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Hace más de tres décadas se tomaron las medidas para sortear el déficit de la capacidad de suministro por los generadores
Una y otra medida se tomaron para sortear el déficit de la capacidad de suministro de energía por parte de los generadores, la cual tuvo múltiples causas. Esta crisis se venía incubando imperceptiblemente
El lunes 2 de marzo de 1992, el presidente, César Gaviria, se vio precisado a tomar una medida extrema, al decretar el racionamiento en la prestación del servicio público de energía eléctrica en todo el territorio nacional, la cual se prolongó hasta el 5 de febrero de 1993.
Como una medida complementaria a la anterior, y con el propósito de ahorrar energía, se adelantaron en una hora las manecillas del reloj para, de esta manera, aprovechar la luz solar, reduciendo el consumo de energía. Esta medida estuvo en vigor desde el 28 de abril de 1992 hasta el 5 de febrero de 1993.
Una y otra medida de emergencia se tomaron para poder sortear el déficit en la capacidad de suministro de energía por parte de los generadores, el cual tuvo múltiples causas que lo precipitaron. Esta crisis se venía incubando imperceptiblemente. El sistema eléctrico en su integridad estaba en manos del Estado, este era generador, transmisor y distribuidor de energía, asumía sus costos de operación y el financiamiento de los proyectos requeridos. Los créditos adquiridos con tal fin se convirtieron en un pesado fardo para la Nación. Entre tanto las tarifas de la energía se administraban más con criterio político que con criterio técnico y las alzas, cuando se autorizaban, no respondían a la suficiencia financiera y a los costos eficientes en que incurrían las empresas que prestaban el servicio.
Adicionalmente, hizo carrera entre la tecnocracia el aserto de que el sector eléctrico estaba sobreinstalado, dado que su capacidad instalada de generación era más que suficiente para garantizar la prestación del servicio de energía sin interrupciones. Pero resulta que 78% de la misma dependía de la hidrología, tornándola muy vulnerable frente a los embates del cambio climático. A ello contribuyó el criterio de mínimo costo, que fue determinante para que, en el plan de expansión, se priorizara la generación hídrica
También contribuyó al déficit el atraso y los sobrecostos de proyectos tan claves para asegurarlo como el de El Guavio. A ello se vino a añadir la falta de diligencia por parte de los responsables para darle el debido mantenimiento al parque térmico, que servía de respaldo a los generadores hídricos. De manera que cuando se desató el fenómeno de El Niño, el sistema no estaba en condiciones de garantizar la firmeza y la confiabilidad en la prestación del servicio en condiciones de una hidrología crítica como la que se presentó. Tanto más en cuanto que el nivel consolidado de los embalses de las hidroeléctricas era de 28% y el de El Peñol particularmente, el único con capacidad de regulación anual, era de sólo 20,66%. Este fue el detonante de la crisis a la que se vio abocado el sector eléctrico.
Los intentos de paliar las consecuencias que se derivaron de la misma, como fue la importación al país de dos barcazas generadoras de energía, fueron fiasco total y piedra de escándalo de corrupción. No generaron un solo kilovatio. Este y otros desaguisados llevaron al Congreso a adelantar debates de control político cuestionando el manejo dado al sector eléctrico por parte del Gobierno Nacional, así como la politización de las empresas distribuidoras.
Esta fue una dura prueba para el país, de la cual quedaron varias lecciones aprendidas. En primer término, en lugar del criterio de mínimo costo a la hora de definir la prioridad en la ejecución del plan de expansión eléctrico, debe primar el de mínimo riesgo, que es el que garantiza la confiabilidad y firmeza del sistema. Y de allí la importancia de diversificar la matriz.
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