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La Gran Encuesta elaborada por Yanhaas tiene el respaldo de una alianza de medios y contiene información sobre intención de voto, tanto por regiones como por edades, y confianza del electorado.
El futuro que se avizora para Colombia está plagado de obstáculos que se deben superar para llegar a la meta de la convivencia pacífica que casi todos anhelamos, comenzando por un panorama político que se caracteriza por la existencia de un ambiente político polarizado y una sociedad asediada por el crimen organizado, las mentiras y las pasiones desbordadas.
Colombia es un país profundamente inequitativo con desequilibrios regionales inocultables, donde la productividad del trabajo no mejora al ritmo que debería para ocupar el lugar que en teoría le corresponde en la escena internacional, carcomido por una corrupción que ha hecho metástasis y la insensibilidad social que no se conmueve ante el drama de millones de desplazados en su mayoría pertenecientes a la población rural y a minorías étnicas. Un país que no ha diversificado su economía, dependiente de actividades extractivas, y que absurdamente aplaza las reformas que se sabe son necesarias para mantener el rumbo trazado idealmente desde los puestos de mando.
Un país que, sin embargo, se destaca en la región por su estabilidad macroeconómica y que en el marco de la crisis mundial dispone de herramientas suficientes para emprender acciones anticíclicas. Un Estado que por primera vez en su historia puede aspirar a controlar todo su territorio, que dispone de políticas sectoriales elaboradas y que cuenta con una población cada vez menos ignorante, más capacitada y abierta al mundo.
La verdad y la solidaridad son los valores que ponen una talanquera a los extremismos y hacen fuerte y grande a una democracia. Ante un panorama lleno de nubarrones Colombia tiene el desafío de conocerse mejor a sí misma y de entender el ajedrez político mundial que se reconfigura ante sus ojos para sentar las bases de un destino controlado, pero también de abrir un espacio a una ética tolerante y generosa.
Se logró un acuerdo con las FARC y ha comenzado la era del posconflicto, pero una cosa es silenciar los fusiles y otra construir un país en paz. La primera la deciden los que tienen el poder y pueden tomar decisiones, la segunda tiene como protagonista a la sociedad en su conjunto. En este contexto, el gran reto que debe afrontar el país, si quiere vivir en paz, es la reconstrucción del tejido social en un ambiente de respeto y tolerancia. En este escenario, más que a la política, el papel protagónico le corresponde a la cultura y la primera tarea se resume en la construcción de identidad ciudadana.
Indudablemente, el contexto en el que nos movemos los seres humanos influye en nuestras decisiones. Sin embargo, los factores institucionales o sociales no determinan de manera absoluta y lineal nuestras acciones ni nuestras conductas. La racionalidad de los individuos y de los grupos sociales se encuentra siempre limitada por razones de orden cognitivo, afectivo y cultural, de modo que el comportamiento de los seres humanos no puede reducirse a su dimensión puramente instrumental, es decir, al logro de un objetivo definido de antemano gracias a una decisión basada únicamente en la reflexión y la elección perfecta de la mejor alternativa posible.
Los seres humanos somos pasionales pero también estamos dotados de razón y podemos preocuparnos por las consecuencias de nuestras propias decisiones aunque no seamos siempre capaces de anticipar y controlar los efectos de nuestras acciones. Las motivaciones de un acto son múltiples, dependen de nuestro interés, nuestra disposición y de cada situación concreta que genera tanto oportunidades para la acción como límites a la misma. Dependemos de nuestros recursos pero también disponemos de espacios de libertad y de un margen de maniobra.
En el tenso panorama político en el que nos movemos actualmente, en el contexto de la sinrazón agitado por las pasiones que caracteriza todo momento electoral, en una coyuntura en la que las banderas de la paz y de la guerra han cedido su lugar al discurso contra la corrupción, conviene dedicar unos momentos a pensar en términos estratégicos y cruzar el umbral de la coyuntura dejando atrás el mundo de los agravios y la mentira.
Solo algunas personas le darían dinero a Sergio Fajardo y Gustavo Petro.
Así quedó la intención de voto a menos de 33 días de la primera vuelta presidencial.