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El nuevo alcalde de Bucaramanga dedicó su infancia y juventud al deporte y recuerda que gracias a su liderazgo logró ser personero en el colegio dos años
La infancia de Jaime Andrés Beltrán estuvo acompañada por el deporte. El ahora alcalde hacía parte de la Selección Santander de Atletismo, una disciplina que disfrutaba y en el cual empezó su don de gente.
Su primer acercamiento al mundo laboral, precisamente, se dio por ese lado. Entrenaba a otros jóvenes para el equipo al que pertenecía y, más adelante, en su adolescencia también daba clases de batería cuando le quedaba tiempo. No recuerda muy bien cuánto le pagaban, pero sí que disfrutaba enseñar.
Cuenta también que un accidente que tuvo a sus ocho años con un volador lo hizo perder su ojo izquierdo. “Esto marcó mi crecimiento, pero también me permitió refugiarme en el deporte y en la fe”, comenta. El alcalde tuvo que lidiar con el bullying mientras era niño, pero conforme fue creciendo la situación fue cambiando. “Tuve que enfrentar el temor, el miedo en el colegio. Ha sido un proceso fuerte, pero me permitió también emprender proyectos interesantes”, precisa.
Cuando cursaba quinto de primaria decidió lanzarse a la personería del colegio y repite orgulloso que logró la victoria con la campaña que, en su momento, se ingenió con su familia con propuestas específicas.
“Recuerdo que la publicidad la hicimos en un pedazo de cartón paja al que le hicimos dibujos, en esa época la propuesta era que íbamos a hacer jeans day en el colegio, luego en el bachillerato también fui representante de curso desde octavo hasta décimo y volví a ser personero en once”, dice Beltrán.
Las propuestas en el último año escolar, sin embargo, ya fueron más estructuradas que las de su primer “mandato” escolar. “El liderazgo siento que lo tenía siempre desde el colegio”, añade el alcalde.
Si bien, cuando era niño soñaba con ser bombero, y luego piloto de carreras, “porque veía a Juan Pablo Montoya”, conforme fue creciendo, su atención se centró en la administración de empresas y la comunicación, y terminó estudiando comunicación social organizacional.
Beltrán cuenta que junto con la carrera empezó a tomar aún más interés por el impacto que podía tener en la gente, con lo que decide cursar una maestría en Políticas del Territorio y Gobernanza, que luego le serviría para ayudar a su papá y a otros jóvenes de su comunidad.
“Luego de eso inicio una labor en la iglesia de mi papá de ser pastor de jóvenes y hacer una labor social de ayudar a sacar jóvenes de la droga”, añade Beltrán.
Sobre este programa que desarrolló en la iglesia, recuerda que si bien el objetivo era ayudar a los jóvenes que consumían droga, el principal reto fue ingeniarse “qué los ponían a hacer”. Y de ahí surge la idea de crear un proyecto político que tuvo buena acogida social y también en materia de votaciones.
“Curiosamente la primera vez que nos lanzamos terminamos siendo la votación mayoritaria. Y ahí nace todo un movimiento político que hoy se llama Defendamos Bucaramanga”, añade.
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