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El salario emocional es una prioridad hoy en día a la hora de retener talento en las pequeñas y grandes compañías
En estos años en el sector de atracción de talento (Headhunting), como equipo hemos tenido la experiencia (y el privilegio) de entrevistar a miles de personas para nuestros procesos de selección. Profesionales que por lo general buscan impactar a través de su trabajo, con ganas de despertarse todos los días para generar cambios positivos en la sociedad. Muchos de estos agentes de cambio tienen muy definido su propósito, otras están en esa búsqueda, unos felices con sus roles actuales y simplemente con ganas de nuevos desafíos, otras cansadas de organizaciones donde la falta de humanidad, los egos y el bajo sentido de equipo no les permite crecer.
En estas conversaciones, notamos que un denominador común es la intención de sumarse, más allá del rol, a un proyecto colectivo, de involucrarse en algo más grande que ellos mismos. Esta nueva “exigencia” representa un desafío relevante para las organizaciones actuales, pues los códigos han cambiado. Ya no es sólo el empleador quien decide, sino que perfil y organización se “eligen” mutuamente, en un acuerdo tácito de llenar las expectativas de ambas partes: “Yo me sumo a tu proyecto y me esforzaré al máximo por agregarle valor a tu equipo. Y por tu lado, cuento con que me des espacios para crecer con nuevos desafíos, y que desde aquí podré generar algunos de los cambios positivos que quiero ver en la sociedad”.
Es muy importante recordar que las organizaciones no son edificios o estructuras, son conversaciones entre una comunidad de personas con metas y valores afines. Cada organización tiene una personalidad colectiva, un código de comportamiento, de reglas muchas veces no escritas, que definen la manera y el estilo que tiene un grupo de personas para hacer las cosas, de ejecutar, de hablarse, de protegerse, de celebrar victorias y de enfrentarse cuando las cosas no salen bien. En conversaciones sobre esta personalidad colectiva, nos hemos encontrado con que para este nuevo profesional, es particularmente relevante el rol ciudadano que cumple la organización de la que forma parte. Esto haciendo el ejercicio de responder a la pregunta: Si tuviera que personificar a mi organización: ¿Qué tipo de ciudadano o ciudadana sería?, ¿Nos imaginamos una persona honesta, empática, respetuosa, responsable?
Es aquí donde la cultura de tu organización puede marcar una diferencia relevante a la hora de atraer y cultivar el talento indicado. Ese ADN diferenciador que te permite hacer una invitación clara y concreta a esos agentes de cambio, de decir “te quiero en mi equipo, desde acá nos puedes ayudar a empujar cambios, este es un buen lugar para hacerlo”, comprendiendo que no existe mejor receta para la productividad, que el sentido de pertenencia que genera el saber que tu propósito está alineado con el de tus compañeros de trabajo.
El ADN de tu organización debería ser la suma de un propósito definido, el talento indicado y el idioma a través del cual nos vamos a comunicar, para que todos tengamos claridad de hacia dónde vamos, y del rol de cada uno en ese resultado. Esto luego se materializa en metas claras, personas con competencias distintivas, valores intransables, y un lenguaje simple, con canales definidos, que nos permitan organizarnos, colaborarnos y cuidarnos unos a otros.
Si como líder de equipo quieres diferenciarte al momento de atraer talento, humildemente te recomendamos que junto a tu equipo, de manera colaborativa definan este ADN único: quiénes somos , nuestra razón de ser y nuestro idioma. Para luego, con esa claridad, salir a buscar a todos y todas aquellas/os que se sienten atraídos por esa misión colectiva, motivados por ser parte de tu equipo, e inspirados por el sueño de sociedad al que nos invitas a participar.
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