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La creciente tensión entre Rusia y los países de occidente por una posible invasión a Ucrania tiene en vilo al mercado energético, especialmente del petróleo y el gas
Por medio de mapas se puede recordar lo que en su momento se trataba de una de las economías más poderosas del globo
Hace más de 30 años, exactamente el 25 de diciembre de 1991, la Unión Soviética dejó de existir. Mijaíl Gorbachov renunció como presidente, cediendo el paso a Boris Yeltsin, quien levantó la bandera de la federación rusa sobre el Kremlin. Muchos estadounidenses, entonces y ahora, llegaron a la conclusión de que las políticas de Occidente habían ayudado a destruir el “imperio del mal”, como le llamaban desde la Casa Blanca, apuntando a que el bloque se vio debilitado en segundo lugar por las cargas económicas y militares, así como por las revueltas nacionales en las repúblicas.
Pero años después la misma historia ha mostrado que el costo de los compromisos militares soviéticos, por ejemplo, no era aceptable en 1990: la URSS se retiró de Afganistán y Europa del Este con su ejército en buen estado y aún el más grande del mundo.
Los gastos militares soviéticos se situaron en 15% del PIB y fueron notablemente rentables en comparación con los de Occidente. Los precios del petróleo se desplomaron cerca del momento del colapso, pero ese impacto no fue decisivo, ya que los oleoductos y gasoductos soviéticos hacia Europa occidental siguieron siendo un activo crucial a largo plazo. La deuda externa soviética se situó en US$65.000 millones en 1991, un gran salto con respecto a unos años antes, pero Moscú tuvo que pagar solo US$3.900 millones en atrasos.
Tampoco fue la presión ejercida por Occidente lo que llevó a los líderes soviéticos a concluir que las reformas al sistema comunista estaban atrasadas. Aquellos de nosotros que vivimos dentro de la Unión Soviética en sus últimos años, después de que el terror de Stalin se calmara y el comunismo perdiera su dinamismo, esperábamos que el sistema produjera un liderazgo más joven que iniciaría reformas.
Gorbachov “democratizó” las finanzas soviéticas, con reformas que autorizaron a los bancos privados y permitieron la impresión incontrolada de rublos. La inflación se disparó, los bienes desaparecieron de las tiendas, los ahorros de la gente se convirtieron en montones de papel y la estabilidad financiera soviética, precaria durante mucho tiempo, se desvaneció. Ese fue el primer efecto de cómo un país en guerra o con conflictos con el exterior muestra sus coletazos en las finanzas y economía de las personas.
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