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La creciente tensión entre Rusia y los países de occidente por una posible invasión a Ucrania tiene en vilo al mercado energético, especialmente del petróleo y el gas
Applebaum, experta en Europa Oriental y premio Pulitzer, lleva años alertando sobre el choque entre autoritarismo y democracia
Se podría apostar dinero a que Anne Applebaum es en estas horas de tensión la persona más solicitada por los medios de comunicación de todo el mundo. Ganadora de un Pulitzer, historiadora y columnista especializada en populismos, no sólo ha escrito muchísimo sobre la Unión Soviética y de la Rusia actual sino que es de las pocas autoridades de la profesión que entiende y sabe explicar los complejos mecanismos que asfixiaron Europa oriental en el siglo XX, con su baile esquizofrénico de fronteras, represión y migraciones.
Desde sus dos mundos, el periodístico y el académico, ella lleva bastante tiempo advirtiendo de las ambiciones de Vladímir Putin y el aliento del imperio ruso en sus múltiples formas (desde los zares y la URSS hasta Putin) sobre los países de su entorno.
La historiadora, de joven cubrió varias transiciones de la dictadura comunista a la democracia desde la corresponsalía en Varsovia del The Economist y además está casada con un exministro de Exteriores y de Defensa de Polonia.
El pasado mes de noviembre esta ganadora del Premio Internacional de periodismo de El Mundo publicó un artículo en The Atlantic con un inquietante título: “Los malos están ganando” en el que alertaba de las nuevas tácticas de los enemigos de la democracia y de la necesidad de aprender a combatirlas. Hoy, y según las noticias del frente ucraniano, los malos están ganando.
En plena vorágine informativa, con las tropas rusas cerca de Kiev, Applebaum contesta por email una serie de preguntas a El Mundo de España.
En Occidente muchos analistas dudaban que Putin fuera a dar semejante paso, a pesar de las advertencias de los servicios de inteligencia. ¿Cómo hemos llegado a esta situación?
Putin ha invadido Ucrania porque la determinación de ellos de convertirse en una democracia es un desafío genuino a su proyecto político imperial nostálgico, que consiste en la creación de una cleptocracia autocrática, en la que él es todopoderoso, dentro de algo parecido al antiguo imperio soviético. Ucrania socava su proyecto simplemente por existir como un Estado independiente.
Al luchar por algo mejor, por la libertad y la prosperidad, Ucrania se convirtió en un rival peligroso. La llamada revolución de la dignidad de Ucrania en 2014, que provocó que un presidente corrupto y anárquico huyera del país, es exactamente el tipo de revolución que el propio Putin teme.
¿Ucrania es mucho más peligrosa como símbolo que como potencia militar?
Putin sabe que si Ucrania tuviera éxito en su impulso de décadas por la democracia y la integración europea, entonces los rusos podrían preguntarse: ¿Por qué no nosotros?.
¿Estamos entonces ante un fracaso colosal de la diplomacia mundial?
Tendemos a creer que Putin es un líder igual que los que tenemos nosotros, que quiere lo mejor para sus compatriotas. Pero no lo es. El objetivo de Putin no es una Rusia floreciente, pacífica y próspera, sino una Rusia en la que él permanezca a cargo.
A él no le importa si los rusos son pobres, solo le importa que sean dóciles. Tampoco le importan las sanciones, porque no amenazan su posición, poder o fortuna personal.
Las sanciones económicas no han sido suficientemente persuasivas. ¿La economía no lo es todo?
La experiencia de Putin con las sanciones occidentales lo ha hecho escéptico.
A pesar de todo lo que se ha dicho, nadie ha intentado de verdad poner fin, en lugar de simplemente limitar, el lavado de dinero ruso en Occidente o su influencia política o financiera.
Nadie se ha tomado en serio la idea de que los alemanes ahora deberían independizarse del gas ruso. o de que Francia tendría que prohibir los partidos políticos que aceptan dinero ruso, o que el Reino Unido y los EE.UU. deberían impedir que los oligarcas rusos compren grandes propiedades en Londres o Miami.
Nadie ha sugerido hasta la fecha que la respuesta adecuada a la guerra informativa de Putin contra nuestro sistema político tendría que ser una guerra informativa contra el suyo.
El gran miedo en Occidente es que este conflicto se extienda. ¿Hasta dónde llegará Rusia?
Esto no es solo un ataque a Ucrania, esto es un ataque al orden internacional de la posguerra, el acuerdo de que, al menos en Europa, las fronteras no se cambian por el uso de la fuerza. Putin hizo esto antes, en 2014, pero creímos erróneamente que sus ambiciones eran limitadas.
Ahora vemos que son ilimitadas. Es muy posible que se extiendan a Polonia, a los países bálticos o incluso a Alemania. Hace unos años, el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Sergéi Lavrov, dijo en la Conferencia de Seguridad de Munich que la reunificación alemana era “ilegal”. Todos se rieron. Pero yo no creo que estuviera bromeando.
Putin recuerda a menudo la presencia de la Unión Soviética en Alemania oriental: él mismo fue parte de ella. Ahora puede sentir nostalgia por esa época, al igual que siente nostalgia por el resto del imperio soviético.
¿Cómo debe actuar Occidente ante esta situación?
Ha llegado el momento de que Europa y Estados Unidos reconsideren por completo nuestra estrategia hacia Rusia.
Para ello necesitamos eliminar el dinero y la influencia rusas de todos nuestros sistemas políticos, también sancionar a todos los oligarcas que pululan en el entorno del Kremlin, y hasta confiscar sus propiedades en Occidente y evitar que vuelvan a hacer negocios en nuestros países.
Alemania y otros deben acabar con su dependencia del gas ruso. No se debe tolerar un comercio normal con Rusia mientras continúe la ocupación de Ucrania.
¿Europa no tiene ejército propio y tampoco una política exterior conjunta?
Necesitamos repensar la ubicación de las tropas en la Otan, tomarnos mucho más en serio la defensa de los países del este y de Alemania, así como convencer a la ciudadanía de la necesidad de un mayor gasto militar y de la posibilidad de un ataque ruso.
También es necesario un pensamiento estratégico nuevo y diferente sobre Rusia. ¿Cómo podemos llegar a los ciudadanos corrientes de este país? ¿Cómo podemos apoyar a la oposición y a los medios independientes? ¿Dónde, dentro o fuera de Rusia, podemos presionar a Putin y sus compinches?.
Entonces, ¿Cómo hacemos que reaccione ante nosotros y no al revés? Europa hoy necesita una nueva política exterior para aplicar.
El Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores (el español Josep Borrell) fracasó estrepitosamente en sus negociaciones con el gobierno de Rusia, pero eso también representa un fracaso de las capitales europeas para apoyarlo.
A menos que Europa pueda hablar con una voz única, esta crisis la dividirá y debilitará aún más.
Ahora esos trabajadores dependerán del Ayuntamiento de Moscú en el caso de la antigua Renault Rusia y de NAMI -que forma parte de la estructura del Ministerio de Industria ruso- en el caso de Avtovaz
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