
Uno de los estados críticos fue Pensilvania, que suma 20 votos electores, y donde Trump solo anunció que le pediría permiso a la Corte Suprema para que se demandara el conteo.
“Queremos que se detenga la votación”, dijo. “No queremos que encuentren boletas a las cuatro de la mañana y las agreguen a la lista”. Todo indica que este será el más fuerte argumento de Trump para desconocer un proceso democrático histórico por el número de votos que logró Biden: más de 70 millones.
Minutos después de que las principales cadenas de televisión declararan a Biden ganador, personas salieron a las calles a festejar
A los 29 años llegó al Senado por Delaware y estuvo allí durante 36 años antes de servir de 2009 a 2017 como vicepresidente de Obama