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La semana pasada se adelantó en París la segunda sesión del comité intergubernamental de negociación que busca desarrollar un instrumento legalmente vinculante para abordar la contaminación por plásticos. Se trata de una negociación entre los 193 países que conforman la asamblea ambiental de las Naciones Unidas.
Es una conversación alrededor de un asunto complejo que se da entre naciones con realidades económicas, sociales, geográficas y culturales muy diferentes.
A pesar de lo anterior y de lo complejo que resulta una negociación de esta naturaleza, no se puede perder de vista el objetivo central de la discusión, que es evitar que los plásticos terminen en el ambiente.
Hay que empezar por entender que casi la totalidad de los residuos plásticos que llegan al ambiente provienen de centros poblacionales que están ubicados al lado de quebradas, ríos o mares, y que no cuentan con sistemas adecuados de recolección de residuos. Aunque sea difícil de creer, todavía existe un porcentaje considerable de la población mundial que no tiene acceso al servicio de recolección. ¿Qué hace una familia al lado de un río o quebrada con basura acumulada y sin servicio de aseo? O la quema o la dispone en el río o la quebrada; ambas nocivas para el ambiente.
Luego están los centros urbanos, en los que vive también un porcentaje importante de la población mundial, que sí cuentan con un servicio de recolección de aseo, pero no con una adecuada infraestructura de disposición final, por ejemplo, municipios que entierran los residuos en botaderos a cielo abierto, incluso dentro de playas o al lado de ríos.
Finalmente, están los lugares que sí cuentan con una adecuada gestión de residuos, pero donde prevalece una falta de cultura de la población. Es decir, quien bota basura a la calle, a la playa, por la ventana del carro o a los parques, y que no recicla.
Tristemente, estos últimos tres escenarios (baja cobertura del servicio público de recolección de aseo, inadecuada gestión de residuos y falta de cultura ciudadana) se presentan de forma predominante en las economías de ingresos bajos. En otras palabras, la inmensa mayoría de la contaminación por plásticos proviene de países pobres. Y paradójicamente, las discusiones sobre la contaminación por plásticos, por ejemplo, la que se llevó a cabo en París la semana pasada, transcurren bajo una agenda impuesta por los países de ingresos altos, que tienen perspectivas y realidades muy diferentes.
Si pudiera sugerir un único punto para concentrar todos los recursos y esfuerzos a escala global para solucionar la contaminación por plásticos, al menos por ahora, sería destinar todo el apoyo y el compromiso de estos 193 países a que no exista un solo hogar en el planeta que no cuente con el servicio de recolección de residuos y un adecuado sistema de gestión de los mismos.
Ahora bien, solamente evitar que los residuos lleguen al ambiente no es la solución definitiva para la sostenibilidad de los plásticos, pero sí es la primera y la más urgente en muchos lugares.
En paralelo, se está avanzando, desde hace décadas y a una velocidad mucho más rápida de lo que se piensa, en especial en Colombia, en pasar de la gestión de los residuos al aprovechamiento o reciclaje de los mismos. Es decir, hacia la economía circular.