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Con un panorama de mayor inflación, tasas de interés más altas y un deterioro fiscal, un dólar débil es la conclusión natural que permitirá equilibrar las cargas macroeconómicas
Estados Unidos está eligiendo el tamaño de las ganancias de corto plazo y el de las pérdidas de largo plazo.
Ya en este momento el electorado de los Estados Unidos tomó una decisión sobre quién regirá el destino del país del norte por los siguientes cuatro años. Más allá de la decisión en sí, los mercados venían incorporando mucha incertidumbre ante la posibilidad de que los resultados fuesen aceptados por las dos partes. Sin embargo, lo cierto es que en materia macroeconómica estas elecciones tendrán implicaciones en varios planos.
Tal vez el más importante, radica en el tamaño del estímulo fiscal adicional que se aprobaría bajo cada uno de los dos escenarios. Por un lado, bajo una administración Republicana, el gasto fiscal continuaría, pero en unos montos menores a los esperados bajo una presidencia Demócrata que probablemente buscaría en el Congreso la aprobación de un paquete de ayuda mucho mayor y orientado a infraestructura y desarrollo de energías limpias.
Independientemente del ganador, lo cierto es que los Estados Unidos, al igual que la mayoría de las economías desarrolladas, entró este año en un proceso de alto gasto fiscal que ha llevado su déficit a los niveles más altos de su historia (16% del PIB) y una razón deuda a PIB que supera 100%.
El argumento macroeconómico que ha justificado este masivo incremento del gasto fiscal está en que al estar la inflación en niveles bajos y con tasas de interés en mínimos históricos, los gobiernos están en capacidad de emitir deuda a plazos muy largos con un costo financiero pequeño y por consiguiente es posible darle prioridad al gasto hoy dado que el mismo se pagará como se dice de forma coloquial “en módicas cuotas”.
El problema de este argumento radica en el supuesto de que la inflación y las tasas van a estar por siempre en esos niveles tan bajos. En particular, si en unos años se acelera la inflación y las tasas de interés por tanto suben, ese costo financiero que se había mantenido bajo se incrementará y hará que el costo de mantener la deuda por tanto se incremente, subiendo la presión sobre el presupuesto del gobierno americano.
Esto hace pensar a mediano plazo sobre cómo se debe financiar un mayor servicio de la deuda en una economía con tan altas necesidades, haciéndose necesario pensar en conseguir mayores ingresos a través de impuestos. Por tanto, en unos años se hará absolutamente un incremento de la carga impositiva de los hogares y las firmas norteamericanas.
Con un panorama de mayor inflación, tasas de interés más altas y un deterioro fiscal, un dólar débil es la conclusión natural que permitirá equilibrar las cargas macroeconómicas. Así las cosas, los retos para el nuevo presidente en Estados Unidos en materia económica serán varios y tendrá que tomar decisiones importantes, entendiendo que entre más decidan gastar ahora, más fuerte el ajuste que la economía tendrá que hacer en unos años.
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