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Implementar la carbononeutralidad en las empresas y los proyectos, más que un adorno a las estrategias de mercadeo o una credencial más para los brochures comerciales, es un procedimiento que exige rigor
Los bonos de carbono buscan compensar emisiones con proyectos ambientales, sin embargo, no han estado exentos de críticas y escrutinio
El cambio climático representa hoy uno de los mayores desafíos que enfrenta la humanidad. Encontrar soluciones que mitiguen el impacto al medio ambiente ha sido un objetivo recurrente para la comunidad internacional. Es aquí donde los bonos de carbono nacen como una solución, no exenta de críticas.
Más específicamente, son resultado del protocolo de Kyoto en 1997 y el Acuerdo de París en 2015. Allí los países industrializados reconocen su culpa en la problemática medioambiental y se plantean alternativas para compensar la emisión de gases a la atmósfera.
El mercado de los bonos se basa en la idea de que se puede compensar las emisiones si se financian proyectos que capturan emisiones o que no emiten gases de efecto invernadero. Muchas empresas recurren a ellos para alcanzar la famosa ‘carbononeutralidad’.
¿Le ha pasado que al pedir un carro por Cabify sale un anuncio diciendo que el viaje es ‘carbono neutral’? Esto no quiere decir que los carros de Cabify no contaminen, sino que la compañía dice compensar sus emisiones con bonos de carbono. Y como si de una ecuación se tratara, hace la equivalencia de las emisiones que produce con las que reduce y compensa.
En principio, la reducción de emisiones a través de tecnología y mejoramiento en los procesos es lo que han recomendado los expertos para atender la crisis climática. Sin embargo, los bonos han sido aceptados por gobiernos, organizaciones y empresas como una alternativa cuando ya no pueden reducir más las emisiones.
Una de las formas más conocidas de materializar esos bonos en el país es mediante los proyectos forestales. Con este se protegen bosques con riesgo a ser talados para convertirlos en esponjas de emisiones que luego se venden como créditos de carbono. Sin embargo, no son los únicos proyectos que existen.
“Hay 170 tipos de certificaciones de metodologías en energías limpias. Cuando digo energías limpias son aquellas que no pueden tener un subproducto y son renovables. En la energía nuclear, el subproducto es el desecho tóxico nuclear que no es biodegradable. Ejemplos de energías limpias son las hidroeléctricas, la eólica, la geotermia, las corrientes submarinas, el metano de los rellenos sanitarios, entre otros”, explica Mauricio Mira Pontón, director regional para las Américas de política climática para la firma South Pole.
En Colombia, a junio de este año hay 208 proyectos certificados y estos “han venido creciendo en una media de 35 proyectos por año desde 2018”, cuenta Francisco Ocampo Trujillo, director de Asocarbono, que agrupa en Colombia los actores del mercado. Los que más se han desarrollado en el país son los de reducción de deforestación y degradación de bosques o Redd+, siembra de árboles y generación de energía, principalmente hidráulica.
Como en cualquier otro mercado, los bonos de carbono están sometidos a los vaivenes de la oferta y la demanda. Pero aquí hay más que oferentes y demandantes.
En este intervienen las “empresas que desarrollan los proyectos y hacen todo el análisis, la matemática, la revisión, verificación, proyección, en fin. De ahí sale un documento llamado Project Design & Development (PDB) y después viene un tema de verificación y validación” explica Pontón.
Los terceros que verifican y validan los proyectos se conocen como estándares de carbono. Mediante diferentes metodologías, estos determinan su impacto y su contribución al medio ambiente. Al igual que ayudan a convertir las toneladas de CO₂ en bonos tangibles. Entre los estándares de carbono más reconocidos están Verra, Gold standard y Verified Carbon Standard.
El mercado de carbono maneja dos modalidades, el regulado y el voluntario. En el primero el estado básicamente fija las reglas del juego. El objetivo es alcanzar los compromisos a los que llegó Colombia de reducir cierta cantidad de emisiones y que las empresas que se someten al impuesto al carbono cumplan.
El gobierno establece, a través del NDC o contribuciones determinadas a nivel nacional, cuáles son las emisiones totales de uno o más sectores de la economía para cumplir con los objetivos trazados a nivel internacional. Las empresas de estos sectores son las que entran a negociar bonos y también para reducir el porcentaje de impuesto al carbono.
Los proyectos certificados entran a un sistema conocido como Emission Trading Scheme (ETS), una especie de bolsa donde básicamente se negocian los proyectos bajo la ley de oferta y demanda. Ahí se define el valor de cada crédito. “Se ha estimado un promedio en estos años, de unos $12.000 a $14.000 por bono de carbono en el país”, cuenta Trujillo.
Por el lado del voluntario, se encuentran empresas como Cabify o Postobón que establecen metas de carbononeutralidad por voluntad propia. Estos responden a motivaciones de índole reputacional o incluso porque los clientes lo piden.
“Este no es tanto un mercado donde el precio lo da la oferta y la demanda, es casi que una empresa específica tienen un interés en determinado proyecto y de acuerdo a eso se negocia directamente con la comunidad”, explica Pontón.
Los proyectos forestales han resultado ser especialmente controvertidos por denuncias de exageración de los beneficios climáticos y distribuciones injustas con comunidades. ”Ha existido una tendencia errónea a difundir y aceptar la idea de que los bosques son una buena estrategia de captura de carbono”, comenta Camilo Pietro Valderrama, profesor de Cambio Climático y Salud Ambiental de la Universidad Javeriana.
El experto define que este mecanismo de mitigación de emisiones es temporal. “El carbono que es absorbido por los bosques no es absorbido de manera permanente, sino que es un tránsito. Cuando el árbol se muere o se pudre nuevamente se libera el carbono”, explica.
De igual forma, Valderrama considera que esta es “una figura de pagar para contaminar (...) porque las fábricas siguen generando emisiones”. Para el académico, las únicas industrias que no pueden reducir las emisiones con tecnología en sus procesos son las que están ligadas profundamente a los fósiles: la industria de producción del acero, auria y cemento.
Por esta misma línea, el medio británico The Guardian, en una investigación, señaló que 39 de los 50 principales proyectos de compensación de emisiones del mercado voluntario, o 78% de ellos, fueron categorizados como probablemente basura. Esto quiere decir que no pudieron garantizar reducciones adicionales y permanentes de gases de efecto invernadero.
“No podemos darnos el lujo de perder más tiempo en soluciones falsas”, le dijo Anuradha Mittal, directora del grupo de expertos del Instituto Oakland al medio.
Pontón cree que búsqueda por la carbononeutralidad con el uso de bonos tiene rigor, pero "es un proceso que continuamente está mejorando (...) y es necesario tener ese concepto para que las empresas entiendan que tienen que tratar de ser lo más alineado a un concepto de cero emisiones".
Según lo explicó el ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, el objetivo de esto es poder financiar proyectos con fines ambientales
El objetivo del programa es incrementar el acceso a crédito de las MiPyme para el financiamiento de inversiones productivas
En el mercado de los bonos climáticos, entre los verdes, sociales, sostenibles, vinculados a la sostenibilidad y de transición, los verdes siguen encabezando la lista de la mayor financiación, representado 62% en el mercado mundial para el primer semestre del 2023