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Aunque Colombia avanza en la ejecución de estrategias para completar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, aún falta por recorrer
El impacto de la educación en la disminución de brechas implica, no solo tiempo y constancia, sino también calidad y cobertura
Vicerrectora Académica de Areandina
La reducción de la pobreza ha estado en la agenda de América Latina y la región no ha escatimado esfuerzos para llevarla su mínima expresión, siendo la educación la estrategia más eficaz y certera para reducir este fenómeno y su impacto. Esta idea se fundamenta en la célebre premisa del profesor George Psacharopoulos que hace 50 años dijo que los países con menor desarrollo tienen un mayor retorno social y económico cuando invierten en educación. Medio siglo después, su tesis está más vigente que nunca.
En contexto, el impacto de la educación en la disminución de brechas implica, no solo tiempo y constancia, sino también calidad y cobertura. Sin embargo, este último aspecto no ha sido fácil de alcanzar por las condiciones geográficas que tienen muchos países, entre ellos Colombia, en parte por su dispersión poblacional y a los altos costos en infraestructura y de talento humano que demanda.
A raíz de esta dificultad, ha tomado mucha fuerza la educación virtual, que se ha perfilado como una alternativa para superar las diferentes barreras sociales y económicas que no permiten a las comunidades de bajos recursos tener acceso a una formación de calidad; igualmente, se ha consolidado en el mejor modelo para llevar la educación a las zonas más apartadas (a las que por lo menos la conexión de internet lo permita) y a su vez es flexible y adaptable, dos características que le facilitan responder al vertiginoso ritmo de la vida actual. Hoy, esta modalidad facilita acceder a diferentes y diversas ofertas académicas, como marketing digital, ingeniería de programación y emprendimiento, que, hasta hace pocos años, eran impensables de estudiar, en especial en Amazonas, Chocó y La Guajira.
La amplitud de posibilidades que ofrece la educación virtual ha ayudado a que las regiones, poco a poco, salgan de la pobreza y se desarrollen gracias a que su población cuenta con mejores conocimientos y competencias para resolver los problemas del entorno, permitiéndoles a su vez alcanzar mejores oportunidades laborales y, lo más importante, cambiar, no sólo su realidad económica, sino también la de sus familias. De otra parte, este modelo se ha consolidado como uno de los recursos más valiosos a través del cual convergen y conviven diferentes generaciones, regiones, culturas, orientaciones y entornos. Por ejemplo, hoy varias universidades del país, entre ellas Areandina, ofrecen carreras como Derecho en esta modalidad, que permiten a jóvenes que aún son menores de edad, compartir clase con personas como Lucía Toro, una estudiante de 87 años a quien el uso de las TIC, en vez de ser un impedimento, es la puerta de entrada para cumplir el sueño de toda su vida: ser abogada.
En conclusión, la educación virtual invita a las personas a pensar diferente, a potenciar su innovación y a enriquecer su pensamiento crítico, gracias a la diversidad y a la multiculturalidad que ofrece, factores que facilitan cumplir el objetivo común de todos: reducir la pobreza.
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