Promesas de Santos están más cerca de la reelección que a 2014

Cuando al reloj se le empieza a agotar la arena, es hora de confrontar las promesas con la gestión de los tres años de gobierno de Juan Manuel Santos.

Especial: Tres años de Santos

Una buena forma de hacerlo es retomar las palabras del discurso de aquel 7 de agosto de 2010 cuando en la Plaza de Bolívar, al portar por primera vez la cinta presidencial, Santos le dijo a todo el país “¡le llegó la hora a Colombia!”.

Lo primero que hay que hacer es destacar los buenos resultados macroeconómicos, toda vez que la inflación está en su nivel más bajo en 60 años, se han creado 2,3 millones de empleos, la tasa de desempleo ha venido cayendo sucesivamente por más de 30 meses y las cuentas fiscales están llegando a un punto de equilibrio.

Aunque las cifras son positivas, están lejos de alcanzar las promesas anunciadas en campaña y en el discurso de 2010, pues está difícil, por decirlo menos, lograr un desempleo de un dígito y que la economía crezca a un ritmo sostenido de 6%. El más cercano de alcanzar es que los ingresos superen a los gastos de la Nación.

En su defensa se puede decir que la crisis internacional afectó las proyecciones y que a pesar de eso crecemos por encima de la región, pero en 2009 cuando estaba en furor la crisis, era previsible que la recuperación no sería inmediata. Para lograr estas metas se requiere otro periodo más.

Entre las promesas para mostrar en materia económica y social están la reforma a las regalías, la Ley de Tierras, la Ley de Formalización y Primer Empleo, la reforma tributaria y la que dio vía libre al proyecto de las 100.000 viviendas gratis, entre otros.

Las promesas con doble filo -pueden servir de trampolín para el otro periodo o el caballo de batalla de la oposición- están encabezadas por la construcción del millón de viviendas, que ya superan el medio millón, pero el impulso de las casas gratis parece que no será suficiente; luego está la unificación del Plan Obligatorio de Salud (POS), una orden de la Corte Constitucional que se vendió como promesa ese 7 de agosto, que aún se viene posponiendo; la ejecución y adjudicación de los proyectos de infraestructura; la reforma pensional y la reactivación de la industria.

También están las promesas olvidadas, entre las que sobresale la creación de la Agencia Nacional de Aguas; mejorar la movilidad urbana, pues los Sistemas de Transporte Masivo en las ciudades cada vez son más inviables; y la reforma para reducir el número de las Corporaciones Autónomas Regionales.

La promesa cómica de este gobierno lastimosamente está en el agro. “Vamos a defender al campesino colombiano, vamos a convertirlo en empresario, a apoyarlo con tecnología y créditos, para hacer de cada campesino un próspero Juan Valdez”, afirmó esa tarde de sol en la Plaza de Bolívar Santos. Los paros en varios sectores, muestran que estamos lejos de lograrlo.

Excepto por la locomotora minera -que marchaba sola a buen ritmo en 2010 y sola se desaceleró en los últimos dos años- las demás (infraestructura, agricultura, innovación y vivienda) necesitan de otro periodo para lograr la velocidad prometida.

Los efectos de la ley anticontrabando; la entrada en vigencia de los TLC, la Alianza del Pacífico; el ingreso a la Oced, el túnel de La Línea, las Autopistas de la Prosperidad; forman parte del paquete de los temas para la reelección.

Como ven, lo que hay es promesas, lo que está por definir antes de terminar este año y se concretará con las presidenciales en mayo próximo es cuándo y quién las concretará.