Educación superior en Santander: propósitos comunes

El mundo demanda profesionales formados en nuevas competencias. La ciencia y la tecnología avanzan a una velocidad abrumadora, por lo que se hace necesario contar con personas preparadas, fundamentalmente, para trabajar en la solución de problemas complejos, con un profundo énfasis en el pensamiento crítico, y con lo que se ha impuesto ahora como un reto mayor para el oficio de educar: cómo adaptarse a esa nueva forma de pensar de los jóvenes influenciados hoy por un mundo digital. Nuestros profesores deben
ser capaces de “aprender a desaprender” con el fin de reinventar los procesos
pedagógicos.

El área metropolitana de Bucaramanga reune a un número importante de universidades las cuales, como un hecho inusual, trabajamos de la mano en la búsqueda de propósitos comunes. Las instituciones afiliadas a Unired, la Corporación Red de Instituciones de Educación, Investigación y Desarrollo del Oriente Colombiano, hemos venido trabajando con mucho entusiasmo en el diseño de programas conjuntos, a nivel de posgrados, que apuntan por un lado a generar la confianza necesaria en ese eje colaborativo que se llama Universidad-Empresa-Estado. En esencia, es poner las universidades al servicio de la región, aportando la suma de propósitos hacia un objetivo común, con una oferta académica pertinente.

Por el otro lado los sellos de nuestras universidades configuran un elemento atractivo para que estudiantes de otras regiones del país o el exterior vengan a esta región. Somos, sin lugar a dudas, el epicentro educativo más importante del oriente colombiano. Ese es un reto de primer orden que, sumado a los buenos indicadores de calidad de vida de Santander, pueden hacer su aporte para impulsar la economía regional. Una oferta atractiva abre la posibilidad de que los jóvenes miren hacia una ciudad como Bucaramanga, por ejemplo, que goza de de los mejores estándares de cobertura en servicios públicos, una movilidad relativamente eficiente, amplias posibilidades de alojamiento, el desarrollo de un menú gastronómico para todos los gustos y, por supuesto, para todos los bolsillos, y el surgimiento de una amplia oferta cultural.

Otra apuesta que, sin lugar a dudas se sintoniza con los actuales momentos que vive el país, es el énfasis en la creatividad, la innovación y el emprendimiento, en lo que se ha denominado como la Economía Naranja, reto que asumimos como una herramienta para buscar alternativas de empleabilidad para las nuevas generaciones de profesionales. Pero esos esfuerzos no bastan. La búsqueda de recursos es, además de otro reto, una
tarea sin fin. El “negocio” de la educación superior debe buscar el equilibrio financiero que irrigue recursos para reinvertir en formación del talento humano, movilidad, investigación, infraestructura y calidad, entre otros factores, que permitan formar profesionales con esas nuevas competencias que se requieren para actuar en lo local pero que trasciendan a lo global.