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La creciente tensión entre Rusia y los países de occidente por una posible invasión a Ucrania tiene en vilo al mercado energético, especialmente del petróleo y el gas
La lucha interna entre pro-europeos y filo-rusos ha cambiado y dado forma a diferentes escenarios políticos los últimos 30 años
El mundo amaneció el jueves en estado de shock. Algo que creíamos inimaginable después de décadas de diplomacia y resolución pacífica para evitar la guerra en Europa, está ocurriendo justo frente a nuestros ojos.
La noche del miércoles en el horario de América Latina, o la Madrugada de Europa, Vladimir Putin, en uno de sus últimos discursos a la nación, dijo que las repúblicas independientes que acababa de reconocer en el Donbass pidieron ayuda. Por lo tanto, la federación rusa llevará a cabo una operación militar especial con el objetivo de lograr la desmilitarización y “desnazificación” de Ucrania: “llevando ante la justicia a quienes cometieron múltiples crímenes sangrientos contra civiles, incluidos ciudadanos rusos”.
¿Cuáles son las repúblicas independientes recientemente reconocidas en Donbas? ¿Y por qué Putin las está utilizando como pretexto para llevar a cabo una operación militar completa en Ucrania?
Para tratar de entender las palabras y las intenciones de Putin, debemos proporcionar un contexto histórico. Para empezar, la República Popular de Donetsk y la República Popular de Luhansk, recientemente reconocidas independientes por parte de Putin, son dos territorios de la región de Donbas (sur est Ucrania) que han sido formalmente parte de Ucrania desde su independencia. Sin embargo, debido a la gran concentración de población que habla ruso (hasta el 92 %) y los recientes acontecimientos políticos de Ucrania, la región ha estado en guerra durante los últimos 8 años, y cuenta con un número estimado de muertos de más de 14.000 personas.
Como se puede imaginar, la historia de Ucrania no es simple. La lucha interna entre pro-europeos y filo-rusos ha cambiado y dado forma a diferentes escenarios políticos durante los últimos 30 años.
Se cree que la "revolución naranja" sea el primer evento muy importante e influyente de esta complicada línea temporal. Esta serie pro-europea de protestas y huelgas que tuvo lugar inmediatamente después de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2004, que se afirmó que fueron manipuladas por corrupción, intimidación de votantes y fraude masivo, inició un movimiento enorme en todo el país.
La protesta nacional tuvo éxito cuando se anularon los resultados de las elecciones originales y la Corte Suprema de Justicia de Ucrania ordenó una nueva votación. Después de un intenso escrutinio nacional e internacional, las nuevas elecciones, que luego se consideraron “libres y justas”, vieron al candidato pro-europeo Viktor Yushchenko ganar con 52% de los votos.
Lo que parecía ser una gran victoria para los ucranianos pro-europeos y los aliados occidentales, resultó durar mucho menos de lo esperado. De hecho, solo dos años más tarde, el candidato filo-ruso Viktor Yanukovych (finalista de Yushchenko en 2004) se convirtió en primer ministro, allanando el camino para su elección presidencial en 2010.
A pesar de sus posturas, una vez presidente, Yanukovich parecía estar adoptando un enfoque más progresista, abriéndose a algún tipo de colaboración de libre mercado con la Unión Europea. Sin embargo, cuando todo parecía estar listo para la firma del “Acuerdo de Asociación” en el Summit de Vilnius en 2013, Yanukovych cambió de idea.
Además, más tarde decidió aceptar un préstamo de rescate de US$15.000 millones de Rusia en bonos de gobierno; algo que enfureció al público que vio este cambio repentino como resultado de una operación de corrupción. Nuevas protestas se dispararon en todo el país y la represión violenta de tales manifestaciones provocó la muerte de más de 100 personas. Después de meses de agitación y presión política, el parlamento votó para destituir a Yanukovych del cargo, prácticamente obligándolo a huir del país. Este momento, celebrado por la mayoría en el oeste y el centro de Ucrania, también forjó el comienzo de los disturbios en los territorios separatistas del sur en Donbas.
De hecho, no todas las regiones reconocieron al nuevo gobierno provisional, y numerosas contra protestas en el sur y el este de Ucrania animaron a Rusia a intervenir en su defensa. Estas manifestaciones, que siguieron a la anexión de Crimea por parte de la Federación Rusa, se intensificaron en abril de 2014 hasta convertirse en una guerra entre las fuerzas separatistas de las autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Luhansk (DPR y LPR respectivamente) y el gobierno ucraniano. En medio de la guerra en curso, las repúblicas separatistas celebraron referéndums sobre el estatus de las provincias de Donetsk y Lugansk el 11 de mayo de 2014.
En los referéndums, alrededor del 90% votó por la independencia de las dos Republicas, pero como que se consideraron ilegal por Ucrania y antidemocráticos por la comunidad internacional, se quedaron completamente descreditados. Como ya mencionamos, los 8 años que siguieron fueron nada menos que una guerra civil, con la muerte y la destrucción convirtiéndose en la normalidad en la región de Donbas.
A raíz de estos hechos históricos, la decisión de Putin de firmar un decreto que reconoce la autoproclamada "República Popular de Donetsk" (DPR) y la "República Popular de Luhansk" (LPR) como independientes puede resultar ilegal y ilegítima pero no resuena loca; sin embargo, lo que es temible y ciegamente condenable es su inconsciente intento de utilizar la situación como pretexto para justificar una operación militar en Ucrania. Usar el ejército para invadir un estado soberano no solo viola el derecho internacional, sino también los mismos principios de coexistencia pacífica que están incorporados en la carta de la ONU, de la cual Rusia fue uno de los mayores contribuyentes.
Es fácil creer que esta invasión va mucho más allá del objetivo principal de proteger dos regiones que han estado en guerra durante años; de hecho, la posición estratégica de Ucrania y su papel como distribuidor del gas pueden volverse cada vez más importantes en la economía de Rusia. Teniendo en cuenta las sanciones y la creciente presión internacional, todavía no tenemos idea de lo que Putin quiere hacer con Ucrania una vez que supuestamente se complete la ocupación; lo que sí sabemos, sin embargo, es que, aunque completamente injustificable, esta medida ha resultado ser una dura bofetada para Occidente, que después de haber subestimado durante años la influencia y las exigencias razonables de una potencia nuclear, se encuentra observando una población inocente pagar el precio de tanta arrogancia.
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También reiteró que sus objetivos en Ucrania son defender a las comunidades de habla rusa a través de la "desmilitarización y desnazificación"
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