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La verdadera belleza del modelo de la economía colaborativa yace en su exclusividad; facilita a pequeños emprendedores una ventana al mundo, permitiéndoles comercializar sus productos sin tener gran capital
El sharing economy es un concepto que cada vez está más en tendencia, crea nuevos mercados al lograr entender mejor las necesidades de consumo al ser más eficiente
La economía colaborativa puede sonar como un término nuevo para algunas personas, pero en realidad ya se ha venido hablando de él a lo largo de la última década y ya hay grandes plataformas que han popularizado el modelo, una de ellas es el unicornio estrella colombiano, Rappi.
La economía colaborativa o sharing economy se basa en la interacción entre dos personas, el llamado peer to peer, con el fin de compartir, prestar o intercambiar un bien o servicio que una de ellas posee y la otra necesita. Esto basándose en la idea de que no es necesario adquirir un producto nuevo, cuando otra persona que ya lo tienepuede facilitar el acceso recibiendo una compensación, y con ello aprovechar mucho mejor los recursos disponibles.
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El reto inicial del esquema era conectar estos dos lados, pero en los últimos años, de la mano de la economía digital y las startups, emprendimientos de base tecnológica, se ha facilitado la conexión a través de plataformas que hacen de intermediario entre las partes. De esta forma, es que se ha logrado que el sharing economy se convierta en una tendencia alternativa al comercio tradicional de empresa a cliente.
“La economía colaborativa es un modelo económico en el que, fundamentalmente, los usuarios utilizan las nuevas tecnologías para prestar, comprar, vender, compartir o alquilar bienes y servicios, a través de un intermediación tecnológica que es el eje central del negocio”, explicó Clara Inés Pardo, profesora de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.
Y es que la intervención de la tecnología también fue una solución a establecer confianza entre las partes, un eje clave para lograr una relación de colaboración con personas desconocidas. En el caso de Rappi, que conecta a restaurantes con domiciliarios y clientes, a través de la aplicación móvil se puede calificar a las personas por medio de puntuación. De la misma forma que lo hace Uber, Didi, Cabify y otras plataformas de movilidad que conectan a personas que tienen un vehículo con otras que necesitan transportarse.
“En Colombia, este tipo de economía ha sido un pilar de los emprendimientos con carácter tecnológico teniendo ejemplos como Rappi y Habi que se han logrado posicionar en el mercado, que han demostrado que el país cuenta con potencial para desarrollar este tipo de economía”, añadió Pardo.
Estos son algunos de los ejemplos más conocidos, pero dentro de la economía colaborativa caben muchos sectores, y en algunos esquemas no hay compensación económica. Uno de ellos es Couchsurfing, una aplicación en la cual las personas ponen a disposición un sofá o cama libre y lo prestan a viajeros, recibiendo intercambio cultural y la posibilidad de hospedarse en otro lugar cuando esa persona viaje.
Independiente de los matices entre plataformas, entre los principales beneficios que tiene el modelo, y que explica la docente, están: mayor oferta, pues hay nuevos jugadores que pueden ofrecer diferentes productos y servicios de una forma más sencilla y dinámica; el ahorro, al promover opciones de intercambio que no implican dinero; y la sostenibilidad, ya que al incrementar la vida útil de los productos al compartirlo se hace más eficiente la gestión de recursos.
“Las empresas que nacen de la economía colaborativa han sido eficientes porque han creado formas nuevas para responder a las necesidades de los consumidores y contribuyen a la mitigación de los problemas del día a día de miles de personas que requieren ingresos extras o recurrentes”, así lo aseguró Matías Laks, CEO de Rappi en Colombia, en una columna publicada en este diario.
Pero a la medida que ha evolucionado el concepto y han tenido gran éxito las plataformas más representativas, también han surgido problemáticas sociales como resultado de haberse aplicado en contextos de alta informalidad y desempleo.
En el modelo de domicilios las personas lo asumen como su trabajo de tiempo completo, en vez de representar un dinero extra, pero no tienen un contrato laboral vinculante con la empresa porque no hay subordinación. Lo mismo sucede con Uber o Didi.
Sin embargo, el investigador de Fedesarrollo, Juan Benavides, señala que las plataformas intensivas en mano de obra no son sinónimo de precarización laboral. “Los trabajadores comúnmente excluidos del mercado laboral, encuentran en las plataformas una oportunidad de generar ingresos sin ser discriminados, y en condiciones laborales que pueden ser superiores, y los colaboradores de educación media encuentran una alternativa a la informalidad y el desempleo”.
Pero también destaca que aunque los colaboradores que ejercen esta labor como actividad complementaria para obtener más ingresos de forma flexible, también se presentan menores niveles de cotización a seguridad social; Benavides explica que esto se da por la falta de esquemas de contribución para trabajadores independientes que ganan menos de un salario mínimo o para migrantes.
"Lo anterior llama a acciones conjuntas de las plataformas, los usuarios y las autoridades, como el del piso mínimo de cotización o la realización de aportes a seguridad social por parte de los usuarios. Estas medidas podrían hacer que las plataformas pasen de ser un factor de aumento en la informalidad a un canal de formalización".
En el caso de Airbnb, el concepto inicial era que las personas con una habitación o casa de más, la pusieran a disposición de quien necesita hospedaje, pero al igual que en los otros casos, ha evolucionado al nivel de que las personas compran viviendas para alquilarlas por la aplicación. Lo que se convierte en el negocio principal antes que una dinámica de compartir algo a lo que no se le está dando uso.
El modelo de Airbnb también ha generado gentrificación en las ciudades en las que tiene cobertura, sobre todo en las más turísticas, lo que va en contravía con el ideal de ser una alternativa sostenible.
Teniendo en cuenta estos desafíos, Pardo concluyó que se debe establecer una normatividad que se adapte a esta tendencia; y este tipo de negocios requieren mejorar en su valor agregado, “especialmente en diferenciales a través de analítica de datos y algoritmos propios, lo cual requiere procesos intensivos en desarrollo tecnológico e innovación”.
Aunque el sharing economy hace un uso eficiente de los recursos, no es igual a economía circular, que su objetivo principal es ser sostenible y no se limita a la forma de acceder a un bien o servicio sino que busca extender la vida útil desde la producción para que en disposición final pueda volver a ser incluido en el ciclo productivo.
“Son economías que pueden actuar de forma conjunta. Pero la colaborativa es más concreta, la circular es más amplia y completa”, Rodolfo Pereira Miranda, consultor en economía circular.
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